Capítulo XVII

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Kiara no sabía exactamente cómo debía comportarse en una situación así. ¿Quién podría? Así que prefirió imitar a Tears y beber también de su taza. No estaba demasiado acostumbrada a eso de tomar el té. Por la forma en que Tears bebía, tampoco. Incluso Babe Capobianco parecía fuera de lugar. Pero, por supuesto, ella era todo pura elegancia. Kiara nunca había visto a ninguna mujer así. Había intentado no quedarse embobada observándola pero le había resultado imposible.

-Podríamos ir de compras...- soltó Tears de repente como si fuese una especie de granada verbal.

-No, mejor nos quedamos en casa – respondió Babe con un tono de voz dulce pero contundente.

Madre e hija intercambiaron miradas. Parecían estar manteniendo una conversación telepática, algo que Kiara no podía comprender porque no había llegado a conocer a su madre. “Por favor, mamá, si cuidas de mí desde allí arriba, ayúdame a salir de esta”, pensó desesperada.

Tan solo un día más. Solo debía aguantar un día más y los Capobianco la devolverían a su familia. La semana más larga de su vida. Casi se había sentido morir. A pesar de que a penas había abandonado la habitación de Tears, los nervios de su estómago no la habían abandonado en ningún momento. Vivir rodeada por el enemigo era lo más aterrador que podía concebir en su mente.

Y lo más importante, en todo ese tiempo no había visto ni una sola vez a Hell. Era como si se hubiese evaporado. “Debe estar en su ático”, pensaba por las noches, “Es lo más lógico. ¿Por qué vivir con tus padres cuando puedes tener tu propia casa donde llevar a todas tus guarras?” Cuando estos pensamientos aparecían en su mente, lo desechaba con rapidez.

-No sé qué demonios estamos haciendo – dijo Babe después de varios minutos levantándose.

Se dirigió al mini-bar de la sala hexagonal y con grandes ventanales y cogió una botella de Jack Daniel's.

-¡Oh, señor, creía que íbamos a seguir con esta peripecia toda la tarde! - exclamó Tears dirigiéndose a su madre.

Kiara solo observó con asombro cómo Babe servía dos copas en vasos de cristal grueso y brillante y encendía el carísimo reproductor de música que había junto al mini-bar. Inmediatamente comenzó a moverse seductoramente alrededor de Tears y esta rio. Kiara no había escuchado nunca música parecida. Le gustaba como las notas se balanceaban de un lado a otro en sus oídos.

-Es bachata, cielo – explicó Babe -. Aquí es lo único que se escucha.

-Lo único que tú escuchas – replicó Tears dando un par de vueltas -. Yo soy menos racista. Musicalmente hablando, claro.

-Soy de Colombia – continuó Babe ignorando a su hija -. Necesito música romántica que me encienda la sangre. Mira, ven.

Cuando rodeó su cintura con una mano y con la otra la espalda, se sintió estúpida. Bailar no era algo que hiciese a menudo, a su padre no le gustaba demasiado la música.

-Te adelanto no me importa quién sea él...- canturreó Tears.

Cocaína (Saga Adrenalina I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora