MARCAS DE AYER

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-- Oiga, si su historia resulta ser muy, pero muy larga... ¿entonces puedo venir mañana para seguir escuchándola?

-- Claro. A media noche mi júbilo será oficial, así que voy a estar en casa todo el día mañana -- sugerí divertida.

-- Verdad que se jubila abuela. Con ese cabello que tiene, aveces olvido el tiempo y lo vieja que está...ayayai, ¡mi oreja! -- estaba jalando por una obvia razón. Provocó mis instintos de regaño con llamarme abuela y encima vieja.

-- ¿Qué fue lo que acordamos hace un rato, pequeño?

-- ¿Que se jubila?

-- ¿Ah?

-- ¡Digo...!, ¡No ser imprudente!

-- Exacto -- lo solté y él comenzó a acariciar su oreja.

-- Entonces... ¿Cómo eran antes, todos ustedes?

-- ¿Además de pequeños y problemáticos? Bueno, no mucho más que eso. Pero nos gustaba jugar bastante.

-- Tengo entendido que papá se fué del pueblo a los 17 ¿Qué fue lo que pasó... exactamente?

-- Tu sabes que hubieron problemas.

-- Lo sé, pero mamá no quiere darme detalles. ¿Problemas? Eso es muy general. ¿Qué tipo de problemas?

-- Mmm, verás. Eran del tipo de problemas sentimentales que, en su momento, generaron un mal sabor en la garganta. Hubo un tiempo anterior a los problemas, un tiempo en el que fuimos tres simples amigos. Pero eso cambió repentinamente el día que Naruto se fué. Ya de adultos, y con el tema supuestamente sesgado, nuestra rutina de trabajo fue interrumpida con su repentina visita al supermercado. Y vaya que fue sorpresa, porque ninguno de los dos esperábamos que, después de 10 años, Naruto tuviera las agallas de regresar al pueblo.

-- Espere. Si papá estuvo en las afueras del pueblo tanto tiempo ¿Por qué no los llamó? Eso hacen los amigos.

-- Creímos que ya no iba a regresar. Y de no ser por tu... otro padre, entonces era muy probable que jamás lo hiciera.

Parpadeó inquieto -- De esa forma parece que enserio tuve gran parte de la culpa. Pero...

-- No digas eso.

-- Lo sé. Fuí yo quién dijo que nadie era culpable de nada. Pero "si fuera alguien de afuera, y si no hubiera vivido lo que yo viví, entonces me echaría la culpa a mi mismo"

-- Pero no lo eres. Así que ni pienses en eso.

-- Vale...

-- ¿Quieres que te cuente la historia completa o te vas a ir a llorar al cuarto primero?

Menma sollozó un poco antes de asentir enérgicamente con la cabeza.

-- Sisi, voy. Pero prometo regresar abuela.

Suspiré profundo y contuve mis ganas de lanzar el siguiente cojín que tenía en la mano.

-- ¡No mojes tanto el cubrecama!

-- ¡Pondré una toalla!

.

.

.

Aquel pueblo rodeaba un lago. Eran muchos ríos y muchos puentes.

La única entrada era un camino de asfalto que recorría un extenso tramo desde la gran ciudad hasta el pequeño pueblo de nuestros protagonistas.

Dos horas de distancia, si viajas en auto desde la gran ciudad.

Pero lo que más destacaba en ese pueblo era la interminable e indefinida caída de la lluvia.

Lluvia Eterna /En Correcciones/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora