-Deja de moverte.-Murmura Afrodita mientras ata el lazo del corsé de su invitada. Por tercera vez.
-Es que pica...
-Si, pero estás preciosa.
-Pues no merece la pena. Además también estoy preciosa con unas mayas y una camiseta grande.
Afrodita miro a Persefone como si acabara de cometer el mayor de los pecados. La había colmado de lujos incluso había diseñado un vestido perfecto y exclusivo para ella. Cedido por arriba y con una gran falda con vuelo lleno de gasa y detalles florales.
Persefone vestida con el se sentía como un centro de mesa de una boda. Inútil, ridícula y emperifollada.
-Encima de que me preocupo porque sepas vestir de manera elegante y regia... Recuerda que somos diosas, no podemos pasarnos la juventud como un mortal que vive en el sótano de sus padres.- Persefone se rió ante la comparación que hizo Afrodita de ella y una mortal simple y vaga. Pero aún así odiaba aquellos vestidos y hacer aquello de comer con más de 20 cubiertos.
A Afrodita le estaba costando mucho que ella se adaptará a su modo de vida.
Aunque Persefone había vuelto al Olimpo, no había vuelto a su casa, se había quedado con Afrodita. La diosa puso la excusa de que Persefone estaba confusa y que tenía el corazón dividido por lo que lo trataría con delicadeza para que se le pasará el efecto del síndrome de Estocolmo, ese en el que te enamoras de tu propio secuestrador.
Persefone nunca se había parado a pensar que era lo he pasaría cuando utilizará la vía de escape que le dio Afrodita, pero nunca se le habría ocurrido lo que acabo pasando.
Nada más lanzarse al río Estigio, se teletransporto a una especie de spa privado en la que la obligó a darse cinco duchas para "Quitarse la mugre y el olor a muerto".
Después de aquello le había dado un cuarto innecesariamente grande y con más ropa de la que podría ponerse en 4 años sin repetir jamás. Dio gracias a que Afrodita se dio cuenta de que el maquillaje sería demasiado para ella.
Aquel día estaban dando un tranquilo paseo por los jardines de Afrodita. Cuando no miraba Persefone se iba soltando los lazos de la espalda que no la dejaban respirar.
Las flores de aquel jardín estaba perfectas y radiantes sin que Persefone tuviera que hacer nada. Ella adoraba estar rodeada de flores, la hacían sentir como en casa. Pero no pudo evitar darse cuenta de que apesar de que en el la casa de Hades no había ni una sola flor, se había sentido más cómoda que en ningún otro lugar.
Hacía ya una semana que había vuelto al Olimpo pero cada vez se sentía más fuera de lugar. Afrodita podía leer las emociones de la gente, por los que noto la menlancolia de la joven al instante.
-¿Echas de menos en Inframundo?
Aquella pregunta debería de haberla sorprendido, pero se había acostumbrado a que la diosa del amor supiera lo que sentía en cada instante.
-Si.
-¿Y a él? -Si algo había aprendido Afrodita aquella semana era a no mencionar su nombre.
-Por mucha rabia que me dé... Si. Muchísimo.
-No hizo nada con mala intención...
-Si que lo hizo. Que luego se enamorada de mí no tiene nada que ver.- La joven diosa llevaba un cálculo aproximado y creía que ya habían tenido esa conversación 17 veces.
Contra todo pronóstico, Afrodita y Persefone se llevaban muy bien. La joven diosa le contó todo lo sucedido, todo lo que había escrito en aquel libro, cosas que ni siquiera había hablado con Apolo. Y aunque la diosa del amor ya sabía la mayoría de las cosas que le contaba, hasta aquel momento no sabía cuál era el punto de vista de Hades sobre aquello.
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Persefone y Hades
RomanceEsta es la famosa historia de Persefone y Hades. No la historia que todos conocen, no lo que contaron en el Olimpo, está es la verdadera historia. Persefone había confiado ciegamente en lo que le habían enseñado y contado en el Olimpo. Desde pequeña...