VI

1K 79 18
                                    

"Quisiera ser poeta de tu cuerpo
y escribir por las mañanas
en cada parte un verso."

—Estoy agotado. Este rodaje me está matando —se quejó, apesadumbrado, Pedro cuando entró en la habitación y se dejó caer sobre la cama.

—¿Así tanto? —preguntó Vanessa recostándose a su lado acariciando su pecho y Pedro solo asintió —Y yo que quería salir a pasear por la playa.

—Mañana en la mañana, ¿te parece bien? —dijo Pedro dejando una suave caricia en la mejilla de Vanessa.

—Me parece perfecto. ¿Necesitas algo?

—¿Sabes lo que me gustaría ahora mismo? —Vanessa negó con la cabeza —Un baño de espuma... contigo —Pedro se incorporó un poco para poder besarla, llevando su mano a lo largo de su espalda hasta llegar a su trasero.

—Ahora mismo voy a preparar ese baño. Tú no te muevas —los dos se sonrieron cómplices y Vanessa se levantó de la cama para ir directa al baño, comenzando a llenar la bañera —. Ya casi está —anunció Vanessa asomándose por la puerta del dormitorio, una vez la bañera estaba prácticamente lista. Pedro se levantó, notablemente cansado y caminó hasta el baño, estirando sus brazos hacia arriba tratando de desperezarse —¿Estás seguro de que no quieres dormir un rato? —preguntó Vanessa sobando los hombros de Pedro y notando el cansancio en su rostro.

—Después del baño dormiré más a gusto. Ahora quiero compartir un rato contigo. Apenas te he hecho caso estos días —la sujetó de la cintura y la aproximó a su cuerpo para besarla —. No me puedo creer que todavía no te haya visto desnuda —susurró en el oído de Vanessa, a la que se le erizó la piel al escuchar a Pedro —. Me muero por hacerte el amor —Vanessa sonrió tímida mordiéndose el labio, para de inmediato tomar el rostro de Pedro y besarlo nuevamente. Esta vez con necesidad, dejando que el deseo tomara el mando de sus besos.

—Metámonos en la bañera antes de que se enfríe el agua —comentó Vanessa con la respiración agitada.

—Déjame quitarte la ropa —Pedro sujetó el borde de la camiseta de Vanessa, alzándola y acariciando su espalda al mismo tiempo, hasta quitársela por completo. Al ver que no llevaba sujetador bajo la camiseta, elevó una ceja y sonrió travieso, haciendo que Vanessa se ruborizara. Besó su cuello con dulzura, dejando un reguero de besos a lo largo de este, bajando por su pecho y siguiendo por su abdomen. Se arrodilló ante ella y repitió la misma acción que con la camiseta. Bajando sus shorts despacio, deleitándose con cada centímetro de sus piernas interminables. Cuando la desnudó, volvió a recorrer sus piernas lentamente, hasta llegar a su cintura, sujetándola con firmeza, dejando un beso húmedo muy cerca de su clítoris.

—Pedro... ¿Qué haces? —él alzó la vista y notó la excitación en el rostro de Vanessa. Soltó una leve risita y se puso de pie, besándola cortamente en los labios.

—Métete en la bañera —dijo y ella no tardó en sumergirse bajo la espuma mientras Pedro se desvestía. Vanessa no perdía detalle de cada rincón de la anatomía de Pedro. Nunca antes había tenido ante ella a un hombre desnudo y la imagen la hizo excitarse aún más de lo que ya estaba en ese momento. Pedro la acompañó, sentándose detrás de ella, dejando que Vanessa recostara su cabeza en su hombro y poder abrazarla rodeando su vientre —. Esto es justo lo que necesitaba después de un largo día de trabajo —comentó Pedro en su oído.

—Estaba deseando que tuviéramos un momento a solas —dijo Vanessa en voz baja, cerrando los ojos. Pedro aprovechó para acariciarla suavemente bajo el agua, llegando hasta sus pechos, que rogaban por el contacto de sus manos. Los masajeó cuidadosamente, tomándose todo el tiempo del mundo, retorciendo de vez en cuando los pezones y provocando los primeros jadeos de Vanessa, que seguía con los ojos cerrados y disfrutando cada segundo de aquello. La mano derecha de Pedro viajó hasta la entrepierna de Vanessa, masajeando ahora su clítoris con la palma de su mano.

—Ni te imaginas lo hermosa que te ves ahora mismo, mi amor —susurró Pedro antes de dar un leve mordisco en el lóbulo de la oreja izquierda de Vanessa, haciendo que gimiera cada vez más alto. Aumentó el ritmo de sus caricias en el clítoris y Vanessa sintió la llegada de un orgasmo al tensarse todos los músculos de su cuerpo y notar un calor asfixiante, pero delicioso, que la envolvió en un intenso orgasmo —. Ahora me toca a mí —dijo Pedro sin darle tiempo a Vanessa a recuperar la respiración normal —. Date la vuelta —Vanessa obedeció y se sentó cara a cara con Pedro. Lo besó, ansiosa, enredando los dedos en su pelo, provocando que sus cuerpos chocaran. Pedro tomó la mano derecha de Vanessa y la condujo hasta su miembro para que ella lo sujetara —. Es tu turno.

—¿Así? —preguntó Vanessa masturbándolo rítmicamente y observando como Pedro no dejaba de jadear, dejando caer su cabeza hacia atrás ligeramente. Cerrando los ojos para canalizar todo el placer que Vanessa le estaba dando. Únicamente se limitó a asentir como respuesta a la pregunta de Vanessa y esta aumentó el ritmo de sus caricias. Pedro abrió los ojos y aproximó su rostro al de ella para poder besarla mientras seguía masturbándolo.

—Vayamos a la cama... —dijo Pedro con la respiración entrecortada —No quiero terminar sin antes hacerte el amor —la sujetó con sus dos manos de la cintura y se levantó, dejando que Vanessa enroscara sus piernas alrededor de su torso, saliendo así juntos de la bañera, yendo directos al dormitorio. Pedro la recostó sobre la cama y abrió uno de los cajones de la mesita de noche para tomar un preservativo y colocárselo lo más rápido posible. Se colocó sobre ella, besándola dulcemente y con su mano derecha, sin dejar de besarla, llevó su miembro hasta la entrepierna de Vanessa, masajeando la entrada con la punta.

—Hazlo ya... —le suplicó Vanessa entre jadeos. Estaba muy caliente y muy mojada, pero sobre todo, estaba ansiosa porque Pedro la hiciera suya de una buena vez. Él no se demoró más y accedió a la súplica de su novia, entrando poco a poco, notando como las paredes vaginales apretaban su erección, volviendo la situación aún más placentera. Una vez estuvo toda dentro, comenzó un vaivén suave pero continuo, al tiempo que frotaba con su dedo pulgar el hinchado clítoris de Vanessa. Cada segundo era más intenso y las envestidas más apasionadas. Pedro dejó reposar su frente sobre la de Vanessa, respirando cada gemido que él le provocaba. Ella se aferró a los hombros de Pedro, con fuerza, notando la llegada de un nuevo orgasmo. Las gotas de sudor recorrían libremente y sin cesar, mezclándose con las del otro. Pedro manejaba los tempos magistralmente, dominando la excitación de Vanessa a su antojo para poder llegar al orgasmo juntos y cuando supo que estaba próximo, aceleró su dedo pulgar haciendo que ambos terminaran a la vez, escondiendo Pedro su rostro en el cuello de Vanessa.

—Ahora sí que dormiré a gusto, flaquita —susurró jadeante Pedro, recostándose al lado de Vanessa, cayendo dormidos los dos casi al instante.

Un secreto a voces Donde viven las historias. Descúbrelo ahora