¿Qué quieres ser?
¿Qué ocultas? No lo sé, ¿Quién realmente eres?
Toda la noche pasé pensando tres cosas; la primera, en cómo me iba a acercar a la Sra. Gilmor. La segunda, en el joven de ojos grises que, aparentemente estaba sumido en el auge de la fiesta y la tercera pero no menos importante; cuándo podría escapar para ir al baño.
No sentía, pero tenía necesidades humanas.
Las miradas estuvieron sobre mí, como cazadores que buscaban a su presa. Puedo decir que eran más los reflejos que me observaban, que los mismo humanos. Cosa extraña porque, más de una vez había entendido que a ellos les molestaba no poder percibir ningún sentimiento en mí.
Sin embargo, me dediqué a pasar entre ellos, con los guardias que, a mis espaldas, me cuidaban. Llevaba el antifaz negro con incrustaciones de diamantes, como obsequio de Cid que de algún modo, impedía que supiesen quién era y a quién le pertenecía. Pese a esto, siendo la única que llevaba el color rojo, fui la rosa en el lugar, entre el mar negro, gris y blanco que me rodeó.
—La rosa, mi rosa—dijo Cid, tomándome de la cintura, esbozando una sonrisa.
Disimuló unos segundos mientras platicó con varias personas, luciendo como el imponente y poderoso hombre que disfrutaba de lo que poco a poco, estaba consiguiendo. Él por su parte llevaba solo una máscara dorada, con sus iniciales, detalladas y dibujadas con oro.
Esperé unos segundos porque sabía que me estaba controlando y que además, deseaba decirme algo sin verse demasiado sospechoso.
>> ¿Qué ocurre con el aviso?
—No es tan fácil como creí, hay demasiada gente—expliqué, sintiendo cómo apretaba mi cadera en el intento de hacerme daño—. Ella parece entender que si la ves habrá problemas...
Cerré los ojos y suspiré profundamente para luego, oírle mascullar en mi oído:
—Más te vale hacerlo rápido. No quiero que estés rondando más por aquí—advirtió, soltando una risa y al tiempo dándome un leve golpe para que me alejase, haciéndome sentir el pesado reloj que reposaba en su muñeca.
No dudé en alejarme.
Divisé un par de veces más, por si me encontraba con el niño reflejo una vez más antes de empezar con el trabajo, pero fue difícil encontrarle. Él simplemente no dejó rastro alguno y su máscara brillante no estaba a la vista.
Sin más que hacer, me encaminé por los pasillos donde pronto, me encontré con la mujer que le estaba dando dolores de cabeza a Cid; adentrándose en el baño decorado de forma colonial, con un sofá redondo en el medio y las luces dándole brillo a su vestido plateado. Entré después de ella y, sin que lo notase, le puse seguro. Pegué mi espalda a la puerta y suspiré profundamente mientras la mujer solo aplicó más labial morado en sus labios.
No había piedad, no había control, simplemente cumplía con órdenes previas sin si quiera una pizca de remordimiento que me carcomiese.
Tomé la daga que me había sido entregada, la cual contenía una especie de líquido que producía enrojecimiento y un gran ardor, hecho especialmente para Cid y sus macabros actos, y me acerqué a ella. El caso era que yo no debía preocuparme por cuidarme, por defenderme o por no dejarme ver, además de que estábamos con máscaras, era solo una advertencia, lo cual, no era mucho.
La mujer apenas se percató de mi presencia, mirándose al espejo, luciendo coqueta, arreglándose el vestido y luego, alzando la vista para fijar sus ojos en mí, a través del espejo rodeado de metal dorado.
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REFLEX [✔#2]
ParanormalSEGUNDO LIBRO DE LA SERIE #2 Seguramente ya te han consumido, pero ahora... ahora te harán sentir. #2 Suspense 20/01/21 Protegida por Derechos de Autor Co, 2020. © No copiar, no adaptar ni tomar nada de la historia.