Conociendo Al Enemigo

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Capítulo Siete: Conociendo Al Enemigo

Tsukiyomi salió a caminar bajo un cielo encapotado que prometía lluvia. Fue hasta aquel árbol de cerezos que tanto le gustaba y le atraía.

No fue hasta se sentó apoyándose sobre el tronco que sintió el poder que emanaba de él. Se volteó y apoyó una mano sobre el árbol, y notó la fuerza y pureza que fluía por éste. Cerró los ojos unos momentos y se concentró en ese poder, intentando absorverlo.

Lanzó una exclamación cuando esa energía la envolvió y tocó algo en su ser. Era la misma sensación que había tenido cuando Kyle le había dado recuerdos. Rompió el contacto ante el asombro, pues había visto muchos rostros allí, que permanecerían siempre en ella.

Eran muchas personas, niños y niñas, que no llegaban a los trece años, excepto una muchacha de su misma edad. Se detuvo en su imagen, pues creía haberla visto antes, en los recuerdos de Kyle. Supo que todos ellos eran sus hermanos, Almas Puras como ella, pero dolor profundo la sacudió cuando se dio cuenta de que estaban muertos. Todos ellos, asesinados por los espíritus.

Un deseo de venganza la recorrió y se juró no descansar hasta haber vengado a sus hermanos.

Sin embargo, notó que aquella muchacha de su edad aún vivía. Ella era realmente hermosa. Cabellos rojos, ojos claros y puros. Pero algo no estaba bien.

Su aura era roja. Ella era un espíritu. Se horrorizó al entenderlo y supo que, de alguna forma, debía salvarla. No sabía el como, ya que al eliminar a los vampiros, ella también moriría, a menos que...

Una idea se cruzó por su mente y en su cabeza comenzó a formarse un plan.

Ese tema parecía estar resuelto, mas había un sentimiento en su ser que Tsukiyomi no entendía. Era un anhelo que siempre había tenido, mas ahora se había intensificado enormemente. Era como estar esperando algo o alguien que fuera a venir pronto. Pero no era sólo ese nerviosismo a lo desconocido, también había ansias en ella, esperando impacientemente <<eso>> que habría de suceder.

En aquel momento, su mente rememoró al otro joven sus sueños, al de cabellos dorados, aquel que la había cautivado por el amor estampado en esos hermosos ojos grises. Supo que lo estaba esperando solo a él.

Volvió a apoyarse contra el árbol y cerró los ojos, pensando en él. Se deslizó en un sueño tranquilo, mientras los rosáceos pétalos del mismo caían y bañaban su rostro.

Soñó que estaba allí, al lado del cerezo, el cual era bajo el que dormitaba y el mismo del sueño anterior. Y como en el sueño anterior, ahí estaba él. El joven que estaba esperando.

Éste avanzó hacia ella y la estrechó en sus brazos. La joven, confiada, se apoyó sobre él, aspirando el aroma del hombre, derritiéndose ante ese perfume ya conocido, acariciando ese rostro tan perfecto, tan suave, tan dulce. Conocía esas facciones a la perfección, como si lo conociera de toda la eternidad. Sus manos se detuvieron en los labios que ansiaba probar. Y lo hizo.

Nunca había probado algo tan delicioso como esos labios. El beso fue suave al principio, pero subió de tono rápidamente, pues él exploraba su boca con ternura y necesidad a la vez. Como si necesitara los labios de ella tanto como ella los de él.

El muchacho se apartó de los labios de Tsukiyomi, obteniendo una protesta de la joven, pero siguió besando la delicada piel de ella, bajando por su cuello, para luego subir y tomar de nuevo en posesión aquellos dulces y frescos labios. La niña no podía despenderse de ese beso, no porque no podía sino porque no quería. Necesitaba ese cálido contacto mas que nada en el mundo y parecía que el muchacho también. Por otro lado, esa sensaciones tan intensas le trajeron recuerdos: sentir esos labios por todo su cuerpo, extasiándola de placer, estar rodeada por esos brazos, aspirar ese aroma cada mañana al despertar.

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