Capitulo 4.

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Durante una semana la rutina de trabajo de Yael era la misma, la mayoría de los arboles ya tenían sus prospectivos hoyos cada uno, eran más de 50 grandes árboles, se había encontrado a mitad de semana una montaña de piedras grandes abandonadas, estas eran de un color muy peculiar y brillantes, minerales del suelo eso supuso que eran, tenían una bonita forma redonda así que los utilizo para adornar los huecos de los árboles, ya tenía más de la mitad adornados con estas ''piedras''.

Le gustaba bañarlas en agua porque parecía como si estuviera viendo agua caer por muchos diamantes, a veces Yael era muy infantil en esos aspectos, pequeñas cosas y sencillas le parecían muy maravillosas y dignas de apreciar en este mundo.

Cargaba las rocas brillantes en una carretilla, así podría cargar de muchas y terminar más rápido, el sol estaba quemando muy fuerte, como era costumbre a las 2:00pm, le gustaba el trabajo pesado pues podía ejercitar su cuerpo, pero por otro lado no se estaba recuperando al no tener los nutrientes suficientes para esto, necesitaba comer más sano y no se sentía capaz de tomar algo del refrigerador de la casa de madera para él, pues sentía que no tenía derecho a eso.

Entonces de nuevo miro a la muchacha del otro día, ahora tenia sus cabellos sueltos y algo alborotados, tenia un prendedor en forma de flor que sostenía parte de su fleco, seguramente para que este no callera sobre sus ojos, no la saludo ni nada parecido, solamente le dio la espalda mientras esta pasaba a solo unos cuantos pasos a distancia de él.

Ella si lo miraba, con mucha determinación de reojo, cuando estaba cerca de pasar a su lado, sus pasos se volvían más lentos a propósito, pues le gustaba mirarlo trabajar, pero no tenia permitido entablar una charla con el jardinero, la Sr. Había sido muy estricta al comentarle que no quería amoríos de ningún tipo o amistades con los otros trabajadores, no quería problemas así que solo continuo su camino.

Yael estaba terminando de acomodar las herramientas y guardar las mangueras, estaba cansado y solo quería llegar a casa para poder escuchar un poco de música, cuando recordó que por fin hoy sería su día de paga, las fuerzas le volvieron al cuerpo al saber que por fin tendría dinero de nuevo.

Joven Yael –La Sr. Dhoner se encontraba a unos pasos de distancia, sosteniendo un sobre amarillo en las manos—

Dígame, en que puedo ayudarle.

Le he venido a entregar su primera paga, debo admitir que me gusta mucho el trabajo que hiciste con las piedras sobrantes, es como si el jardín siempre tuviera agua –La señora le dio el sobre a Yael con suma delicadeza, como si estuviera dándole un vaso de vidrio y se retiró sin más--.

Yael espero a que la Sr. Se alejará para poder abrir el sobre, sus ojos se abrieron en asombro, era un poco más de lo que había pretendido ganar, entonces una enorme sonrisa apareció en su rostro, estaba realmente feliz.

Cuando Thomás lo dejo en la tienda de doña Mercedes este entro rápidamente, miraba los estantes que contenían comida chatarra, panes dulces y galletas, se emocionaba pensando que podría llevar a casa esa noche, al final se decidió por llevar un refresco grande del sabor preferido de Laila, un paquete de galletas grande y algunas frituras con chile para él, además de unos cuantos caramelos para sus sobrinos, unos cuantos huevos para el desayuno, pan tostado y leche.

Laila abrió la puerta, seguido sus ojos se abrieron aun más por la sorpresa de ver a su hermano con bolsas en las manos, los niños que jugaban en los sillones corrieron curiosos por ver lo que su papá había traído a casa.

Para ellos Yael era su padre, siempre lo miraron de esa forma en su corto crecimiento, su padre biológico los abandono poco luego del nacimiento del niño, cuidar de la niña que conoció en secundaria y sus dos hijos no era su prioridad en la vida, así que simplemente un día se marchó y no volvió.

Hoy papá trajo algo rico para ustedes, el moreno sonreía mientras colocaba las bolsas en la mesita de madera, los pequeños se acercaron aún sin ver que les había traído y lo abrazaron con fuerza como pudieron, ya que llevaban algunos juguetes en mano, Laila se conmovía con esa clase de escenas, todavía no podía creer lo que su hermano mayor estaba haciendo por ella, aún después de que nunca hiso caso a sus advertencias sobre el padre de sus hijos.

Comenzó a sacar las cosas de las bolsas y acomodarlas sobre la mesa con cuidado, mostrando un poco de vergüenza, pues de esa forma se sentía al recibir cosas de alguien más.

Laila, tomare un baño, por favor prepara algo para la cena, por mi comida de mañana no te preocupes, compare algo en la tienda de la esquina. 

Las flores del ayer.Where stories live. Discover now