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Conversaciones y la calva de Verdecito

Plasmadas las almas están, atrapadas e incesantes gritan, porque dentro de sí, se desata el infierno, la pasión y el hielo.

DERIAN.

Recuerdo ese día perfectamente, tan bien, como si hubiese sido ayer. Porque fue mi favorito; fue cuando la vi sonreír por primera vez, con su cabello rubio golpeando su rostro y aquellas manos inquietas, sin saber qué hacer por lo viva que se sentía.

En cuanto la tomé de la mano, salimos rápido del lugar.

Habían demasiados reflejos y humanos, fascinados con los esklave bañados en oro y plata, bailando en el centro y entregando el famoso licor que había creado Cid gracias a una de las gemas conseguidas de las minas; una bebida que sin duda, podía drogar a cualquiera, haciendo que éste alucinara y perdiera el conocimiento en cuanto su cuerpo no aguantase más.

Ese hombre era desagradable. Lo peor de todo, era que para mí se parecía al Lorax. Debía dejarse el bigote por más tiempo...

Sonreí al sentir cuán cálida era su mano, pese a que dentro, todo su ser era frío. Lo sabía perfectamente porque al suspirar no sentía nada, ella era como un alma en pena que estaba moviéndose, respirando, hablando, pero que no vivía realmente, y eso me emocionó.

Me llenó de curiosidad y, no pude evitar pensar en mi madre ante aquello.

—Nos van a ver, ¿a dónde piensas llevarme?—cuestionó, frunciendo el ceño levemente, dejando que viese claramente el color de sus ojos.

Le sonreí con mayor intensidad y, pasando por alto las personas que estaban ya demasiado drogadas, me dirigí hacia una de las puertas donde mis guardaespaldas ya me estaban esperando.

Había ido solo a la fiesta por Ayla.

Y me iba, solo por ella.

—Ten—Le dije, colocándole mi saco y entrando con ella a la camioneta negra. La calefacción en segundos golpeó nuestros rostros y volví a sonreír.

Me sentí mejor que cuando mi padre me dejó golpear al tío Kayne.

—No te das cuenta que, ¿me estás raptando?—comentó, ladeando el rostro con su ceja alzada. Era una ceja divertida, y muy sexy—. Ni siquiera sé tu nombre.

— ¿Mi nombre?—susurré, acercándome, quedando frente a ella. Me sorprendía que no se asustara, que no hiciese nada, ella era en pocas palabras; segura, decidida y candente—. Nah, no es necesario.

— ¿No es necesario?—abrió la boca, alardeando de cómo podía mover sus cejas en la indiferencia de todo.

—Irrelevante...

Ayla se acomodó en su puesto y giró su vista hacia la ventana.

Noté que dentro de sí, se hallaba conforme con haber salido, ya que sabía que no le era fácil salir de la mansión de Cid, no cuando no era bajo sus órdenes o para ir a bailar, matar, seducir y volver a matar. La habían convertido en un arma mortal desde niña y ella a pesar de eso, jamás se permitió a liberarse.

—Sonríes demasiado—murmuró, aún con la vista en la ventana. Me dejó claro que veía mi reflejo en él, así que sonreí más, haciendo que ella dentro de sí no hallase—como siempre—una respuesta a sus preguntas.

—No veo por qué el odio hacia la felicidad—respondí, deslizándome en el cuero del asiento y colocando música desde mi celular para que sonara por todo el auto—, es uno de los sentimientos más hermosos que, siendo expresado, lo es más.

REFLEX [✔#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora