Ya me encontraba parado en el punto de reunión con Tomás, me sentía muy ansioso, había hecho caso y mi vestimenta era muy cómoda, mi cabello estaba recogido en una coleta hacia atrás, pantalones de mezclilla y una camiseta negra sin mangas, tenia un poco de frío por el fresco de la mañana, pero seguro luego estaría bien, miré el auto aproximarse y como era de esperarse, muy puntual Tomás ya venía por mí.
La tienda de la señora Mercedes estaba apenas abriendo, ella abría las puertas de la tienda pequeña y salía con una escoba para comenzar a limpiar la banqueta, echando agua para aplacar la tierra y poder barrer sin hacer mucho polvo.
--Buenos días Mercedes.
--Buenos días Yael, que tan temprano te levantaste hoy.
Le di una sonrisa a la señora de aproximadamente 60 años y subí a la parte trasera del auto que manejaba Tomás, le salude con la mirada desde el asiento de atrás y me acomode, el camino no sería muy largo, pero no tenía aún mucha confianza con él, así que durante el camino no dije nada.
Había tanto espacio para tantas cosas en el jardín, no sabía muy bien por donde iniciar, pues era demasiado el trabajo, seguro por varios meses tendría algo seguro, el sol apenas estaba asomando las narices así que decidí regar los pocos árboles que ya estaban plantados en tierra, unos realmente grandes, otros no tanto, inicie mi búsqueda por saber dónde se encontraba la llave del agua, camine por el terreno y me di cuenta que tenían cuatro en diferentes áreas y descubrí el cuarto de herramientas, mangueras, palas, palillas pequeñas, guantes, fertilizante, pinzas y toda clase de herramientas estaban ahí, entonces eso haría mi trabajo mucho más fácil que a como lo hacía en casa.
Tome una manguera que aún estaba en su paquete de compra, la abrí con cuidado y leí la caja, era de más de 40 metros, en realidad agradezco mucho que no tengan regadores automáticos porque yo no tendría trabajo, se me escapo una risa amarga y salí del cuarto de madera, era casi del tamaño de mi casa, como una cabaña de vacaciones para mí, tenía una pequeña sala con sillones rojos, eran tres, además de un escritorio de oficina con papeles y una silla elegante, una ventana grande con vista al jardín, una pequeña barra con sillas y refrigerador, además de estufa y un trastero, cuadros de flores y hadas adornaban la pared y todo era muy elegante, si de esta forma era el cuarto de herramientas de jardín no imagino toda la casa por dentro.
Arreglaba los huecos que retendrían el agua en cada árbol, no eran profundos ni derechos, yo los mejoraría mientras les echaba el agua, ya era pasado de medio día y yo continuaba arreglando los hoyos mal hechos y los desniveles de la tierra, había terminado de regar los arboles grandes, no tenía hambre a pesar de que no comí por la mañana, estaba realmente muy entretenido.
Eran ya las dos de la tarde, una joven con uniforme de sirvienta caminaba por el jardín, tenía dos trenzas en el cabello, era negro y pasaba de su cintura cada trenza, su piel era blanca con pecas en las mejillas y sus ojos azules, de baja estatura y complexión pequeña y delgada, sus pasos lentos pero seguros, atravesaban el gran jardín.
Yael estiraba sus brazos al sol, reclamando al día que ya se estaba cansando, con el chorro de agua de la manguera mojo sus cabellos negros y se sacudió como si se tratara de un perro, el estómago ya le estaba reclamando por comida, pero no había llevado nada de comer por la crisis que tenía en casa.
Luego de casi 30 minutos decidió ir a la casa de madera para empleados, tomaría un poco de agua helada para refrescar su garganta, pero no se atrevería a husmear dentro del refrigerador por vergüenza.
Al entrar dentro de la casa de madera del jardín se percató inmediatamente de la presencia de alguien más, una joven se paseaba por la cocina, moviendo platos y algunas verduras de un lado a otro, lavándolas y colocándolas sobre la barra de azulejos blancos de la cocina, su expresión era tranquila.
--Yael aclaro la garganta y hablo—Buenas tardes señorita.
--La chica soltó los tomates que tenía en la mano por el susto de la voz desconocida en el lugar, se dio la vuelta y entonces lo miro, un muchacho de piel canela, cabellos negros y largos, además de unos profundos ojos, solo tenía una camiseta sin mangas en color negro y pantalones de mezclilla, acompañado de botas de trabajo, (estoy segura de que es el muchacho del que me hablo la señora Dhoner)—Buenas tardes, me presento, soy trabajadora de la casona al igual que tú, estoy aquí porque es mi hora de comer, y en este lugar es donde preparo mis alimentos, espero no causarte molestias si utilizo la cocina a estas horas, a diario.
Ella volvió a darse la vuelta y comenzó a recoger los tomates que habían caído al suelo, por suerte ninguno se reventó.
Yael no quiso acercarse a la cocina y mejor salió de nuevo del lugar, a él no le habían asignado un horario para comer, aunque no lo necesitaría hasta después de su primer pago, mejor bebería agua de la llave del jardín, que esas sobraban.
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Las flores del ayer.
RomansaYael es un joven de pocos recursos que día a día se empeña por ser mejor persona y cuidar de su familia, dejando de lado muchas de sus necesidades apenas a sus 23 años de edad. Gracias a un anuncio de trabajo termina trabajando en el jardín de una c...