Déjame ayudar

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Habían pasado 5 días desde que Carmen se había unido a ellos. Por mucho que Anthia intentaba acercarse a ella, esta se alejaba con una mirada intensa. El odio no habitaba en ella, sin embargo la princesa no podía entender lo que le sucedía.
Jakar había ordenado que se ocupara de todo lo que la pirata le ordenase pero solo hablaba con Remy.
El pobre cocinero había afilado todas sus espadas, cosido cualquier desperfecto en su ropa y preparado un banquete porque a ella le apetecía mucha comida, sin embargo solo se comió dos alas de un pollo.

-Límpiame las botas- ordenó aburridamente.

-Enseguida- dijo Anthia intentando ayudar a su amigo.
Sin embargo la mujer le hizo una seña de negación y se acercó a Remy para que lo hiciese él.

-Perdone, Carmen...-habló ya enojada-No es que no me agrade la idea de no trabajar pero Remy siempre te ha servido y no he hecho nada. Está cansado y tiene más obligaciones en este barco que yo. ¿No te parece un tanto injusto?

-Vivimos con injusticias y esta no es una-respondió fríamente y volviendo a señalar su botas.
Su compañero acató sus órdenes y los dejo impecables.

Carmen, seguidamente salió sin agradecimiento alguno.

-Estoy muerto- resopló el joven.

-Lo sé... No es justo... Jakar me ordenó que lo hiciese pero ella no me deja.
-Al final te has dado por vencido...-resaltó limpiándose el sudor con un pañuelo

-¿Como dices?

-Sigues sus órdenes cuando siempre te negabas.

-Si, he entendido mi posición en el mundo- mintió.

- Eras una mujer de corte... ¿Por qué?

La princesa no podía contarle lo que era. Rápidamente pensó en el señor Lancel que había estado cuidando de ella cuando la raptaron.
Se había agobiado con un ataque al palacio y su padre pensó que sería buena idea llevarla a un lugar callado y recluído de grandes familias cortesanas sin perder los lujos de la corona. Ella sabía que no era aceptada en ese hogar pero se suponía que la estancia iba a ser corta. Sin embargo la guerra seguía en pie y era el lugar más seguro para ella. Aunque, al parecer no estaba a prueba de piratas.

-Mi padre obtuvo una recompensa por su participación activa en la guerra.

-Lo siento no debería hablar de un pasado al que no puedes volver. Me alegro de que hayas aceptado tu situación de esclava.

-Si...- respondí sin prestar realmente atención a lo que decía el cocinero. Solo quería salir de la monotonía del barco.

-Bueno mejor dicho sirvienta... Esa palabra es un tanto dura... No te considero una esclava.

-Ajá...

-Eres superior a eso, una dama no, una diosa.

-¿Qué?- preguntó Anthia recobrando la atención de inmediato.

-Oh... Nada, almenos nada importante...

-Te he escuchado Remy...

-Lo siento, he perdido la cabeza, solo pretendía adularte y- intentó decírmelo nervioso antes de que un pirata irrumpiera en la habitación.

-Remy, sustitúyeme en labores de cubierta, Jakar quiere que supervise a la chica.

Remy abandonó mudo la habitación y el otro hombre agarró a la dama por la muñeca llevándola hasta dónde guardaban todas las armas.
La habitación estaba muy mal iluminada consistiendo el sistema en dos o tres velas repartidas por la habitación. No había ninguna ventana y estaba en el lugar más recóndito del barco.

-¿Qué pasa?¿Por qué estoy aquí?

-Solicité al capitán tu ayuda para limpiar las armas. Era para que pudieras aprender. Me llaman Orca y debes seguir todas las indicaciones que te dé-dijo seriamente mientras le hacía una seña para que se sentara en el suelo.

-De acuerdo...-respondió analizando al hombre. Su nariz era picuda y sus labios finos se escondían bajo el largo bigote que habitaba en su cara.

-Cierra los ojos.

El ambiénte se tensó y el silencio del lugar se hizo notorio. Podías sentir el barco moviéndose levemente y las olas chocándose contra la madera.

Ella cumplió el orden, sin embargo los volvió a abrir al escuchar la carga de un arma de fuego y sentir algo frío contra se frente.

-¿Porqué me apuntas?- preguntó intentando mantener la calma.

-No te he dicho que hables, quítate la ropa o aprieto el gatillo-dijo con un bajo gruñido.

-Bien que me enseñas a limpiar un arma...-dijo preguntándose si Jakar sabía algo de esto.

--Bien que limpiaré de pólvora está arma si no me obedeces- amenazó con una mirada impaciente- quiero ver lo que ve mi capitán, es hora de recibir una recompensa.

La joven asintió y empezó a intentar deshacer el lazo del corset que se había puesto ese día. Con el miedo estaba tardando una eternidad en quitárselo, por lo que, decidió hacerlo él mismo.
La agarró por la cintura y coló una daga entre las cuerdas que no fácilmente se rompieron.
Anthia jadeaba del terror al igual que este lo hacía por deseo.
La estaba agarrando del muslo aún con la daga contra su pecho. Podía sentir el frio metal ,deslizándose sin cortar, contra su piel y el asqueroso aliento de Orca sobre su sensible cuello.

Las manos del pirata exploraban zonas nuevas y manoseaba todo lo que podía.A menudo agarraba con demasiada fuerza y la mareaba cambiando sus manos de sitio. Las quejas de la chica solo parecían provocarle más. Empezó a darle mordiscos a las zonas más apetecibles mientras ella intentaba librarse de sus brazos que la apretaban con fuerza.
Lloraba desesperaba, no podía controlar lo que le pasaba a su cuerpo y eso la oprimía en lo más profundo de su ser. Quería apartarse de él, de su tacto y de la habitación oscura llena de armas afiladas.

Él, acompaño su desnudez e hizo lo que quiso con la princesa.

-Impura-pensó Anthia varias veces mientras era usada.
Jakar y Orca le habían quitado la inocencia, cada uno a su manera.

En medio del juego entró Remy patidifuso que al verlos simplemente pidió que parase. Al ver que no le hacía caso, agachó la cabeza y se fue, dejándola a la merced del hombre que la controlaba.

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¿After all this time? Si!!!!!!

Lo siento de verdad, no he podido escribir con mis estudios pero cada vez que podía intentaba añadir una frase para llegar a las 1000 palabras que suelen tener mis capítulos.
Espero que os haya gustado y perdón por la tardanza.

También me ha resultado bastante difícil escribirla.
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La pasión del pirataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora