Convivencia

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Capitulo Ocho: Convivencia

Al conocer la historia de su origen, Tsukiyomi tuvo mucho que pensar.

Ella no creía en Dios ni en el Diablo, ni tampoco en el bien y el mal, simplemente creía que las acciones de las personas junto a sus intenciones podían definirse como buenas y malas según el daño que causasen. Por eso le sorprendió la comparación con ángeles a la que su raza habia sido sometida. A pesar de ser seres puros y buenos, incapaces de dañar a alguien, no tenían mucho que ver con aquellos seres luminosos.

Y ahora que sabía eso, se daba cuenta de que ella no era humana. Ella no era normal, como siempre había creído, y nunca iba a poder serlo. Eso le dolía mucho, el saber que nunca había tenido a nadie que la cuidara de niña, que no tenía padres.

Ese había sido una gran ilusion y una meta en su vida, el encontrar a sus padres estar junto a ellos, tener la oportunidad de amarlos y comprender el por que la habian abandonado.

A pesar de que ahora tenía a Kyle, su protector y a Dean, su mejor amigo para cuidarla, nada arreglaría todos esos años de soledad. Y no quería pensr en el tiempo que no recordaba nada, prefería creer que en ese entonces, alguien la cuidaba.

Recordó esos dos largos años, completamente sola, llorando cada noche eterna, sin nadie a su lado. Su vida mejoró al conocer a Dean a los diez años, pues tenía a alguien en confiar, alguien que se preocupaba por ella.

Con los dedos recorrió sus muñecos, sintiendo la piel levantada en las cicatrices. Eran muchas, pues durante esos dos años de pura soledad, había intentado suicidarse muchas veces, cortándose las venas para desangrarse, pero siempre algún vecino inoportuno la encontraba desmayada y la curaba. Con la llegada de su mejor amigo, dejó de cortarse, pero de cuando en cuando lo hacía.

Tocó su cicatriz más reciente que era de una semana atrás. Lo había intentado nuevamente, ya que nadie la interumpirría justo ese día, el día en que cumplía quince años. Pero algo lo había impedido. Luego de unos minutos de sangrar, la herida comenzó a cerrarse, impidiéndole morir, algo que deseaba fervientemente luego de quince años de mediocridad y de tristeza.

Absolutamente nadie, y menos que menos Dean ni Kyle, sabían que ella se cortaba. Ella tenía un transtorno de personalidad bastante grave, se lo habían diagnosticado a los nueve años. Su otro yo había surgido de la desesperación y el dolor que llevaba, intentando acabar con aquello, pero por lo general era optimista y alegre.

Nadie tampoco sabía de su enfermedad, e intentaba controlarse delante de otros, y a solas se transformaba completamente. Ese transtorno le traía muchos problemas, pero odiaba la idea de ir a un psicólogo, por eso se encerraba en ella misma.

La vida de la niña era muy difícil.

No pudo evitar estar deprimida casi todo ese dia, pues era un golpe duro. Aunque su protector y su mejor amigo intentaron animarla, la niña seguia mal.

La dejaron un rato en su habitacion y fueron a la cocina a buscar algo para comer. Mientras Dean hurgaba entre los armarios, sacando un par de cosas, Kyle fue directo al problema.

-¿Qué hacemos?-preguntó, angustiado.

El otro, aún revolviendo alacenas, le contestó.

-¿Acaso no es obvio?-y sacó un par de ollas, encendiendo una hornalla-. Hoy, la complaceremos.

Y sonrió.

-A ver-dijo Dean-. A Tsu le gusta el Mickly*, el helado de menta granizada, el chocolate y una pelicula como protagonista a Johny Depp o una buena comedia. Yo puedo hacer el postre, pero necesitaría que fueras a buscar el resto.

El hombre intentaba deshacerse de él a toda costa, pues quería quedarse a solas con ella, para hablar de algunas cosas sin ser interrumpidos. Pero parecía que él no se iba a ir a ningun lado, por lo que desistió de su propósito al no obtener respuestas.

-Está bien-dijo Dean-, iré yo... a la vuelta cocinaré. -y le echó una mirada envenenada.

Kyle sonrió disimuladamente y esperó hasta que el otro se fuera. Apenas escuchó cerrarse la puerta, fue hasta el cuarto de la niña a ver cómo estaba.

Esta estaba en su cama, en posición fetal, aún llorando. Al joven le dolió verla así y se acercó a ella, acostándose al lado suyo y abrazándola. Tsukiyomi se estremeció al sentirlo detrás suyo, pues ese perfume que Kyle desprendía era igual al de su amado, pero sabía que no podía ser él, ya que le había aclarado que sólo podrían verse en sueños y no sería peligroso, aunque no entendió esa parte.

-Kyle, vete. -dijo la niña.

Él no le hizo caso y la abrazo, sin hacer caso a la resistencia de ella. La dio vuelta, quedando cara a cara con ella. No pudo evitarlo, al estar tan cerca aspirando su aroma, bajó sus labios y rozó los de ella, juntándolos unos momentos.

Pero ese contacto húmedo lo conmocionó pues le recordó a alguien, a su amada. Se apartó muy rápido, fingiendo no haber visto el dolor y la confusión en aquellos ojos violetas. Salió de la habitación lo mas rápido que pudo y se acostó en el sillón de la sala, cubriéndose la cara con las manos.

Acababa de traicionara a Rose. Rompió la promesa que venía cumpliendo hacía mil años. Recordó el momento de esa promesa.

Su pequeña pelirroja corrió hacia él y se refugió en sus brazos.

-Ky...-le dijo-, tienes que hacerme una promesa.

El joven se había sorprendido, pero asintió.

-Tienes que promerterme que siempre serás mío, y que nunca amarás ni besarás a nadie mas que a mí. -le dijo con lágrimas en los ojos.

Kyle rio.

-Te lo prometo, princesa, seré solo tuyo. -le dijo con mucha dulzura a su alma gemela.

Su alma gemela... como la extrañaba. Aunque ella fuera un vampiro, seguía amándola como a nadie. La necesitaba a su lado, ya que sin ella, se consumía. Estaba al borde de extinguirse, pues había pasado demasiado tiempo sin ella.

Las almas requerían un constante contacto con su gemela, sino, la vida se estinguía aún mas rápido que por causas naturales. Era por esa razón que cuando uno encontraba a su alma gemela, no podía rehusarse a aceptar su compañía y su amor. Ese contacto era tan necesario como el aire para ambos. En la ausencia del compañero, la otra persona perdería su razón de existir y se marchitaría. En el único caso en que eso no sucedía era cuando el que sobrevivía era un vampiro, como en el caso de Sam con Tsukiyomi.

Kyle era una rara y única excepción: al ser el guardián del Alma Pura, se alimentaba de esa energía y eso le permitía seguir existiendo por la falta de su compañera.

Lo que acababa de hacer estaba muy mal. Acababa de romper su promesa y de besar a su protegida. Pero a pesar de que estaba escandalizado por ello, había algo que le llamaba la atención: había sentido algo por Tsukiyomi.

Se supone que si encuentra al alma gemela, no hay ningun otro sentimiento para nadie mas que para ella. Y tampoco había sentido ninguna reacción mala, pues el contacto físico con otra persona que no sea el compañero, provocaba perturbación y una horrible sensación en ambos.

Salió al frente a respirar aire fresco y el recuerdo de los labios de su compañera lo inundó y se sintió muy culpable. Lo peor fue sentir que su compañera lo sabía, sabía lo que había hecho y sentía traicionada, pero nunca lo admitiría. Sintió un dolor muy profundo y experimentó la urgente necesidad de verla.

Cerró los ojos, se concentró y la llamó con la mente. Esperó su respuesta, pero nunca llegó. Probó varias veces pero ella no le respondió y la desesperación se extendió sobre él, derrumbándolo.

Truenos lo sobresaltaron y al instante una suave lluvia se descargó sobre él, aliviando su dolor, y arrastrando sus lágrimas con ella.

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