Nos montamos en su coche y fuimos a un bar cercano a tomarnos algo y a hablar tranquilamente.
Me contó que antes de divorciarse, sus padres compraron una casa en Sicilia, en primera línea de playa. A partir de ahí, toda la descripción que estaba haciendo a la marcha sobre el lugar me hacía imaginármelo como algo idílico. Empezó a enumerarme los motivos por los que tenía que ir a ver aquello y lo que me iba a arrepentir si no iba. Le comenté que si no le parecía pricipitado invitarme sin casi conocernos, por muchos amigos que él quisiera llevar.
-Vale, tienes razón, vamos a conocernos ahora. ¿Qué quieres saber de mí? -Preguntó apoyando los codos sobre la mesa. -Vivo con mi madre, no fumo y no tengo perro.
-No me refería a eso. -Dije esbozando una pequeña sonrisa y tapándome la cara.
Empezó una ronda de dos o tres horas de preguntas sin sentido sobre gustos y aficiones, seguidas por respuestas todavía más tontas. Acabó besándome al final del paseo que rodeaba el parque más cercano a mi casa.
Intenté quedarme con todos los detalles de cada beso suyo, a veces se me hacía imposible. El atardecer acabó convirtiéndose en noche cerrada. Pretendí recordar cada árbol que nos rodeaba, cada destello de luz que la farola de atrás soltaba al estar medio fundida. Me fijé, aún con los ojos cerrados, en cada uno de sus movimientos. Así bien para guiar mi mano hacia su rostro, como para acariciar mi brazo con sus dedos hasta llegar a mi cintura. Su agarre empujándome suavemente hacia él. Su respiración, la mía. Pero lo que hacía únicos estos momentos era la sensación de saber que los dos sentíamos lo mismo. Mis labios parecían sincronizarse con él mejor que con nadie. Cada beso superaba el anterior.
-¿Subes a casa? -Dije sin pensar.
-¿Cómo? -Preguntó sin esperarse la invitación.
-No, no, a tomar algo y eso. -Aclaré los posibles malentendidos.
-¿Ahora? Sí, sí, claro.
Saqué un par de cervezas y me senté a su lado en el sofá. Él estaba ojeando mis apuntes de biología y metiéndose con ellos por ser “temario fácil y dado muy por encima”. Defendí el hecho de que para él sería fácil porque estudiaba esa carrera, pero yo no entendía por qué debía estudiar temas sobre plantas o el ser humano si no tenía nada que ver con lo que yo quería hacer y lo único que conseguía era complicarme el curso. Entramos así en un pequeño debate sobre lo que es esencial saber o no para ser veterinario, con más vacile que discusión. Me quedé sin argumentos válidos y decidí levantarme a por otra cerveza. Cuando abrí la nevera escuché cómo, gritando desde el sofá, Harry cambió completamente de sentido la conversación con un “tenemos un tema pendiente, ¿no?”. Pregunté que a qué se refería y no me contestó. Giré sobre mí misma para dirigirme de nuevo al sofá pero Harry estaba apoyado en la barra de la cocina, dándole un último trago al botellín de cerveza.
-¿Qué tema decías? –Volví a preguntar.
-Lo de conocernos, realmente no hemos llegado a nada interesante. –Respondió mientras dejaba el botellín vacío sobre la encimera.
-¿Y a qué quieres llegar, si se puede saber? –Pregunté cambiando el tono confuso de antes por uno más juguetón.
-Ven. –Me pidió siguiéndome el juego.
Di un par de pasos, los necesarios como para estar a unos centímetros de él, aunque yo estuviera a una altura mucho menor, y me humedecí los labios sin dejar de mirarle a los ojos, espectante. Sosteniendo fijamente la mirada, cogió una de las cervezas que yo tenía en las manos y se sentó en la barra con un pequeño salto.
-Ya puedes volver a tu sitio. –Dijo acompañándose de un gesto con la cabeza.
Y le dio un trago a la botella.
-Eres un capullo. –Reí ante la situación. Dirigí mi mirada hacia su cerveza y volví a reír. –Te dejo con tu rubia.
Me agarró del brazo al ver que mi intención era alejarme, para evitarlo. Bajó de la encimera para ponerse de pie, aunque fuese imposible que estuviésemos los dos a la misma altura, y consiguió que solo nuestras respiraciones nos separaran. Inclinó la cara hacia abajo, rozando mi nariz con la suya mientras contenía el aire en sus pulmones; y lo soltó con una pequeña sonrisa, tan verdadera como el gesto de su pulgar acariciándome la mejilla.
-En realidad soy más de morenas.
(Narra Alli)
Tres días a base de preguntas. Preguntas sin respuesta como “por qué yo”, “cómo no me di cuenta de con quien estaba”, “por qué él”... Repitiendome lo mismo una y otra vez. Echándome culpas que no me pertenecían y dándole vueltas a algo que no daba más de sí. Yo tampoco daba más de mí. No podía seguir buscando una explicación a todo esto, simplemente porque no la tenía. Pero a pesar de todo, y aunque estos tres días se me hicieran como tres semanas, no estaba enfadada. No sé si se podría definir como tristeza, decepción o apatía; o quizá las tres juntas, pero no sabía ni cómo me sentía ni cómo debía sentirme.
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Butterflies.
FanfictionMelanie era una niña, que como casi todas, soñaba con ser una princesa y tener su príncipe azul. Pero con el paso los años, se dio cuenta de que la vida real no es como la pintan en los cuentos de hadas. Madura, y deja de creer en el amor. Empieza...