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"Final"

Estában tan conformes con su vida juvenil en estos momentos que desearían tener un artefacto para detener el tiempo sólo para quedarse abrazados mutuamente, susurrando cosas de lo más empalagosas mientras sentían vergüenza una que otra vez. Realmente odiaban la idea de tenerse que parar de la cama.

Y sí era así, no tenían porque hacerlo. Era temprano para despertar de ese momento en el que ambos pensaban que después de algunos meses más de estar juntos -porque realmente sentían que iba a durar demasiado este romance- podrían decirse con total seguridad que se amaban.

Las piernas de Mikaela estaban entrelazadas con las de Yūichiro, como si en algún momento que dejaran de estar enredadas se romperían. Era una mañana algo calurosa, y aunque sus cuerpos les indicaba esto soltando un poco de sudor, no les importaba estar un poco pegajosos.

Es decir, ayer ambos estaban sudando más que ahora y siguieron en lo suyo, sin apagar la flama del momento.

El primero en despertar todos sus sentidos fue el Hyakuya, sintiendo de alguna u otra forma su cuerpo fresco pese al sudor, ¿esto era a lo que llamaban "el relajo" después del sexo?

— Yuu.—, llamó el rubio, alzando el mentón del nombrado, que se encontraba recostado en su pecho.

— ¿Hmm?— soltó relajado, sintiendo los dedos de su novio pasear por su espalda

— Tengo una erección.

Yuu lo miró sorprendido, era normal que eso ocurriera al despertar, pero Mikaela lo había dicho tan seriamente, qué no sabía que hacer.
En primer lugar. ¿Él si quiera tenía que hacer algo al respecto? ¡No porqué Mikaela le dijera eso significara que tuviera el permiso de agarrar la Mikaconda! ¿O sí? ¿Eso era una invitación por parte de su novio?

Sí lo era, vaya forma tan sutil de decirlo. Pero así era el rubio, precavido con sus palabras. A veces directo y a veces no. Es decir, ¿cómo sería escuchar a Mika decir "Yuu-chan, tengo una erección matutina y quiero que me masturbes, o me hagas una mamada, o tal vez la dejes entrar en ti, no sé, elige."?

Rió mentalmente al imaginarse tal cosa. Pero aún no respondió nada, siguió observando a su vecino, sintiendo el toque tan relajante que no paraba de pasear en su espalda.

— También estoy consciente de la tuya.— continuó el más alto, viendo como al azabache poco a poco iba alzando las comisuras de sus labios.

Estalló a carcajadas, tapando su boca con una mano para no hacer las risas tan escandalosas. Se le fue imposible ver la cara seria de Mika mientras hablaba de erecciones sin reír.

— Mikaela, por Dios.— continúo riendo.—, ¿qué pasa por tu cabeza?

El rubio también rió.— Simplemente lo dije, fue espontaneo.

Ambos siguieron riendo por tal estupidez, empujándose mutuamente por las tonterías que salían de sus labios sin temor de ser juzgados.

— ¿Y qué quieres que haga yo al respecto?— preguntó el azabache incorporando su cuerpo para quedar sentado.

Haciéndole caso a su mente de preguntar aquello, quería ver en que podría terminar la conversación.

Vecinos. [|MikaYuu|] •Concluida• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora