Capitulo 2

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Persefone hizo brotar del suelo seco y rocoso un racimo de Hipérico, una planta medicinal para el dolor de cabeza el cual la estaba matando.  No sabia que hacer, no entendía lo que había ocurrido. Tenia frió y le dolía el hombro por la caída. Persefone estaba apunto de ponerse a llorar cuando noto que alguien la estaba mirando.

-Sube, tengo mucha gente esperando después de ti para dar un paseito.

Caronte, con su maltrecha barca me miraba divertido desde el río. Al menos eso pensaba, ya que no era para nada como se lo habían descrito. Era un mortal, corriente y moliente de mediana edad con una túnica negra. Llevaba un tallo de hierva seca colgando de la sonrisa y tenia la mano tendida hacia ella para ayudarla a subir. Supo que no tenia mas opciones. A su alrededor solo había una explanada de roca negra que llegaba hasta el infinito. Se dio cuenta de que sabia lo que tenia que hacer, aunque no le gustara nada. Tenia que buscar a Hades, y pedirle amablemente que la volviera a enviar a su casa. También podría envolverlo en zarzas para llenarle el cuerpo de sarpullidos pero olvido esa idea, es mejor tener contento al dios de los muertos.

Con ayuda del marinero de aguas muertas subió a la barca y se sentó frente a el en la húmeda madera. 

-Jamas pensé que llevaría a una diosa tan joven al inframundo.-Dijo divertido al ver su cara de espanto.-Tranquila, no estas muerta estas aquí a petición de Hades, por eso no te cobrase el viaje.

-Tu... no... -Murmuro mientras el remaba río abajo.

-¿Yo no que?

-No... no te imaginaba así... Me habían hablado de ti y no... no te imaginaba así.

-Así que se habla de mi entre los jefes del Olimpo... Que alagador. Y entiendo tu confusión. Cambie mi aspecto y mi voz hace unas décadas, para no asustar tanto a los mortales. Facilita muchísimo mi trabajo.

Persefone pensó que era normal, pero aun así le parecía muy absurdo que Caronte el que ayuda a las almas a llegar al inframundo sea un.hombre con cara de bonachón que tatarea canciones.

No puedo evitar mirar el agua sobre el cual navegaban. No había almas nadando sin rumbo ni rostros fantasmales. No había nada. No entendía nada, su cabeza estaba echando humo y estaba agotada.

-¿Y las almas errantes del río?

-¿De que serviría mi trabajo si las almas ya van solas rió abajo?

- Así dicho tiene sentido...

Caronte soltó una entrañable risotada. Persefone no dejaba de pensar en lo agradable que parecía Caronte. Le pareció algo macabro disfrazar al ser que llevara las almas de los mortales en un hombre de mediana edad con aspecto agradable. Era como poner un caramelo en la puerta de una furgoneta sin ventanas.

-Ese rumor me lo invente porque era muy difícil llevar los muertos hasta el inframundo si se tiran cada dos por tres al rió para huir. A la gente le cuesta aceptar su destino, no quieren que su vida se acabe aquí. Ni te imaginas como me han intentado sobornar los mortales.

En ese momento Persefone se dio cuenta de que estaba sentada en el mismo lugar en el que se han sentado millones de mortales de camino al inframundo.  Se imagino toda la gente llorando, la gente asesinada, ejecutada, a los niños pequeños, la desesperación. Y se empezó a marear. 

Lo ultimo que vio antes desmayarse fue la sangre que había incrustada en la madera de la barca.

Caronte miro el cuerpo inmóvil de la joven diosa tirada en el suelo de madera. Parecía inocente e indefensa chica. Temía de lo que pudiera hacer Hades. Lo conocía desde hace mucho y sabia que no era ese tipo de persona. Aun así esta situación era realmente extraña. Por todos los muertos, ¡Tenia en su barca a la diosa de las flores sin estar ella muerta!

Persefone y HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora