Capítulo XIV

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Acabo de actualizar el final del capítulo anterior. Échale un vistazo por si acaso.  Y ahora a leer. Espero que disfrutéis de la lectura.

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El padre de Jason, Noah, nos señaló la salida con un movimiento con la cabeza indicando que deberíamos salir. Yo no sabía qué estaba pasando. Mirella y yo le obedecimos. Me daba un mal presentimiento. No me gustaba nada lo que estaba pasando, y el no saberlo me aterra.

Una vez fuera, Noah abrazó a su mujer.

- ¿Qué está pasando? – le preguntó Mirella.

- Se ha excedido con la bebida. – la mujer se puso pálida. – Pero tranquila, estará bien. – La tranquiliza acariciándole la cabeza a la vez que la acerca más así para abrazarla.

No creo que todo esto sea por que haya propasado con la bebida. Intuyo que algo más.

- ¿Qué le pasa? – pregunto de repente sin poder contenerme. Los dos giraron sus cabezas hacia mí. Me arrepiento al momento, no debería haber preguntado. – Lo siento, – empiezo a disculparme bajando la cabeza – no quería-

- No pasa nada. Tienes derecho a saber después de traerlo al hospital. – me dice Noah, el más calmado de los dos – Jesse padece de diabetes tipo 2. – siento como si me derramasen una jarra de agua fría por todo el cuerpo - La última vez que bebió más de lo permitido para su estado estuvo bastante mal. El hecho de que lo haga de nuevo puede hacerle mucho daño en el hígado. Al padecer de diabetes, es más propicio a sufrir grandes consecuencias debido al exceso de alcohol en el cuerpo. Ahora han entrado a hacerle análisis más análisis y ver la cantidad de insulina que le tienen que inyectar y evitar cualquier problema.

Cada vez que iba hablando me sentía mal por Jason. También, me iba sintiendo más culpable. Pensar que se pondría peor me enferma.

- Lo si-siento. – tartamudeo. Es lo único que consigo decir. La voz me fallaba.

Internamente deseo que no le pase nada y que espero que se recupere lo antes posible. Mis pies me fallaban. Miré a mi alrededor y vi que había unos bancos a un lado de la pared cerca de la puerta donde se encuentra Jason. Me siento, ellos hacen lo mismo imitándome.

Encerré mi cara con ambas manos. Deseando que el doctor salga y diga que todo está bien y que a Jason no le pasará nada. Observé la pareja de al lado. Estaban ambos atormentados. Sus caras mostraban el dolor que sentían por su hijo, un dolor que no podría ni imaginarme.

En ese momento me percaté del amor que deberían de tener hacia su hijo. Lo juntos que están ambos en un momento tenso como este. El amor paternal es lo mejor que hay, sobre todo tipo de amor. Pero este amor en momentos difíciles es el que más daño hace. Mis ojos se empañan recordando a mis padres en la misma situación. El apoyo de ellos era lo único que tenía. Dos lágrimas escaparon de mis ojos, lágrimas que no pude contener. Unas lágrimas limpié de inmediato. Si me ven sus padres se pondrán peor y ese no es el objetivo.

Pasó un cuarto de hora y salieron los enfermeros, después de ellos les seguía el doctor con una libreta en mano. Los tres nos levantamos de golpe.

- ¿Cómo está mi hijo, doctor? – dijo Mirella alejándose del abrazo de su marido y acercándose al doctor.

Este mira su libreta y se quita las gafas.

- Por ahora no hay ningún problema. Está estable después de proporcionarle insulina. Pero estará ingresado aquí hasta el domingo si sigue estando estable. Lo tendremos en observación durante este tiempo. – lo que sigue diciendo lo hace con la jerga de los médicos. De todas formas, yo ya había desconectado después de escuchar que estaba bien. Sentí un alivio temporal sabiendo que por ahora está bien.

Si Es Contigo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora