Spirits & Souls

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Capítulo Uno: ¡Tsukiyomi!

-¡No! ¡Llego tarde!-gritó Tsukiyomi, mientras corría por los pasillos de su escuela, ya vacíos, pues la campana había tocado hacía mas de diez minutos. Alcanzó a avistar su curso y se apresuró, pues sabía que el profesor de matemática era sumamente estricto y una vez que tomase lista, tendría un ausente, ni siquiera una llegada tarde.

Dentro del curso, el profesor tomaba lista:

-Ruroshiin Yuka.

-¡Presente!

-Shiao Sora.

-¡Aquí!

El profesor hizo una pausa y una expresión de triunfo cruzó su rostro unos momentos.

-Soen Tsukiyomi.

Silencio.

-¿Soen?

El profesor paseó la vista por el salón, ya que por fin iba a poder ponerle un ausente a su peor alumna, la que siempre lo burlaba.

-¿Soen Tsukiyomi?-llamó una vez mas para tener la certeza de que no estaba-. Bien, supongo que...

-¡Aquí profesor!-dijo Tsukiyomi, dejando al profesor enfurecido y con aspecto de derrota-. Permiso.

Y pasó a sentarse, riendo al ver tan enojado a su profesor, mientras todos sonreían: los lunes siempre comenzaban con Soen haciendo renegar al profesor, sino, no era un lunes normal.

La muchacha estaba sacando su cuaderno cuando oyó una voz a su lado:

-Llegas tarde.

Se giró y vió a Dean, su mejor amigo, sonriendole en el banco contiguo al suyo.

-¡Dean!-exclamó y lo abrazó-. Lo lamento, es que se pasó el tren de las seis y tuve que esperar el otro, jejeje...

-No importa. -dijo el y le sonrió.

Ella rió y se sentó, lista para comenzar la clase.

***

Muchas horas después, cuando la escuela llegó a su fin, Tsukiyomi caminaba junto a su amigo. Iban charlando, sin embargo ella percibía que Dean estaba triste y de repente comprendió el por que.

Hoy se cumplía un año desde la ruptura con su novia.

Ella recordó aquella trágica noche, en la que su amigo llegó a su casa corriendo, deseperado, buscando su consuelo. Una vez que lo tranquilizó y lo hizo acostarse en su cama, con ella sentada al lado, le preguntó qué había ocurrido.

-Saya-comenzó a hablar él, refiriéndose a su novia-. Ella... es un vampiro.

La primera reacción de Tsukiyomi fue echarse a reír, pero se contuvo y miró atentamente a su amigo, preocupada por si estaba delirando o tenía algo. Este tenía los ojos muy abiertos, y el horror estampado en ellos. Temblaba continuamente hasta que ella lo envolvió en un cálido abrazo del cual Dean no quizo desprenderse.

-Eso no puede ser-le dijo la muchacha muy suavemente-. Ellos no existen, cariño.

Él se giró para mirarla y cuando habló, su voz sonó vacía, fría, como una tumba.

-Sí lo es-le replicó-. Ví con mis propios ojos cómo atacaba a un hombre y bebía su sangre.

Y se largó a llorar.

Ella no pudo hacer nada más que acariciarle el cabello y contemplar cómo los ojos celestes de su amigo vencían el terror y se cerraban hasta quedarse dormido.

-Tsukiyomi-escuchó que una voz la llamaba-. ¡Hey!

Volvió al presente y se dió cuenta de que era Dean quién le hablaba. Sacudió la cabeza y le sonrió con dulzura, mientras se disculpaba.

-No importa-dijo él-. He de irme a casa, lamento hoy no poder acompañarte.

Ella le restó importancia al tema, le dio un abrazo y contempló al muchacho ir a su casa, mientras ella enfilaba hacia la suya. En el camino fue pensando en él, buscando una manera de aliviar su dolor, sin embargo no se le ocurrió nada para ayudarle y se sintió terriblemente inútil.

En determinado momento se largó a llover, pero ella no lo notó de tan absorta en sus pensamientos, hasta que divisó su casa. Se detuvo a contemplarla con pena y pensó en lo deprimente que resultaba volver a casa y que no hubiera nadie esperándote allí.

Ella era huérfana, o eso era lo que le habían dicho, pero corrían rumores de que ella había sido abandonada por sus padres. A Tsukiyomi la habían encontrado cerca en un bosque, al lado de un gran árbol de cerezo, a los ocho años, sin saber qué hacía allí y sin recordar nada. Un hombre que tenía unas casas se apiadó de ella y le prestó una para vivir hasta la mayoría de edad, que era en la cuál vivía. A la muchacha le dolía estar sola, pero lo disimulaba muy bien con su alegría y su tierna y dulce sonrisa.

Se detuvo en el umbral, disfrutando la lluvia al golpear contra su piel y luego entró. No se había dado cuenta que había alguien vigilandola desde el oscuro y la observaba desde hacía ya un buen rato.

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