Kiara iba enfurruñada en el asiento de copiloto. Era algo que lo irritaba considerablemente; tratar con gente enfadada no era lo suyo. Le dirigió una mirada fugaz y ella hizo lo propio. A veces se preguntaba en qué estaría pensando. Cuando se lo preguntó, tardó varios segundos en contestar.
- Me pregunto a dónde vamos – dijo apoyando la cabeza contra la ventanilla -, y cuánto tardaremos en llegar. Tengo sueño.
-En Las Vegas no se duerme, preciosa.
La cara que puso ella en aquel momento lo hizo sonreír. Estaba totalmente consternada.
-¡No vas a llevarme a ese antro de pecado y descontrol! - exclamó indignada - ¡No contigo!
-Oye, creo que tú no estás en posesión de decidir nada. No, está claro que el que decide aquí soy yo.
-Pero al menos podremos discutirlo – propuso -. ¿Por qué no otro lugar? Podemos... Podemos ir a Miami... O California, no sé, cualquier lugar menos Las Vegas.
Hell la miró arqueando una ceja.
- Continúa intentando convencerme. Vamos a Las Vegas. Además, ¿qué problema tienes con esa ciudad? Es una verdadera pasada.
-¿Has visto The Hangover? Pues me da miedo pensar que pueda pasarme algo remotamente parecido contigo. Y sé que va a ser así.
-Oh, nena, no tienes ni idea de lo que ha llegado a pasarme a mí... - rio – Además, precisamente porque vas conmigo no va a pasarte nada, no tendrás otra oportunidad como está en tu vida. ¿Sabes jugar al póker?
Kiara se limitó a mirarlo con mala cara. Hell suponía que no, no sabía jugar al póker. Iba a ser divertido llevarla a los casinos. Suerte que habían comprado aquel vestido de cóctel.
Las próximas dos horas se mantuvieron en silencio. No fue un silencio incómodo, ni tampoco forzado. Simplemente surgió y Hell se sintió relajado. Escucharla quejarse continuamente lo irritaba de una forma que lo asustaba. En más de una ocasión había tenido la tentación de cerrarle la boca con esparadrapo. Y lo asustaba precisamente por eso, porque sabía que no sería capaz de hacerlo.
Cuando entraron en la ciudad, Hell paró en un semáforo y le mostró un listado de hoteles en el teléfono.
-Elige – pidió palmeando el volante con nerviosismo.
Kiara lo miró confusa. Hell supuso que no se esperaba aquello, pero es que a él le importaba bien poco a cuál de ellos ir, pues todos eran de amigos y familiares.
-Este... Este está bien... Supongo, me gusta el nombre – murmuró devolviéndole el móvil con reticencia.
Por unos instantes, Hell estuvo a punto de devolvérselo, de decirle: ten, llama a tu novio, a tu padre, diles que estás bien, quédate tranquila. Pero no lo hizo. Consiguió a callar esa vocecita interior, esa débil y estúpida vocecita interior.
El sol se estaba poniendo y la luz anaranjada junto a la iluminación de la ciudad entera dio paso a la inauguración de la noche.
El hotel que había elegido Kiara era, irónicamente, el preferido de Hell. Se llamaba Paradise y los Capobianco tenían allí una suite especial para ellos ya que DD y Babe eran asiduos a jugar en los casinos todas las semanas.
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Cocaína (Saga Adrenalina I)
Ação- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - EDITANDO - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - ¿Y si te quemas, Hell? ¿Qué pasa si te quemas? Hell Capobianco no tiene lo que se diría una vida difícil. Alcohol, sexo, drogas y dinero: esos son los pilar...