David era el chico más guapo que había visto nunca, alto, moreno, con unos ojos verdes espectaculares y un cuerpo perfecto. desde que entré en el instituto me fijé en el, pero decidí no perder el tiempo, un chico así tendría muchísimas pretendientas con cualidades a las que yo ni me acercaría.
Aún así, no podía evitar fijarme en el, era guapísimo y sin que se diera cuenta, alguna mirada sí que le dedicaba.
Durante las dos primeras semanas se me hizo raro que estuviera solo, que ninguna chica se le acercara y que no estuviera con el grupo de "machotes" que juegan al fútbol o al baloncesto.
Hasta qué un día abrí los ojos, estaba completamente ciega, y una pintada en la mesa del moreno de ojos verdes hizo que me diera cuenta:
- "Maricones no, gracias".
Ya lo entendía todo, cuando el chico vio la pintada ni se molestó en hacer ningún tipo de comentario, y fue el director al ver las letras quien ordenó a la señora de la limpieza que no dejara ni rastro de aquel gesto de homofobia en la mesa del chaval.
Me dio pena, mucha pena, y aunque yo había vivido situaciones peores que una pintada en el pupitre decidí que ese chico no podía continuar solo, no se que me paso, algo se iluminó en mi y de alguna manera hizo que fuera a hablar con aquel chico.
Me lo encontré en las escaleras principales, pero cuando intenté hablarle el hizo lo mismo pero con un profesor y como tema de conversación tenían la nota de el último examen.
Pero no me di por vencida, en el pasillo de la biblioteca me lo volví a encontrar y ahí sí que le hablé:
-¡David!-dije yo levantando la voz, algo que no era habitual en mi.
-¿Es a mi?- me respondió dándose la vuelta.
-Si, oye mira es que... vamos juntos a latín y eso... y me preguntaba si...
- soy gay eh, lo siento pero me temo que una relación que no podría suceder- me contesta el chico rápidamente mientras apoya su mano en mi hombro.
- ¡no! No es eso, a ver, me refiero a que vi la pintada, y... era para decirte que conmigo también se meten, y que pases de ellos, siempre es lo mejor-le digo con una amplia sonrisa, otra de las cosas raras en mi.
- ¿era eso? ¡já! Gracias pero sí piensas que necesito un hombro en el que llorar estas equivocada-dice con un tono extremadamente prepotente.
Yo no estaba dispuesta a aguantar a otro desgraciado que me tratara como sí fuera menos que nadie, así que simplemente me di la vuelta y seguí mi camino.
No se lo que pasaría por la cabeza de aquel chaval pero acto seguido:
-¡espera! Creo que alguien que se preocupa por ti no merece ser tratado así-Me dijo David agachando la cabeza.
-Supongo que cuando uno se acostumbra a que se metan con el ya no confía en nadie, ni siquiera en el que venga con las mejores intenciones, se lo que se siente, no te culpo-le contesto yo que ya me he dado la vuelta.
Segundos después el chico levanta la cabeza y me encuentro con sus ojos, de cerca son todavía más espectaculares.
-Mira, no soy muy sociable, pero creo que no me vendría nada mal tener algún amigo, y bueno, sí estas dispuesta... ¡te invito a un café!-me dice mientras el gesto de su cara cambia completamente.
Me pilló por sorpresa pero yo acepté.
Después de ese café todo cambió mucho, conocí su historia, un niño rico con unos padres que le dan de todo menos su compañía y que es gay, muy interesante y que le encanta el mar.
David se convirtió en el mejor amigo que tuve nunca, y cuando mi madre murió no se separó de mi en ningún momento, se que siempre puedo contar con el y al ser tan diferentes y tan iguales, el chico de los ojos verdes y yo encajamos a la perfección.
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Cuando el olvido se plantea recordar
Ficção AdolescenteDespués de un tiempo aquí encerrada, entre estas cuatro paredes blancas, creo que la única manera de no matarme a mi es matar otra cosa: el tiempo. La historia de mis dieciséis cuando el amor me dio la felicidad, la popularidad ¡el dinero! Y también...