XV: Victoria.

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Katherine se revolvía en sus mantas. La luz de la luna entraba a raudales por la ventana enorme a la que su cama daba la espalda. Se detuvo y comenzó a mirar el techo. La conversación con la reina Victoria le daba vueltas en la cabeza, es más podía verse a si misma en una esquina como un espectro, pálido, intangible.

»—Su Majestad, lady Katherine—la presentó el criado.

Katherine respiró hondo y traspasó el umbral, hizo una reverencia leve. La habitación estaba en las penumbras, transmitía el ambiente de Londres, penumbroso, agrio y gris. En una silla alta esperaba una mujer, vestida completamente de negro con un velo tapándole la cara. Katherine no pudo evitar pensar en como su ropa de cama no era apropiada, de todos modos ella era una señorita.

—Mi hermosa niña— la voz de la reina sonaba tan cansada que por un momento el criado dio un paso y se detuvo.— Puedes retirarte, Cain.

—Su Majestad— se dio la vuelta y cerró la puerta al salir.

—Querida acércate, toma asiento— señalo con un gesto grácil a una silla.

Katherine caminó y se sentó. La pequeña bata que Agnellys le puso encima no detenía el frío y menos sus zapatos de seda.

—Espero el palacio te este siendo de tu agrado.

—Por supuesto, es más de lo que merezco, Su Majestad— la voz le salió algo rasposa.

Katherine era muy diferente a muchas chicas de su rango e igual a otras. Las señoritas de alta cuna estaban siempre en vestido elegante, jamás se habrían dejado ver en su ropa de cama, o en pantalones como un hombre, pero ella y otras creían que era absurdo usar algo tan seguido que no te dejara respirar, yo me reía ante eso, si supieran del futuro donde las mujeres usan pantalones y ni un corsé estarían saltando en un pie.

—La noche es hermosa, ¿no crees? El cristal se ve con un brillo hermoso, con la luna reflejada, como un espejo, mostrando los peores monstruos y a las bellas criaturas de la noche. Albert creía eso, oh mi amado— se llevó la mano tapada con mangas largas del color del luto al corazón.

Katherine permaneció en silencio.

—Siempre has sido una chica callada y tímida, pero tan valiente y dura a la vez, ¿el trabajo que te pongo es difícil?— la miró a través del velo.

—No, Su Majestad. Es interesante. Y sirvo a usted— inclinó la cabeza en respeto.

—Tras tus padres... creí no encontrar gente de confianza, pero tú... has entrado en lo oscuro, en Whitechapel, en East End, en tantos lugares por mi, y has resuelto cada uno. Cuidas de mis súbditos, de mi gente, como yo desearía hacerlo. Solo una niña...

—Nadie cuida mejor de nosotros que usted. Siempre me recuerdo que es una mujer la que se sienta en el trono— repuso Kat con una media sonrisa aristócrata—, una reina, me inspira completamente.

Otra persona diciendo eso y probablemente la mujer más de sociedad se habría espantado. ¿Una mujer? ¡Es una reina! Por encima de todos. ¿Como podía dirigirse informalmente?

—Muy halagada— contesto la reina—, te traje aquí para hablarte de algo que me puso a pensar. Mi hija esta encantada contigo, como mi hijo.

—¿Maxwell?— alzo la cabeza.— Disculpe, ¿se refiere a el príncipe Maxwell?

—Ciertamente. Mi pregunta es, ¿has pensado en casarte Katherine?

Ella parpadeo. Por primera vez la habían tomado de sorpresa en ese palacio.

—¿Casarme? Pero, disculpe, no he sido presentada a la sociedad, no tengo edad.

—Bah, son cosas como diría mi esposo— se detuvo—, como solía decir: cosas de antaño. Estamos en otro siglo, mi niña.

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⏰ Última actualización: Sep 13, 2019 ⏰

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