021

120 12 2
                                    

Cerré los ojos con fuerza, no sabía sí estaba preparada, quería que todo fuera un error, un horrible error, una pesadilla y que Jimin me despertara con el timbre de mi departamento, listo para irse. Pero no, allí estaba, lleno de cables, con el pelo casi morocho y la boca abierta, parecía dormido, claro, sí no fuera por la cantidad de medicamentos intravenosa que estaba recibiendo.

Verlo tan lastimado me dejó sin palabras, sin poder reaccionar, mi alma estaba rota, tenía la nariz y los labios con pequeños cortes y los brazos con varios moretones rojos que luego se convertirían en púrpuras. Miles de situaciones hipotéticas se cruzaban por mi mente, la mayoría eran negativas y tétricas, mi mente parecía disfrutar hacerme mierda.

Tomé suavemente una de sus suaves y tiernas manos, y el simple el contacto me hizo llorar aún más. No quería saber lo que sería no volver a tocarlas, no saber más de él.

Coloqué mis brazos en el costado de su cama y lloré, tanto que me agarró la famosa "congoja", esa que me poseía cada vez que mi corazón no podía más, esa que odiaba tanto. El último medio año se había resumido en esa noche, en la cuál todo podría haber sido hermoso pero la vida se empecinaba en joderla y yo sólo podía llorar.

Había visto muchas novelas donde el chico sufre un accidente y al llegar su amada, se despertaba por arte de magia y vivían felices por siempre. El problema era que no estábamos en una producción, esto era la vida real y no podía fantasear.

Volví a llorar pensando en lo linda que podría haber sido nuestra cena, en lo feliz que me sentía cada vez que se aparecía por mi departamento, cada vez que me miraba, cada vez que estábamos juntos.

Uno no sabe lo que tiene, hasta que lo pierde.

No, no era mi caso, yo sabía muy bien lo que tenía, lo que teníamos y no lo quería perder. No lo iba a perder.

Recordé la primera vez que lo vi, tan sumergido en sí mismo, observando Seúl en silencio, totalmente ajeno a mi presencia. Mi garganta se había cerrado cuando su voz impactó mis oídos, tan melodiosa y serena, tan hermosa como todo su ser. Sí algo supe en ese preciso instante era que la perfección se me había hecho presente, sus ojos reflejaban pureza pero también salvajismo, una combinación sumamente peligrosa para mi corazón, y a pesar de haber hecho enormes esfuerzos, terminé por caer.

Con los ojos brotando dolor, en mi cabeza se apareció la primera vez que me besó, tan fugaz y suave, mi piel se estremeció. Sus ojos se habían convertido en delgadas líneas de felicidad, con eso, con una sonrisa había cambiado toda mi vida. Cada vez que se aparecía en mi trabajo con la excusa de querer tomar café pero no teniendo con quién, con un mensaje hablando de lo cansado que lo tenían las prácticas, con eso me hacía feliz. Todo lo relacionado a él me hacía feliz, hasta que nos encontramos en esa habitación, donde la alegría se había tornado en nostalgia y dolor.

Quería hablarle, besarle hasta que mis labios se convirtieran en horribles pasas, pero nada podía hacer, estaba petrificada, las lágrimas eran mi lenguaje.

Yoongi entró silenciosamente pero vi su reflejo en las enormes ventanas de la habitación, por eso no me asusté cuando acarició mi hombro pero sí me sorprendí.

-Ya es hora de irnos.

-Vayan tranquilos. Yo puedo cuidarlo.

-Nos tenemos que ir todos. Incluyéndote.

-Pero si he llegado recién...

-Política del hospital, Emma. Anda, vamos.

-Pero no quiero-comencé a sollozar.

-No seas niña-respondió totalmente indiferente, como si Jimin estuviera durmiendo realmente-. Anda, vamos. Los chicos quieren que vengas a comer.

house of cards; jimin ▪COMPLETA▪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora