II

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"El mundo parecía girar al revés...
hasta que te conocí."

"Lo único que pretendo es
verte sonreír, que me des un motivo
para ser feliz."

Parte I:

Al igual que cada mañana, Vanessa había madrugado para llegar puntual a la cafetería. Aquél era uno de esos días grises con el cielo cubierto por unas densas nubes de un gris muy oscuro. Ver ese panorama a través de la ventana mientras se arreglaba para irse, no le daba muchos ánimos para afrontar su día, pero entonces su subconsciente le trajo la imagen de Pedro. Al instante sonrió. Él era su gran motivación para ir a trabajar cada día.

En otro punto de la ciudad, Pedro no dejaba de dar vueltas en la cama, ansioso, incapaz de seguir durmiendo. Cansado de pelearse con la almohada, se levantó, a pesar de ser demasiado temprano y se dio una ducha refrescante que lo despejó por completo. Era un día muy importante para él. Un día que podría marcar un antes y un después en su vida y en su carrera como actor. No podía evitar sentirse como un manojo de nervios, reviviendo sensaciones de sus primeros años en el oficio.

—Buenos días —saludó Pedro entrando en la cafetería, observando que no había nadie, salvo ella. La persona que más ansiaba ver en ese momento.

—Buenos días, Pedro —le devolvió el saludo, como siempre, con una amable sonrisa y Pedro se sentó donde acostumbraba —. Pareces ansioso por algo, ¿me equivoco? —preguntó al notar a Pedro un tanto inquieto sobre el taburete.

—Tan observadora como siempre —dijo con media sonrisa —, y sí, estoy realmente ansioso hoy —continuó antes de un largo suspiro —. Hoy tengo una prueba muy importante.

—Eso es genial —sonrió Vanessa sirviéndole el café —. ¿Y qué tan importante es esa prueba para que te tenga así de nervioso?

—Puede marcar un antes y un después. Con eso te digo todo —respondió Pedro después de beber de su taza.

—Suena a algo verdaderamente importante —dijo Vanessa realmente interesada, apoyando sus brazos sobre la barra.

—No te puedes imaginar cuánto —comentó Pedro sin ocultar una gran sonrisa, que hizo sonreír también a Vanessa.

—Me alegro mucho, de verdad. Te ves mucho mejor cuando sonríes —dijo casi con vergüenza y Pedro la miró dulcemente —. Empezaba a preocuparme verte siempre tan alicaído.

—Tú también te ves preciosa cuando sonríes —dijo Pedro devolviéndole el cumplido, provocando que un ligero rubor se dibujara en las mejillas de Vanessa —. ¿Me sirves otro? No he pegado ojo —habló rompiendo un corto silencio entre ambos.

—Espero no sea demasiada cafeína —bromeó Vanessa preparándole otra taza de café.

—Podré soportarlo —respondió encogiéndose de hombros —. ¿Qué haces con la leche? —preguntó al verla tan concentrada.

—Un café especial, para un día especial —y dejó la taza, con cuidado, frente a él.

—Vaya... —comentó alzando ambas cejas al ver un trébol de 4 hojas perfectamente estampado sobre el café —. Resultas ser toda una artista. Gracias por el detalle, espero que me traiga suerte.

—Estoy muy segura de que así será. Lo vas a hacer muy bien —animó Vanessa a Pedro con una enorme sonrisa e inconscientemente posó su mano sobre la de él, dando un ligero apretón, trayendo de nuevo otro breve silencio, que fue interrumpido por la llegada de un par de personas —. Mucha suerte —le susurró antes de atender a los nuevos clientes.

Parte II:

Vanessa estaba a punto de terminar su turno, pasado el mediodía, cuando Pedro volvió a entrar en la cafetería. Desbordaba felicidad por los cuatro costados y Vanessa se había dado cuenta, lo que, automáticamente, le hizo sonreír, casi tan feliz como él. Pedro la buscó y cuando la vio, le dio un enorme abrazo, estrechándola fuerte en sus brazos y tomándola, en absoluto, por sorpresa. Vanessa dudó un instante, pero, entonces le devolvió el abrazo rodeándole el cuello, disfrutando cada segundo de ese momento. Cuando Pedro deshizo el abrazo, le dio un cálido beso en la frente, sujetando su rostro con ambas manos. Vanessa sintió ruborizarse y rio nerviosa, muerta de la vergüenza, ya que los clientes que estaban allí no dejaban de observar la tierna escena.

—Lo siento... —se excusó Pedro rascándose la nuca, dándose cuenta de que Vanessa se sentía cohibida ante la mirada de los presentes —. No era mi intención avergonzarte, pero... estoy demasiado feliz para ocultarlo y no tenía a nadie más con quien compartirlo —continuó con una gran sonrisa en el rostro.

—Tranquilo, no te preocupes —respondió Vanessa sacudiendo de un plumazo su vergüenza —. Me alegra verte tan feliz. Intuyo que las cosas han ido bien.

—Creo que no hay un adjetivo que describa exactamente lo maravilloso de este momento. Acaban de darme el papel más importante de mi carrera, el que puede cambiar mi vida y todo gracias a ti —dijo tomándola de las manos con fuerza.

—¿A mí? —preguntó sorprendida Vanessa, sintiendo un leve escalofrío al sentir las manos de Pedro.

—Sí, a ti. Desde que te conocí, siempre has depositado confianza en mí, me has animado aunque fuera con una simple broma. Me haces sentir bien y haces que crea en mis posibilidades. Estoy seguro de que tu trébol de 4 hojas en el café no ha sido una coincidencia.

—Pedro, te agradezco que me digas todo eso y que mis palabras hayan servido de algo, pero si has conseguido ese papel, no ha sido por mi trébol en el café, sino porque estoy segura de que eres un gran actor y porque no has dejado de pelear por ello.

—Vanessa, no te subestimes. De verdad que hablar contigo ayudó a sentirme mejor y más fuerte. Ahora eres mi amuleto de la suerte —bromeó Pedro pellizcando el mentón de Vanessa.

—No digas eso. Yo solo soy una camarera como cualquier otra —dijo encogiéndose de hombros.

—De ninguna manera —negó Pedro meneando la cabeza —. No eres una camarera cualquiera. Eres mi camarera, barra, amuleto de la suerte. Ambas dos —rio Pedro contagiando su risa a Vanessa —. Por cierto, aunque me hayan dado este papel, sigo actuando en el teatro, ¿por qué no te pasas esta noche? Me gustaría verte allí.

—Claro, aunque sea en Boston —respondió Vanessa casi sin pensar —. Será un placer verte actuar.

—Espero que no sea un problema el desplazamiento, podría llevarte si lo necesitas —y le tendió dos entradas —, y puedes llevarte a alguien si quieres.

—Gracias y no es necesario que te tomes la molestia de llevarme. Sabré llegar —dijo tomando las entradas.

—Gracias a ti... Nos vemos esta noche —se despidió antes de darle otro beso, esta vez, en la mejilla y salió de la cafetería.

Un secreto a voces Donde viven las historias. Descúbrelo ahora