Capítulo III -|Editado|-

21.2K 1.4K 155
                                    

Hell pisó el acelerador y contestó el teléfono. Era Hannah.

- Te he estado llamando toda la mañana - dijo enfadada - ¿Dónde estabas?

Hell resopló. No estaba para regañinas de nadie, y menos de ella. Su relación con Hannah era algo extraña, ni él mismo sabía qué eran. De lo que sí estaba seguro es que no quería una relación seria. Aunque se había molestado en dejárselo claro, siempre estaba con la misma cantinela.

Optó por no decir nada y dejar que pasase el temporal.

- ¡Estoy harta de que me ignores durante días y después vengas arrastrándote como un perro a mi cama!

- Yo no me arrastro - contestó Hell ofendido -. Nunca. Ni por nadie.

- ¡Pues eso me lo dices la próxima vez que vayas drogado hasta las trancas y no tengas quién te ayude! ¡Eres un cabrón, no merezco esta mierda!

"Ya empezamos..." Se acercaba el huracán Hannah y no quería tener ningún contacto con él, ni siquiera por teléfono.

- Mira, nena, voy conduciendo y no puedo hablar ahora. Te llamo luego.

- Que te den - dijo Hannah antes de colgar.

¿Enserio? Hell no podía creer que ella acabase de hacer eso. ¿Qué él era un cabrón? Había sido quien la había sacado de todo ese mundo de la prostitución y quién había confiado en aquella chica rubia de intenciones dudosas.

Y ahora tenía que cargar con su mal humor y sus arranques de celos. Oh, qué poco entendía a las mujeres...

Lanzó el móvil a la parte trasera del Lamborghini y aceleró de nuevo. Conforme el vehículo adquiría velocidad, sus reflejos iban agudizándose, su pulso aumentando, y la adrenalina fluía por sus venas como si formase parte de él, como si fuese una parte indispensable para sentirse vivo; así era.

Si tenía que morir, por favor, quería morir joven y con uno de aquellos subidones de adrenalina.

Aceleró una vez más. La aguja del velocímetro parecía querer salirse de su sitio pero Hell no estaba dispuesto a ceder. Tenía la necesidad imperiosa de estamparse contra el primer vehículo que se encontrase en la carretera. Sabía que tener este tipo de pensamientos no estaba bien, pero le importaba todo una mierda aquel día.

De repente se escuchó el móvil en la parte trasera: "R U Mine?" de Arctic Monkeys.

No lo cogió. Ni tan solo llegó a escucharlo porque su cabeza estaba demasiado ocupada asegurándose de que aquel loco no se estrellase y se matase, puro instinto de supervivencia.

Finalmente saltó el contestador de voz.

- ¿Hell? Soy yo, Tears. Ya hemos llegado a Paris. Solo te llamaba para avisarte y pedirte un favor...No vas a querer hacerlo, pero si no me ayudas moriré hoy mismo. ¡Sé que estás ahí así que coge el maldito teléfono y no me tengas aquí hablando sola como una idiota!

Frenó de golpe. Las ruedas chirriaron bajo sus pies y dejó el coche allí, en medio de la carretera. Se llevó las manos a la nuca y escondió el rostro en el volante.

"Joder, tío, ¿en qué estabas pensando...?", dijo para sí cuando recordó las irrefrenables ganas de salirse de la carretera.

Cogió el teléfono y lo puso en manos libres para poder continuar conduciendo.

El Lamborghini hizo un suave ronroneo y se deslizó finamente sobre el asfalto. Aquel si era un buen coche.

- ¿Qué quieres que haga, enana? - dijo asegurándose de que esta vez controlaba la velocidad a la que conducía.

Cocaína (Saga Adrenalina I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora