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Desperté temprano, como de costumbre.

No necesitaba de un despertador, mucho menos una alarma de celular.

Me quejo al levantarme del frío piso del baño, estuve encerrada toda la noche para dejar de escuchar los gritos de mis padres. Que por cierto, cada día eran peor.

Emily tuvo suerte, de que su padre la haya llevado lejos de aquí. Ella me quería llevar, pero sería una boca más que alimentar, además de que no soy nada de su padre. Podrían demandarlo.

Lavo mi cara para eliminar la mascarilla corrida, por estas razones no la usaba pero pensé que mi padre no llegaría está noche. Seco mi cara y salgo del baño para irme a mi habitación, lo más rápido posible como para no oler el desagradable olor del alcohol que es a lo único que huele mi casa.

Cambio mi ropa, aunque no había mucho cambio, la mayoría de mi ropa era negra, porque para muchos el negro demuestra tristeza, depresión... incluso muerte y es todo lo que siento.

Agarro mi mochila con mis deberes dentro, bajo corriendo para ir a buscar algo de comer, vaya... no hay nada. Que sorpresa.

Me acerco al sofá donde está mamá, esta acostada con ropa desastrosa y toda desparramada.

—Mamá...—la remuevo—no hay nada, tienes que a hacer el súper.

—Ay cállate, no me digas que hacer—gruñe—, en mi cartera deben de haber unos dólares para que te compres algo.

Asentí y la agarre, tenia solo diez dólares y condones. Guardo el dinero en mi bolsillo y salgo de casa, por lo general ahorraba el dinero ya que quería terminar los estudios y la universidad es muy costosa. Además mis padres no me ayudarán, ellos prefieren que trabaje para que les compre alcohol y los mantenga.

Comencé a caminar a mi escuela, estaba cerca de casa, agradecía que no viviéramos en algún barrio bajo. Mi abuela murió dejándole su casa a mamá, que es donde vivimos. Llegue a la escuela y había algo raro en el ambiente, todos miraban a la puerta esperando a que alguien como el presidente entrara. De seguro llego alguien nuevo.

Me acerqué a mi casillero ignorando la escena que todos hacían, agarre mi mochila y comencé a sacar las cosas que no usaría. Aunque los murmullos hicieron que me distrajera, mire a la entrada y si era un chico nuevo, mejillas rosadas, ojos verdes, lindo cabello y me esta mirando. ME ESTA MIRANDO.

Se acerca a mi con una sonrisa amistosa, lo miro a los ojos y el hace lo mismo.—Hola, soy Jacob—me sonríe.

—Hola...—digo confundida, todos nos miraban, algunas chicas con envidia.

—¿Me podrías mostrar la escuela?—me pregunta amablemente, esto esta de locos.

Debería decir que si... es lindo.

—No—digo firme y cierro mi casillero para irme a clases. Dejando al chico nuevo confundido.

Llegue y me senté, mire mi brazo que tenía algunas marcas de las navajas, sé que fue algo estupido. Pero de alguna manera aliviaba un poco mi dolor, pero ya pasé esa etapa.

La clase comenzó, muy aburrida pero como siempre yo ponía atención. Sentía una mirada sobre mi, así que llevé mi mirada por todo el salón hasta toparme con esos ojos verdes. Me veían curiosos, sonreía tiernamente.

No entiendo que con este chico, hay demasiadas chicas y debería de dejarme en paz.

La clase acabó y agarre mis cosas para salir de clase rápidamente, necesitaba comer algo así que fui a la máquina expendedora y compre unas galletas. Agarre lo que me sobraba y lo guardé en mi mochila.

.

.

Llegue a casa y mamá no estaba, de seguro se fue a su trabajo. Cerré la puerta y fui a la cocina, había un sándwich junto a una botella de jugo.

Me siento y comienzo a comer, tenia mucha hambre, estaba comienzo tranquilamente cuando escucho la puerta principal cerrarse.

—¿Donde carajos están?—pregunta mi padrastro con enojo. Mierda, tenia que esconderme.

Probablemente viene ebrio, no quiero que me pase algo. Me levanto con cuidado pero era tarde ya estaba en la entrada de la cocina.

—Hola linda... Isabelita—me dice sonriendo y yo trago secamente. Tenía miedo.—, ¿Donde esta la golfa de tu madre?

—N-nose... acabó de llegar—le digo mirándolo atentamente.

—Oh pues, supongo que me tendré que divertir contigo...—dice acercándose, me alejo poco a poco.

—A mamá no le gustará eso...—digo y él me acorrala, pasa su cabeza por mi cuello aspirando mi aroma.

—Eres igual de zorra que ella. Me gusta.

Vamos Isabella, no dejes que esto pase, no puedes. Respiro con profundidad y reúno todas mis fuerzas para golpearlo en su zona con mi rodilla. Él se aleja y yo salgo corriendo fuera de casa, suspiro aliviada mientras  mis lagrimas no dejaban de salir.

—¿Estas bien?

Joder, ¿Porque el aquí? Agh, esto no podría estar peor.

In my blood. /J.S/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora