Capítulo XX

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Babe miraba por la ventanilla. Se sentía algo insegura a pesar de ser su marido quien conducía; siempre se sentía segura con DD. Sus hijos iban en la parte de atrás discutiendo por algo. Babe no supo descifrar cuál era el motivo y tampoco le importó no hacerlo. Había algo en el ambiente aquel día que la hacía querer lanzarse sobre DD y no soltarlo nunca más.

-Taylor viene detrás – dijo su marido en un susurro notando su nerviosismo.

Alargó una mano y acarició su muslo para mostrarle que él sí estaba tranquilo y que no había motivos para estar preocupados. “Pero lo estoy”, pensó Babe apartándose un mechón de la cara. Hell le gritaba algo a Sky sobre la hija de Rhett. No comprendía por qué discutían por ella ahora, iban a devolverla en cuestión de unas pocas horas. Cuando les pidió que parasen, su hijo le contestó de forma brusca.

-Ey, chaval, cuida cómo le hablas a tu madre – recriminó DD mirándolos por el retrovisor.

-La culpa es de Shana (ese era el verdadero nombre de Sky) – se defendió Hell - me está comiendo la cabeza con cosas que ahora no vienen al caso.

-Sí vienen al caso, porque como esa niñata se vaya de la lengua y le cuente a su padre lo que quiera que le hayas hecho vamos a tener muchos problemas.

-¿Y qué se supone que le he hecho?

-¡Ya vale! - gritó Babe ofuscada.

El silencio se hizo en el vehículo y su marido y sus hijos la miraron de reojo. No se atrevieron a decir una sola palabra al respecto. Babe Capobianco no solía gritar. Su voz dulce raramente se veía alterada por la preocupación o el estrés, pero cuando levantaba ligeramente la voz cualquiera sabía que era mejor no cruzarse en su camino.

DD volvió a presionar su rodilla y ella acarició sus nudillos. No creía poder acostumbrarse nunca a su tacto. Siempre que la tocaba parecía que una corriente eléctrica la recorriese de arriba a bajo. Realmente podría pasar horas observándolo.

-¿Y quién lleva a la niñata? - preguntó Sky mirando por la luna trasera del coche.

-Taylor – contestó su padre rápidamente.

Casi parecía que temiese que volviese a estallar una discusión en su querido Lamborghini, y eso sería una fatalidad para la tapicería si a Hell se le ocurría tirarle el café que estaba bebiendo a su hermana a la cara. Sin embargo eso no iba a ocurrir, principalmente porque a Hell no le apetecía morir aquel día estrangulado por su madre. Babe sabía cómo manejar a sus “pequeños” con una sola mirada de advertencia. Solía decir que mientras se portasen bien, ella sería la madre más buena y enrollada del país, pero como se les ocurriese decepcionarla lo más mínimo, sería peor que el lobo feroz de Caperucita.

La nave industrial se encontraba a las afueras de Nueva York. Había más de una docena de coches aparcados en la entrada. Al menos un representante de cada Família debía asistir al encuentro con el fin de dar fiabilidad y seguridad al encuentro. Ni los Capobianco ni los Capaldi podrían hacer nada los unos contra los otros.

Cocaína (Saga Adrenalina I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora