25- Último asalto

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Una explosión deja paso a una hilera de humo negro. Es la señal. Sin pensarlo dos veces, apuro mi paso al máximo. A medida que me acerco escucho cada vez más gritos. Todo se ha convertido en cenizas.

Sesshomaru está preparado para actuar otra vez. Pero no está sólo. Sango, Miroku, mis padres e incluso Rin, lo acompañan. El plan ha debido funcionar, mereció la pena cambiarnos las vestimentas, nunca pensé que el ser hermanos nos fuera a servir para algo productivo al final.

- Mierda...- observo dos siluetas salir entre el humo, se dirigen hacia el lado opuesto.

- ¡Eh, Sesshomaru! ¿Abandonaste a tu hermano tan pronto?

- Koga, ven conmigo. Dile a tus chicos que vengan.

- ¿Inuyasha?

- No preguntes, vámonos. Hay que acorralar a quien sea que está escapando, seamos discretos.

- Bien, yo iré por debajo.

Veo las intenciones y le hago señas a Koga, no podemos permitir que se meta entre los árboles. Mis pasos son veloces, silenciosos, ágiles... No tardo mucho en llegar hasta el hombre que lleva consigo a mi otra mitad. No dudo ni un segundo más en meterme en su camino.

- Un paso más y no dudaré en acabar contigo- digo mientras le amenazo desenvainando mi espada.

Intenta retroceder de espaldas, chocando con Koga.

- Suelta a la chica.

- No estés tan confiado.

- ¡Suéltala!- doy un paso hacia él y este a su vez retrocede.

De repente, su cuerpo comienza a retorcerse. Los gritos inundan el lugar y su cuerpo termina desvaneciéndose. Un hilo de sangre cae de la comisura de sus labios. La figura de Naraku aparece, llevándose a Kagome consigo.

- ¡Mierda!

- Regresemos con todos, no debe estar lejos.

Todos están posicionados formando una media luna. Están preparados ante cualquier ataque, atentos a la relajada figura de Naraku que se impone en el centro.

- Bien... Veo que ya estamos todos. Por fin toda la familia junta- ríe sádicamente.

- Deja a la chica, Naraku, ella no se merece nada de esto- suplica mi madre.

- Izayoi... Tan compasiva como siempre... Qué lástima que a mi no me conmuevas.

- Naraku...- mis puños se cierran, noto las uñas clavarse en las palmas de mis manos.

- Izayoi, dame lo que quiero y todo volverá a ser como antes.

- Sabes que eso no es posible.

- ¿Qué es lo que quieres? ¡Dilo ya de una vez!- grito al borde de la ira.

- Inuyasha...

Me quedo helado ante la melodía de ese suave murmullo. La veo débil entre los brazos de Naraku. Apenas puede moverse. Abre los ojos con esfuerzo y me mira dedicándome una suave sonrisa.
Un ligero gesto por parte de Naraku y su cuerpo se tensa junto a una mueca de dolor.

- ¡Naraku, para!- Cuando se detiene, su pecho no deja de moverse irregularmente.

- ¿Qué es lo que necesito, Izayoi? ¡Dímelo!- amenaza con repetir la acción.

- ¡No puedes! ¿Es que no lo entiendes? La perla de Shikon pertenece a ella. ¡Ella es la perla!

- Eso no puede ser posible. Si es cierto que está en su interior, no quedará más remedio que extraerla.

- ¡Detente, Naraku! Si lo haces, ella morirá.

- ¿Crees que eso me importa lo más mínimo?

- Si Kagome muere, la perla morirá con ella, lo mismo sucede al revés. Al igual que tú.

- ¡No vas a engañarme!- El cuerpo de Kagome vuelve a tensarse a la vez que ella comienza a gritar.

- ¡Vamos! ¡Tened cuidado con ella!

Nos dirigimos todos hacia él. Sango ataca por la espalda y este intenta cubrirse, siendo esto imposible.

- ¿Qué ocurre? ¿Acaso no te dio tiempo a crear una coraza para cubrirte?- agrega mi hermano con burla.

- No es eso- interrumpe mi madre-. Kagome está muy débil, lo mismo sucede contigo, Naraku.

Él mira perplejo, parece que empieza a creerlo. Es justo en ese instante en el que aprovechamos a atacar. En un mínimo despiste, consigo llevarme a Kagome conmigo.

- Kag, amor, responde.

- Inuyasha...- no abre los ojos, sin embargo, intenta disimular una sonrisa.

- No creas que has ganado por ello, Inuyasha- responde con burla Naraku a la vez que vuelve a atacarla-. Recuerda que tampoco puedes matarme sin hacerle daño a ella.

- ¡Parad!- les ordeno.

- Inu... ya... sha...- su voz es tan débil que es casi inaudible.

- Kag...

- Decían... Que podías pedirle un deseo a la perla..., ¿no es así?

- Sí, claro. ¿Por qué lo dices?- pregunto confuso.

Temblando, consigue sentarse y se inclina hacia mis labios. La abrazo con todas mis fuerzas mientras correspondo a su beso.

- ¡Kagome, no lo hagas!- grita mi madre corriendo hacia nosotros.

- Perla de Shikon...- responde separando su rostro del mío-. Desaparece.

De pronto, su cuerpo se desvanece en mis brazos y de este comienza a salir un destello violeta. La luz llega a cegarme y debo apartar la vista. Escucho los quejidos de Naraku. Una extraña calidez inunda mi ser.

Cuando la luz se desvanece, Naraku ha desaparecido. El templo está intacto y la hierba vuelve a tomar protagonismo.

- Kagome...

Su luz ha devuelto todo a su forma.
Todo... Menos su vida.

Inuyasha y Kagome ¿Jugamos? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora