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¿Qué éramos?

El humano siente. El reflejo consume

Ella no sentía, y él no consumía.

DERIAN.

Ser hijo de Aník y Eila Kuznetzov siempre fue un reto.

No me quejaba, la responsabilidad sobre mis hombros siempre fue grata. Pero cuando el horario de trabajo me impedía comer, me convertía en toda una bestia hambrienta.

Caminando tan recto como me era posible, observé las velas artificiales en los candelabros que iluminaban el gran salón en forma de óvalo mientras se unían a la esencia de frutas tropicales que replicaba contra los altísimos ventanales que más de cinco empleados debían dedicarles una hora, como mínimo.

Saludé a cada uno de ellos, hasta que me encontré con un rostro familiar.

—Señor, le han llamado de casa—informó Roderick. Una bandeja de plata relucía en sus manos. Me detuve al instante para escucharlo—. Su madre ha estado dejando varios mensajes, ya que usted no parece contestarle. ¿Qué hago al respecto?

Una sonrisa risueña se escapó de mis labios y lo abracé.

—Oh, vamos, deja de ser tan formal, Roderick—solté, notando cómo una sonrisa crecía hasta llegar a sus ojos marrones—. No soy mi abuelo, ni mi tío y mucho menos mi padre. Habla como siempre lo hemos hecho desde que tengo memoria. Llegué hace dos días. Me siento terriblemente regañado si me hablas así. Soy solo Derian, ¿okay?

Parpadeó varias veces antes de carraspear y, dudoso, tras las intensas conversaciones que siempre tenía con mi tío Avén, intentó asentir. No tuve más remedio que remover sus hombros para que se relajara un poco, evitando que se sintiera observado.

—Sé que intimidan, sé que como humano puedes creer que corres peligro con una sola falta, pero eres parte de esta familia, Roderick. Fuiste parte de mi escurridiza infancia. Relájate y ve a tomar algo, yo invito—dije, antes de comenzar a caminar de espaldas—. Ah, y dile a mi madre que la llamaré luego.

—Está bien, le daré el mensaje, señ...—alcé las cejas, él al instante sacudió la cabeza, corrigiéndose—: Derian.

En un rápido y aliviador movimiento, me dejé caer en el sofá blanco, queriendo terminar todo el trabajo que seguía acumulándose para tomar un respiro.

— ¡Perfecto!—asentí, tomando una carpeta—. Y, por favor, comunícale a Alania que me encantaría beber alguna de sus maravillosas bebidas. ¡Muero de sed!

—Eres inmortal, no morirías, mojigato.

Me giré al escuchar la voz de la única reflejo que podía llamar mi amiga. Lo significaba todo en ese mundo repleto de tinieblas. Le sonreí, mientras ella se quitaba los lentes de sol, me sacaba el dedo del medio y se lanzaba hacia el sofá, pidiendo otra bebida.

—Hola, sí, claro, siéntate—rodé los ojos, bajando las botas altas de cuero que terminaron en mi regazo—. ¿Un masaje, Izye?

Ella se sostuvo en sus codos.

—Pues no me vendría mal—guiñó un ojo, señalándose—. He trabajado por días. ¡Así que, venga, hazme un poquito de magia! Tienes manos poderosas después de todo.

Volvió a subir sus piernas, cerrando los ojos. No dudé un segundo en aceptar que ella dejara sus piernas ahí. Una reflejo como Izye era difícil de tratar, más cuando su determinación y brusquedad eran parte esencial de cada acto y, sinceramente, no quería ser golpeado.

REFLEX [✔#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora