El Encuentro

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Capítulo Trece: "El encuentro".

Cuando Tsukiyomi lo vio, no supo qué hacer. Parte de ella deseaba quedarse quieta y admirarlo, y otra deseaba abalanzarse sobre él y cubrirlo de besos. Porque ahí, después de tantísimos años, real, no en sueños, estaba su amado, su alma gemela, su todo. Sam.

Él se veía increíblemente apuesto con un traje gris que hacía juego con sus ojos, su camisa negra y zapatos oscuros, y el brillo de ilusión y felicidad en sus ojos le daba un aire irreal. Sam avanzó hacia ella, viendo que Tsukiyomi no avanzaba. Posó suavemente sus manos en el pequeño rostro y con delicadeza quitó la máscara, para poder mirarla.

-Tsukiyomi -murmuró ahogadamente, como si le faltara el aire-. Tsukiyomi. Tsukiyomi.

Cada vez que decía su nombre, se acercaba un poco más, y ella lo apretaba contra él, incapaz de hablar. Después de una eternidad de mirarse a los ojos, absorbiendo la presencia del otro, convenciéndose de que ese momento era real, Tsukiyomi lentamente acercó los labios a los de Sam y lo besó, suspirando. 

Era como tocar el cielo, como aferrarte a la nubes, como una montaña rusa. Vértigo y emoción. Peligro de muerte. Fuego. Todo eso junto.

Sam sintió morirse, y deseó hacerlo, pues ese era el único deseo que había tenido realmente desde que ella había muerto, mucho tiempo atrás. Pero ahora la muerte no tenía sentido, porque ella estaba allí, entre sus brazos, real, tangible, preciosa. Y ella lo besaba de la misma forma apasionada que él, y Sam no puedo resistirse a recorrer ese pequeño y conocido cuerpo con las manos, asegurarse de que ella no era un sueño más, como esos miles que había tenido en esos interminables siglos, eternos. Fue moviéndose para adelante, arrastrándola, y la apoyó contra uno de los árboles, donde quedaban cubiertos y ocultos de ojos curiosos. 

Tsukiyomi sintió la madera dura en su espalda, y fue un raro contraste. La boca de de Sam era suave, dulce, sus manos sobre su cuerpo eran seda, pero su cuerpo estaba pegado al de ella, y podía sentir sus músculos, su cuerpo bien formado, y algo desconocido ardió dentro de ella, en su estómago, en su pecho, y la hizo acercarlo más y profundizar el beso.

Sam supo que si no paraba ahora, nada iba a pararlo después, e intentó separarse de ella, pero la niña no le permitió alejarse, por lo que dejó una línea de besos suaves a través de su mandíbula hasta su cuello. Pero cuando llegó a su cuello, la garganta le ardió de forma dolorosa. Los colmillos latieron y el impulso de alimentarse fue demasiado grande, por lo que sin controlarse la mordió.

Ambos soltaron un gemido. Sam fue presa de un placer indescriptible, y se aferró más a ella. Tsukiyomi sintió como si algo se escapara de su interior, y horrorizada, comprendió que esa era su alma, que él era un vampiro, y que iba a matarlo si no se detenía. Lo agarró por los hombros y trató de apartarlo pero no pudo, por lo que tuvo que pegarle una sonora cachetada.

Sam se apartó, confundido. ¿Qué había pasado? Se sentía... raro. Como más completo, mejor. La miró, y ella temblaba. Y entonces tomó consciencia de todo.

-Tsukiyomi... -murmuró-. Oh, lo siento tanto, tantísimo. Yo...

Se acercó, pero ella se alejó.

-No deberías habr hecho eso -dijo ella-. No vuelvas a hacerlo.

-Pero... No lo planeé. No pude resistirme, lo siento.

-¡No vuelvas a hacerlo y punto! -gritó la niña.

Sam se sintió dolido, pero tomó una decisión. 

-Está bien. No lo haré de nuevo, si tú me dices por qué me siento así, raro, lleno.

Tsukiyomi dudó.

-No puedo responderte eso, sólo sé que si sigues bebiendo mi sangre, ésta te matará.

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⏰ Última actualización: Mar 07, 2015 ⏰

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