Capítulo XXIX

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Hell colocó las manos entrelazadas sobre la mesa. No había mucho que observar en aquella habitación. Era la última planta de un edificio en obras, completamente abandonado y con plásticos cubriendo el espacio de las ventanas sin cristales. En medio del lugar, aquella mesa metálica acompañada por dos sillas. En esas dos sillas, él y Kiara.

Uno frente al otro no sabían exactamente qué estaban haciendo ni por qué estaban allí. Al menos no ella. Hell quería no saberlo, pero lo sabía. Era una especie de nudo en la garganta que no lo acababa de dejar tomar oxígeno. La primera vez que lo sentía y esperaba que fuese la última. Era tan extremadamente desagradable, tan asqueroso, tan asfixiante que no comprendía cómo alguien podría vivir así durante un solo día.

Kiara seguía observándolo con aquellos ojos oscuros tan profundos, tan sinceros. No quería que siguiese haciéndolo. “Duele”, pensó y se llevó una mano al bolsillo interior de su chaqueta. El revolver produjo un sonido cortante cuando reposó sobre la superficie metalizada de la mesa. Ella lo miró y él la miró a ella. Ninguno dijo una sola palabra.

-No vas a matarme – murmuró Kiara tras unos minutos -. Yo confío en ti. No eres un asesino.

El rostro de ella reflejaba completa sinceridad y Hell se sintió mal de nuevo. Quería que saliese de su cabeza. Solo había una forma de conseguir eso.

-¿Que no soy qué, niñata? - dio un par de vueltas al revolver sobre la mesa - ¿Sabes algo de mí a parte de tu experiencia personal?

Kiara tragó saliva y asintió para sí, como si mantuviese una conversación consigo misma.

-Sé lo suficiente.

De nuevo, se formó un silencio tenso de un par de minutos que ninguno de los dos parecía querer romper.

-La décimo séptima – Hell observaba embobado el revolver girar -. Creer en mi incapacidad para causar la muerte de alguien no es una buena idea.

Vio como Kiara se encogía en su silla y quiso decir algo, cualquier cosa que la tranquilizase o la reconfortase. Pero lo que realmente quería hacer era reventar esa burbuja de idealismos en la que estaba sumergida y gritarle que dejase de buscar su lado bueno porque esa parte de sí mismo hacía mucho que había sido enterrada. Prefería eso a estar muerto.

-¿Y lo has encontrado? - preguntó Kiara con un hilo de voz – El valor, digo, para pegarme un tiro en la cabeza.

-No lo sé. Supongo que sí.

Hell tomó el revolver y lo observó unos instantes entre sus manos.

-Tú crees en Dios, ¿no? ¿Crees que puede salvarte? ¿Que hay alguien allí arriba?

-Ya sabes que sí.

-¿Le confiarías tu vida? - Hell abrió el cilindro donde reposaban seis balas intactas.

-Te la confié a ti.

Hell alzó los ojos para mirarla mientras extraía con lentitud una de las balas y la dejaba sobre la mesa. No había notado la tensión en la que se encontraba su cuerpo hasta que las yemas de sus dedos palidecieron por la presión ejercida sobre el cartucho.

Cocaína (Saga Adrenalina I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora