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La habitación era un tanto inferior para Carmen. Se había acostumbrado a un ambiente más íntimo en vez de una gélida habitación. Le habían dicho que el barco era nuevo y como su llegada había sido tan inesperada no había preparado las cosas para que estuvieran a su altura.Predominaba la madera oscura, el blanco de las sábanas de la cama y la pequeña ventanita redonda por la que pudo entrar algo de luz.
Escuchó unos tímidos golpes en la puerta y gritó "adelante" para dejar a la persona entrar.
—Bu... Buenas— saludó Remy asomándose por la puerta sin saber si entrar o no.
La mujer se dedicó a arquear la ceja para que siguiese. No tenía tiempo para estupideces.
— El capitán quiere que sepa que tanto yo como una sirvienta en formación estamos a su disposición para cualquier deseo— anunció el cocinero.
Carmen se sonrió satisfecha y le indicó que se acercase a ella.
—¿Y si deseo clavarte una daga en el corazón?— preguntó con una voz extrañamente sensual.
Sus rizos negros y sus labios siempre rojos desprendían un aliento afrodisíaco cada vez que hablaba.A medida que Remy se acercaba ella hacía lo mismo moviendo sus gran caderas y dejando que la ventana dejara entrar luz que resaltará su morena piel.
— Tienes el derecho de hacerlo... Pero con permiso del capitán. Digamos que estoy aquí para cosas más mundanas— aclaró el joven preguntándose si se refería a una daga física o era alguna metáfora.
— ¿No luchas como los otros?— interrogó intentando agarrar su brazo.
— Cocinar es lo mío— esquivó.
—Me extraña que tu padre te deje solo ser cocinero.
—¡Lo sabes!
—Lo intuía pero me lo acabas de confirmar... ¿Por qué no te obliga a luchar?
—Soy algo delicado y me necesita.
—No soy quien para juzgar sus métodos pero si me importara un hijo frágil mío lo dejaría en tierra buen protegido. Por otro lado sería una gran deshonra que alguien de mi sangre no se supiese valer por si mismo.
Siempre habían bromeado que él era un crío, pero, cada vez retumbaba más en sus oídos esos insultos. La única que no lo juzgaba era Anthia...
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Las olas chocaban cada vez más contra el barco desestabilizándolo y dificultando la tarea de los grumetes que intentaban limpiar la sal de la cubierta. No se aproximaba ninguna tormenta ni tampoco eran tan fuertes los vientos pero las olas se encrespaban para molestarlos.Esa pelea del mar contra su hogar creaba un enorme éxtasis en Jakar. Contra más viento hubiese más rápido iba y en menos tiempo llegaba a su objetivo.
—¡Rufianes! Vamos rumbo a la isla del templo. Parece que llegaremos en menos de lo esperado pero quiero parar en alguna isla cercana, antes.
—Ay ay— Confirmaron todos los que le pudieron escuchar.
Las noticias se esparcían rápidamente y no le importaba que algunos no se hubiesen enterado todavía.— ¿Una parada?—Preguntó Santiago que sorprendió a su padre por detrás.
—Quiero recargar suministros.
—Ya lo hicimos en Paraíso Negro.
—No hay suficiente vino—le indicó con la mano a una botella vacía sobre una mesa.
—Hay algunos que se están quejando Pa... Capitán.
—¿Qué veneno sale de sus bocas?
—Dicen que les pagas menos de lo que se merecen y que no compartes lo que les interesa a todos.
—¡Les pago lo que esa panda de vagos se merece! Extiende lo segundo— pidió agarrando el timón para corregir un poco el rumbo.
— Muchos hombres no pudieron permitirse una buena mujer para desfogarse y quieren compartir a la prisionera contigo.
—¿Conmigo?— suspiró.
—¡No! No contigo... Compartirla... ¡Pero no a la vez!—explicó con algún que otro gallo interrumpiendo su voz barítona.
—No me gusta que me cuestionen, soy yo quien tiene el poder en este barco.
—Eso no lo duda nadie...
—¡Sí! Sí lo dudan... Aquí soy yo el rey y si debo guillotinar con mi espada alguna cabeza para demostrarlo, lo haré sin dudar ni un segundo— gritó apretando los dientes.
—No podría estar más orgulloso, padre—respondió Santiago con lágrimas de cocodrilo en los ojos.
—¡TODOS A CUBIERTA!—vociferó Jakar elevando su cabeza para que retumbar por cada escondrijo.
Poco a poco se fue acumulando la multitud que miró curioso a su capitán. Anthia subió también puesto que ya se había aburrido de no poder hacer nada.
—Me han dicho que hay algunas personas que dudan de cómo os pago—todos miraron a Porfirio inmediatamente pues tenía fama de chivato, aunque no había sido él, sabía que la paliza se la iba a llevar igual.
—¿Qué es este alboroto?—dijo Carmen al ir y colocarse junto al capitán.
—Problemas que debo resolver con mis hombres.—No hagas ninguna locura— contestó la mujer de forma monótona.
—Carmen, no me desafíes—gruñó Jakar avergonzado de que le ridiculizar en frente de los demás.
Con las manos en alto se fuéramos dejando solo el eco de sus botas retumbando en la madera y los ojos de los pervertidos que la seguían con la mirada.
—Tenemos una invitada a bordo y la tenéis que tratar como si fuese segunda al mando.
—Ay ay— contestaron al unísono.
—Por otro lado os debe quedar claro una cosa... ¡Yo soy vuestro capitán! Yo decido lo mejor para vosotros. Si no os pago lo que queréis que os pague tenéis que trabajar mucho más de lo que hacéis. Si queréis disfrutar de buena compañía debéis impresionarme o contentaros con vuestras manos. Aprender a manejar la espada que sirve en batalla pues las mujeres son las que entrenan con la otra.
Esta vez no hubo contestación, quedaron en silencio sin saber muy bien qué acaba de pasar. Cualquier intento de motín había sido suprimidos y cada vez parecía más difícil que Anthia volviese a su corte por la estupidez de piratas no academizados.
—¿Ay? Preguntó el capitán sin hacer otra cosa que elevar una ceja.
—¡Ay! Exclamaron con fuerza para no mostrarse débil o mentiroso ante él.
Con la misma velocidad con la que se reunieron se separaron para hacer cada uno su función lo mejor posible y no enfadar al temible Jakar.∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆
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La pasión del pirata
AdventureLos miembros de la alta sociedad viven sin saber que algo oscuro les acecha. Los mares son infestados de bestias y piratas que roban algo más que oro. Descubre una historia más complicada que amor y aventura. ¿Eres capaz de entender las diferentes p...