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Lágrimas de guardián

No ha sido fácil lograr que se despierte. Desde hace rato tiene la cabeza apoyada sobre el mesón como si estuviera muerto, aunque en realidad solo está dormido. Le tomo el pulso varias veces para certificar que no haya sufrido algún shock y que su sangre esté circulando de forma normal; al hacerlo, confirmo que está mejor que nunca. Me dirijo al grifo y lleno un vaso con agua, me acerco a él y se lo arrojo sobre la cabeza para ver si de esta forma despierta, pero el intento resulta inútil; no consigo que pestañee siquiera. Traigo otro vaso con agua y hago lo mismo, pero el idiota continúa durmiendo como si nada. ¡No despierta! Me dirijo de nuevo hasta la llave para llenar un tercer vaso y tirárselo encima de nuevo, con el ceño fruncido y una media sonrisa diabólica dibujada en mis labios. Sé muy bien que con esto no despertará y que seguirá sumido en su desierto de fantasías donde el agua no parece afectarle, pero al menos, me servirá para descargar mi rabia, esa rabia que siento por no poder ver algo más de aquella historia que me tenía embelesada.

     Ha pasado algo más de una hora desde que volví de aquel lugar al que fui transportada. Me siento un poco insatisfecha y con más preguntas que respuestas surcando plácidas en mi interior. Ya se hizo algo tarde y debo ir al cuarto a descansar. Estos días han sido inusuales, agotadores y horripilantes, han sido los días más extraños que he vivido en toda mi vida. Días en los que he experimentado todo tipo de vivencias, negativas en su mayoría. Días en los que he visto cosas tan salidas de contexto que para la ciencia serían una tomadura de pelo. Días que no parecen tener la más mínima intención de terminar.

     Después de tres vasos de agua en la cara, dejo a Darren sobre el mesón y me dirijo hasta el cuarto de mi hija para verificar que se encuentre bien, pero cuando estoy a punto de abrir la puerta me detengo. No sé si deba ponerme mi venda para verla, aunque ella esté dormida. Pero luego recuerdo otra cosa. Los efectos que produje en las personas que murieron comenzaron cuando ellas me miraron a los ojos, por lo tanto, creo que no habrá problema alguno si solo la veo yo. Tengo que entrar en silencio para no despertarla. Quiero ver por un momento su hermosa carita para alimentar mi alma con nuevas fuerzas.

     Abro la puerta con la mayor precaución y cuando certifico que en realidad se encuentra dormida, camino un poco hasta la cama para ponerme a su lado. Aún se escucha mucho ruido afuera, enfrentamientos y explosiones por toda la ciudad, por eso me parece increíble que no haya despertado aún.

     ¡Mi hija es tan hermosa! ¡Su carita es tan cautivante y tierna! Ver su rostro es lo que me llena de orgullo cada día, es el motor que me ha impulsado a seguir adelante todos estos años. Me pongo a su lado y la miro con la mayor de las fijaciones, enamorada, y al hacerlo, el rostro de ese bebé recién nacido, el hijo del caballero azul que vi de esa forma tan extraña, viene de inmediato a mi cabeza. ¡Ese bebé era tan parecido a mi hija! Su color de piel, su cabello, e incluso ese mechón blanco que se le otorgó al nacer. Verlo a él era prácticamente igual a ver a mi hija el día de su nacimiento. Esa escena me ayudó a entender la razón por la que Darren tiene ese mechón. Eso funciona más o menos como un distintivo, una cualidad que la muerte les obsequia a todos sus guardianes para que se diferencien del resto de las personas desde el momento de su llegada a este mundo. ¿Pero por qué diablos mi hija también lo tiene? Solo se me ocurre que esto sea producto de una enorme casualidad.

     Miro hacia un costado de la cama y veo una cámara sobre una mesa de noche. La tomo y la observo; está en perfectas condiciones y su batería tiene algo de carga. Miro a mi hija y no logro evitar que surjan los deseos de hacerlo: quiero tomarle una foto.

     El flash emite un destello estorboso que ilumina las paredes. Siento algo de temor cuando la luz de la cámara ilumina su rostro. Alisto mi venda para ponérmela ante el más mínimo movimiento, no obstante, no hay necesidad de hacerlo; ella no despierta, sigue durmiendo tan plácida que hasta llega a causarme envidia.

LA MUERTE TIENE OJOS AZULES (Disponible en Librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora