El castigo de Carmen

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—Solía acordarme de esas noches, cuando eras apenas una mujer y solía verte al atardecer en el hueco entre la taberna y la tienda de tu padre— comentó Thiago, mirando el campamento desde el pequeño monte que había encontrado.
Había deseado ver a Carmen después de los sucesos del día. Tenía demasiadas cuestiones que aclarar.

—Yo me acuerdo con más cariño de lo que te imaginas— respondió Carmen, terminando de acomodarse sobre una roca que había en el lugar.
La reina de la noche brillaba con sus criadas, dando una luz tan pura y serena que iluminaba el lugar de forma aterradoramente hermosa.

—Cariño... Así querías que te llamara... ¿Verdad?—preguntó Thiago llevándose las manos a la cabeza y frotándose el ojo. Como si quisiera olvidar esa parte de su vida.

—Así te negaste a llamarme cuando tuviste la oportunidad. Todavía recuerdo ese día. Dejaste de ser un hombre de la tripulación... ¿Y por qué? Una mujer se unió a la tripulación ¿Y que?—Defendió la joven, claramente ofendida por las ocurrencias inventadas que había generado a lo largo de los años.

—¿Tanto te extraña? Ya no te reconocía. Tu cabello se oscurecía más cada día. Tu voz dulce se convertía en veneno para los oídos. Te dejaste atrás y creaste un monstruo—Escupió Thiago que seguía intentando concentrarse más a las vistas que en su vieja amiga.

—Sabes perfectamente que no fui yo quien me creó. Sabes, que yo no tomé las decisiones. Hice lo que hice para sobrevivir— explicó Carmen inclinándose hacia el joven y apoyando su brazo contra el suyo.

—Eso es una farsa. Tenías claras tus decisiones y sabías que podías haberte marchado de aquél barco junto a nosotros—respondió el chico sin rechazar la cercanía de ella.

—No podía— se quejó cabizbaja. Su voz se había reducido a la de una niña en vez del súcubo que fingía ser.

—¡Claro que podías! ¡Joder! ¿No lo entiendes?— dijo Thiago alterado. Sus manos acompañaban el énfasis de su discurso cada vez que habría la boca. Tenía muy clara su posición y era casi imposible convencerle de que no tenía la razón.

—¿Que hay que entender?— quejó Carmen ya separándose más de su antiguo amado.

—Henry siempre estará solo y ya es mucho milagro que sigas a su lado—susurró el joven como si sus palabras fueran una verdad absoluta— No quisiste dejarle cuando tuviste la oportunidad. Eso nos hace enemigos desde ese momento. Me había enfrentado a Jakar por Henry. El amor de mi padre es lo que me ha permitido seguir vivo. ¿Por qué nos llamaste? Sabes que él se enfadará cuando se entere de que no me has clavado tu espada.

—Todavía estoy a tiempo de hacerlo ¿No crees? Os hice venir para esta misión. Necesitaba a hombres imparciales a los problemas entre los dos capitanes... Fréderick parecía el candidato ideal.—respondió la mujer asegurándose de que sus rizos estuvieran bien colocados.

—Henry te matará cuando sepa de esto.

—Soy fiel a él y él lo es a mí— gruñó Carmen con lágrimas amenazando a salir de sus ojos.

—No, Penélope, No es fiel a tí.

—Ya no soy Penélope— respondió dolorida. Todos, desde hace ya años, la llamaban Carmen falsamente. Su pasado había sido borrado para crear a otra mujer.

—Él es fiel al recuerdo de una mujer que le abandonó. A tí te quiso matar hace tiempo y empiezo a creer que lo consiguió. Mírate ahora, no eres la joven que captó mi atención entre todos esos esclavos. No eres la chica a la que ayudé escapar de la venta—respondió agrio el joven. Empezó a empujar las pequeñas piedras del suelo con el pié. Quería buscar cualquier distracción de la verdad que tanto daño le había hecho. Su padre y su gran enemigo seguían viviendo en el pasado. Su piel ya se había estado calentando en los últimos minutos... La traición era demasiado grave en esos momentos y parecía que volvía a vivirlo todo otra vez.

—Soy la mejor versión de mí que jamás haya existido—Gritó la mujer poniéndose en pié y sacudiéndose la suciedad del suelo.

—Eres una copia barata de la mujer que le cautivó. No tienes verdadero encanto, ya no...— dijo con más pena que veneno en sus palabras. Quizás aún le quedaba un ápice de esperanza en que su vieja amiga volviera entre toda esa fachada.

—Tu padre no opina lo mismo.

Thiago le agarró de la camisa al momento, erguiéndose derrepente en forma de protesta. De todas las cosas que podía permitir, esa no entraba en el trato

—Mi padre es igual de idiota que Henry. También desea ese recuerdo, pero sobretodo, necesita de forma imperiosa tener todo lo que Henry posee. Por desgracia tu eres suyo y ahora el capitán Jakar te quiere para él— explicó el pirata finalmente soltándola tras sus afiladas palabras.

—Buenas noches, mi amor—sonrió maliciosa Carmen — es hora de que piense en el castigo que le voy a poner a la esclava. Tengo muy claro que me voy a divertir. Sobre todo tras enterarme de que le has cogido cariño a la petimetre.

Los ojos de Thiago se abrieron... No podía ser... ¿Su padre iba a dejar que la justicia fuera ella? Y por otro lugar... ¿Que había hecho Anthia ahora?

—No entiendo a dónde quieres llegar con esto.

—Lo he visto en tu mirada Thiago. La miras con el mismo deseo y el mismo odio que siempre podía ver en tus ojos. Esa vergüenza por verte distraído de tu labor por una mujer. Y esa cara de amargado que mostrabas al llevarla hacia tu padre... Era la misma que ponías cuando me acompañabas a la estancia de Henry y te veías obligado a esperar en la puerta hasta que acabásemos.

—No voy a hablar de esto contigo—respondió pausándose por uno segundos—Carmen.

—Yo solo sé que me voy a divertir, casi tanto como lo hizo Orca cuando la pobre fue a robar un arma.

La joven desapareció en la oscuridad dejando a Thiago solo, mirando al suelo y con el puño cerrado

La pasión del pirataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora