17- ¿Preparados?

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Salgo del vehículo y nada más entrar en casa, me encierro en mi cuarto con un portazo. Sólo espero que mi padre no entre ahora, no sé de lo que puedo llegar a ser capaz en el estado en el que estoy. Observo las sábanas, aún con restos de sangre. Mi ansiedad aumenta y tengo la necesidad de golpear algo. Llevo mis manos a la cabeza, realmente alterado. Intento concentrarme.

- Ella está bien... Ya la vi antes...-me repito en alto.

Mi respiración no mejora. Los segundos pasan pero mis condiciones se mantienen. No lo resisto más y bajo a la pequeña habitación que tengo como gimnasio. El saco de boxeo se vuelve mi mayor aliadoy durante la siguiente media hora, es lo único que me mantiene con la cabeza fría. Mi único objetivo, sincronizar mis puños. Escucho la puerta abrirse y, gracias a mi forma demoníaca, reconozco con mi olfato a la persona que es.

- Inuyasha, cariño... Llevas aquí metido por lo menos una hora.

- Apenas llevo 30 minutos.

- Pero mira la hora que es.

- ¿¡Cómo pretendes que duerma así!?

- Te entiendo...

- ¡No, no puedes entenderme!- golpeo con fuerza una vez más el objeto que tengo frente a mí y, seguidamente, camino dándole la espalda.- Ni siquiera yo llego a comprenderme- confieso.

- ¿Qué te ocurre? Vamos, cuéntamelo.

- Es inútil.

- Vamos, puede que hayan cosas en las que concuerdes conmigo.

- No lo sé. A pesar de que la haya visto con mis propios ojos, sigo sin quedarme tranquilo.

- Puede ser que tu esencia demoníaca intervenga en tus emociones.

- Tal vez... ¡Oye, espera!- un pequeño detalle me hace reaccionar y me giro hacia mi madre- ¿La madre de Kagome sabía acaso mis condiciones, es decir, mi transformación?

- Que yo sepa, no. Bueno, puede que Kagome le haya comentado algo.

- No creo... Ella no diría nada.

- Inuyasha... Es su madre.

- Quizás tengas razón- admito. Tantas horas sin dormir y el agotamiento que llevo encima, me debe estar pasando factura para pensar cosas con tan poco sentido-. Me daré una ducha antes de acostarme. Buenas noches, mamá.

El agua caliente termina de arrebatarme las pocas fuerzas que conservaba y, finalmente, caigo rendido en un profundo sueño.

A la mañana siguiente no me molesto ni en desayunar. Agarro la primera ropa que veo y, una vez listo, me marcho sin esperar a nadie. En unos pocos minutos ya estoy por fuera de la casa de Kagome. La puerta está abierta. Entro de inmediato, buscando mi objetivo.

- ¡Kagome!- grito.

- ¡Eh! ¡Cálmate, tío!- dime mi hermano apareciendo desde la cocina.

- ¿Dónde está?

- Arriba, durmiendo- le miro, desconfiado-. Bueno, si no me crees puedes ir a comprobarlo tú mismo. Aunque yo no la despertaría, tú mismo has visto que lleva unos malos días y lo mejor es que descanse.

No termino de fiarme un pelo. Sí, es mi propio hermano, pero sigo cabreado con él.

- ¿Ha pasado algo?- pregunto con la función de calmarme.

- No, absolutamente nada. He dado vueltas por toda la casa, he estado atento a cualquier ruido, pero ni un sólo indicio de un posible ataque.

- ¿Y ella?

Inuyasha y Kagome ¿Jugamos? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora