Epílogo

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“Sí, quiero.”

Parte I:

Pedro y Vanessa habían decidido pasar un par de semanas en Grecia para celebrar su tercer aniversario como pareja. El tiempo había pasado volando y las cosas no podían ir mejor entre ellos. Pedro parecía haber despegado, definitivamente, su carrera como actor con varios proyectos de gran impacto mundial y Vanessa, al fin, se había graduado en la Universidad. Así que, era el momento perfecto para ese tan merecido descanso lejos de todo ajetreo y multitud.

—Definitivamente, me quedaría a vivir aquí para siempre —suspiró Vanessa asomándose a la terraza y contemplando el paradisíaco paisaje que tenía ante sus ojos: el mar, la montaña, la playa… —. Tengo todo lo que necesito.

—Espero que eso me incluya a mí —bromeó Pedro rodeándola por la espalda y apoyando su mentón en el hombro de ella.

—Es posible… —respondió titubeante, devolviéndole la broma.

—De ninguna manera voy a dejar que te quedes aquí sola a merced de tanto galán —Vanessa solo pudo reír ante el comentario ocurrente de Pedro.

—¿De verdad crees que te cambiaría por un griego? —preguntó Vanessa girándose para rodear a Pedro del cuello.

—¿Esa pregunta quiere decir que me cambiarías por un chico de cualquier otro país? —Pedro tomó la cintura de Vanessa y la aproximó a él.

—Sería incapaz de cambiarte por ninguno —dijo antes de besarlo —. Eres todo lo que necesito y sé que no voy a encontrar a ningún otro que me dé lo que tú me das.

—¿Te gusta lo que te doy? —preguntó travieso Pedro.

—Y lo que me quitas también —respondió Vanessa guiñándole un ojo y entrando de nuevo en la habitación.

—No puedes decir eso y dejarme así sin más —se quejó Pedro desde la terraza.

—De hecho sí que puedo… acabo de hacerlo —rio Vanessa poniéndose una camiseta de Pedro que estaba sobre la cama.

—¿Qué modales son esos, jovencita? —ironizó Pedro acercándose a ella y señalándola con el dedo.

—No sé de quién habré aprendido —volvió a retarle sujetando la mano de Pedro, que la estaba señalando, para apartarla y tomar su rostro con ambas mano y besarlo durante unos segundos.

—Muy astuta, pero no creas que voy a olvidar este desafío —Vanessa posó su dedo índice sobre los labios de Pedro.

—Ya, deja de quejarte y bésame.

—A veces se me olvida que conoces muy bien mis debilidades —comentó Pedro después del beso.

—Sería un problema no conocerme a mí misma.

—En efecto… eres mi más absoluta debilidad.

—¿Y a qué estás esperando para demostrármelo?

Después de una intensa mañana entre las sábanas, Vanessa y Pedro decidieron pasar el día en la playa, en completo relax, sin hacer absolutamente nada. Vanessa se quedó en la arena, disfrutando de un buen libro y Pedro se pasó un buen rato entre las olas para poder refrescarse bajo el imponente sol que reinaba en un cielo absolutamente despejado. De vez en cuando, Vanessa ojeaba sobre el libro a Pedro en el mar. Rio levemente pensando en lo niño que parecía a veces. Cerró el libro y se limitó a observarlo en silencio, hasta que él se percató de que la mirada curiosa de su novia no le quitaba ojo de encima. Salió del agua y caminó hasta donde ella estaba.

—Debe de estar muy aburrido ese libro para que te la pases mirándome —rio Pedro cuando estuvo a la altura de Vanessa.

—Eres más entretenido que cualquier libro —respondió Vanessa dejando el libro en su bolso y levantándose.

—Es un cumplido muy creativo —dijo con una sonrisa de lado, mientras Vanessa acariciaba su torso húmedo por el que aún se deslizaban algunas gotas de agua que caían de su pelo empapado.

—Estás fresquito… qué envidia —Vanessa se mordió el labio una vez llegó al borde del traje de baño de Pedro.

—Voy a dejar de estarlo cómo sigas por ahí —Pedro la sujetó de las caderas y la besó apasionadamente. Vanessa volvió a acariciar su pecho, esta vez hacia arriba, hasta llegar a sus hombros.

—Voy a darme un baño —susurró sobre los labios de Pedro, para luego caminar hacia el agua. Pedro se quedó allí plantado, meneando la cabeza y sonriendo para sí.

—Vas a enloquecerme, flaquita —pensó en voz alta viéndola sumergirse en el mar.

Parte II:

—¿Sabes qué me apetece ahora mismo? —preguntó Pedro mientras paseaban de la mano por la orilla de la playa, después de una agradable cena en un restaurante cerca del puerto.

—Ubícate, por favor, estamos en un lugar público —rio Vanessa mirando fijamente a Pedro y este rodó los ojos.

—Deja de pensar en cosas obscenas, por favor —dijo Pedro acompañando la risa de Vanessa.

—Está bien… ¿qué te apetece hacer, entonces?

—Quiero cometer una locura… contigo —respondió Pedro al tiempo que detuvo el paso.

—¿Una locura? —preguntó confusa Vanessa colocándose frente a él.

—Sí. Quiero que cometamos la mayor locura de nuestras vidas —dijo Pedro sonriendo ampliamente y acariciando las mejillas de Vanessa.

—¿Se puede saber qué es lo que está pasando por esa mente alocada? —volvió a preguntar Vanessa conteniendo la risa.

—Quiero que nos casemos… —dijo sin más Pedro, tomando por sorpresa a Vanessa, que cambió el gesto de inmediato, quedándose en completo silencio.

—¿Casarnos? ¿Ahora? —logró decir después de unos segundos, bastante incrédula.

—Sí, ¿por qué no? —habló Pedro todavía con una sonrisa dibujada en el rostro.

—No sé… esas cosas llevan mucho tiempo de planificación —dijo Vanessa acariciando las manos de Pedro.

—No necesitamos planificar nada. Los dos tenemos lo que necesitamos para hacerlo ahora mismo. Yo te tengo a ti y tú me tienes a mí. Nos amamos y estamos lo suficientemente locos como para casarnos en este momento.

—Y puede que tú estés lo suficientemente ebrio también —bromeó Vanessa después de las palabras de Pedro —. Necesitamos un lugar, alguien que nos case y unos testigos.

—Casémonos en la playa, acá, el dueño del restaurante es capitán de barco y tiene la autoridad para oficiar matrimonios y cualquiera puede ser testigo de la ceremonia —Vanessa seguía mirándolo con los ojos abiertos —. Mi amor, no necesito una celebración a lo grande, con 1000 invitados, una catedral llena de flores y orquesta. Solo te necesito a ti, nada más.

—¿Y nuestras familias? ¿No se supone que deberían estar presentes en un día tan especial?

—Habrá tiempo de festejar cuando regresemos. Venga, no lo pienses más. Cásate conmigo y hazme el hombre más feliz de la Tierra.

—Estás como un cencerro —y ambos rieron —, pero ¿sabes qué? Yo también quiero cometer una locura contigo y no se me ocurre locura mejor que casarnos ahora mismo —se sonrieron cómplices y se besaron.

—No perdamos tiempo.

—Por el poder que me otorga el Estado Soberano de Grecia, yo los declaro marido y mujer. Puedes besar a la novia —pronunció el Capitán dando por concluida la ceremonia improvisada en la playa. Pedro tomó el rostro de Vanessa con dulzura y la besó bajo la atenta mirada de los pocos presentes en la ceremonia.

—Quiero seguir cometiendo locuras contigo el resto de mi vida —susurró Pedro y Vanessa volvió a besarlo.

—Y yo de tu mano.

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