Capitulo 11.

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Para Laila el autobús era divertido, miraba por la ventanilla muy atenta, le gustaban las personas, como cada una vestida diferente, le gustaba imaginar a donde iban por cómo se vestían o lo que llevaban en manos.

Cuando miraba a una mujer bonita la admiraba, casi hasta parecer una acosadora, lo mismo hacia con los chicos guapos, no le interesaban, no por que no le gustaran, sino porque ya la habían lastimado una sola vez, y con esa única vez fue suficiente para decidir quedarse sola el resto de su vida con sus dos pequeños.

Sus planes para el resto del día eran: Ir a comprar un nuevo libro, pasar a la tienda de lazos preferida, ir a la plaza cerca de su casa a comer un helado con calma.

Las miradas de los hombres la incomodaban, no entendía por que era tan observada si no se consideraba bonita, no se vestía de la mejor forma y con sus embarazos había ganado peso.

Al salir de la tienda de lazos miro el sol, podía calcular la hora por su posición, era hora de tomar el bus de regreso a casa si quería tener tiempo de pasar por la plaza y volver caminando a casa.

Ojeaba su nuevo libro, ''Psicología para niños pequeños'', mientras el bus hacía su camino, miraba las ilustraciones animada, lo había conseguido por un precio de oferta.

Al llegar a la plaza había bastantes personas.

(¿Será que es sábado?).

Cerca del pequeño lago del parque estaban algunas bancas desocupadas, se acercó rápido a una y se sentó con calma, había algunos patos silvestres y otra clase de aves que no distinguía bien.

Miraba a los animales y su animo comenzaba a bajar, siempre que estaba sola le sucedía, solo podía pensar en el pasado y en cuanto aun le dolía.

Me veo de espaldas, caminando por una calle con casas viejas y algo destruidas, a algunas les faltan las rejas y a otras los vidrios de las ventanas, tienen cobijas y cartón para cubrirlo, todavía conservo una parte de mí muy dentro, hace dos semanas que salí del hospital por el nacimiento de mi segundo hijo, un precioso niño, mi falda está rota, llevo una blusa a la que le hace falta un poco de jabón, miro mi bolsa, esta completamente vacía, camino por la banqueta del lugar, de camino a la casa donde antes vivía con él, los coches pasan por un lado, zumbando con fuerza y algunos tocando el claxon, yendo a otros destinos, seguro mucho mejores que el mío, todos en el mundo parecen tener un destino fijo, menos yo, a mi me han quitado todo lo que tenía, y una sola persona a echo el trabajo solo.

No tengo ni un centavo, el estómago me duele del hambre, salí a caminar un rato luego de que de nuevo quiso golpearme, me insulto me jaloneo y me abofeteo, seguro al volver a casa me ira peor, soy tan miserable a mis casi dieciocho años, pero morirme dejo de ser una opción hace meses, tengo que cuidar de dos hijos mientras soporto al hombre que me arruino.

Al llegar a casa los bebés duermen en el suelo sobre un colchón viejo, cada día están más flacos y yo no puedo darles de comer de mi cuerpo, él de nuevo esta allí, sentado en una silla de metal mirándome, con esa misma cara, sus ojos me penetran hasta el alma y el miedo se vuelve a apoderar de mí, sé que un día cualquiera terminare muerta, nadie se enterara de mi muerte, solo mis dos hijos y ni siquiera podrán recordarme, no le importo a mis padres y mi hermano esta ausente, estoy lejos de donde viven y aquí nadie me conoce.

Sin darse cuenta Laila de nuevo estaba llorando, en un lugar público, las lágrimas se escurrían por su rostro, una tras otra al recordar, se llevo las manos al rostro y se limpio las lagrimas como pudo, agacho la cabeza para que nadie la mirara e inhalo aire con fuerza, el único hombre que había logrado amar, la engaño, la abuso y la arruino.

Entonces como si se tratara de una mala broma de la vida, frente a ella se sentó un hombre acompañado de una mujer joven, el aire dejo su cuerpo por completo y sus labios comenzaron a temblar, se encontraba aquel hombre mayor que ella, tenían 8 años de diferencia, estaba riendo con una nueva mujer, la abrazaba contra él con fuerza y le decía cosas al oído.

Laila solamente quería correr lejos del lugar, pero su cuerpo estaba paralizado, no podía respirar ni dejar de mirar la escena que la estaba desmoronando.

A ella le compro un helado grande, la abrazaba con cariño, le besaba la cabeza con amor y la sujetaba con cuidado de la cintura, mientras que a Laila nunca la llevaba a pasear.

La otra chica ni siquiera tenia marcas en su piel, estaba bien arreglada y era mucho más delgada, seguro tiene tiempo de hacerse manicura, seguro encanta su ropa con un bonito perfume, ¿Pondrá flores en la mesa? Seguro nunca tiene juguetes regados por todas partes y su casa es bonita, mientras yo lloro hasta dormir, viendo los años pasar, sola.

Cuando por fin el cuerpo le reacciono se levantó de la banca, comenzó a caminar lo más rápido que podía hasta salir de la plaza, ni siquiera se acordaba de respirar, los últimos años se había querido engañar, pensando que ya lo había superado, pero aún estaba lejos de hacerlo.

Tantos golpes sin piedad... tantas marcas de tristeza... Tomaste mi destino y lo destrozaste ... Me arrancaste la piel y me dejaste.

Desde lejos podía ver a su hermano, estaba al frente de la casa, echando agua a las plantas, ya estaba calmada y lista para fingir que nada pasaba.

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Las flores del ayer.Where stories live. Discover now