Némesis Capítulo 3

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Lena despertó con el canto de los pájaros. Su cabeza estaba apoyada sobre algo cómodo y cálido. Pensó que era Cris. Recordó los acontecimientos del día anterior y por un momento creyó que todo había sido una pesadilla. Parpadeó y abrió los ojos mirando la comodidad de su almohada.

—¡Oooh, por Dios!

—Buenos días, ¿has dormido cómoda, cielo? —preguntó Turs.

Era el hombre comadreja, no Cris, quien le estaba haciendo de almohada. Por primera vez Lena se quedó muda. Su boca se abrió varias veces para volver a cerrarse otras tantas.

—Pero, ¿cómo? ¿Tú? ¿Yo?

Lena comprendió de repente lo más importante; le había dicho buenos días y ella lo había entendido.

—¡He entendido lo que acabas de decir!—dijo en tono alterado, más para sí misma que para su interlocutor.

Turs asintió con la cabeza y una sonrisa de diversión se posó en sus labios y se reflejó en sus ojos.

—Pero... ¿cómo?

No esperó contestación. Se giró y zarandeó como pudo a Cris que estaba a su lado durmiendo como un tronco. Cris comenzó a gruñir y a maldecir. Cuando Cris por fin abrió los ojos, se quedó igual de sorprendida que Lena; Kher estaba a su lado.

—Turs, ¿no podías esperar, verdad, hermano? —dijo Kher en tono de reprimenda.

—Bueno, éstos, querido Kher, son los momentos por los que merece la pena vivir, ¿no te parece?

—Pero, ¿qué narices está pasando? ¿Cómo es posible que ahora podamos entenderos cuando anoche mismo ni siquiera sabíamos qué idioma hablábais? —preguntó Cris.

—Eso, mi tesoro, te lo puedo explicar yo —soltó Kher en un tono meloso.

Cris no rechistó más, puso cara de boba y esperó oír la explicación. Lena estuvo a punto de soltar una respuesta ácida, pero se mordió la lengua porque era más fuerte su intriga por el misterio que sus ganas de taparle la boca a ese ligón de tres al cuarto.

—Pues ilústranos, corazón —dijo Lena en un tono dulzón y provocativo.

Kher soltó una carcajada.

—Sabía que tú me ibas a caer bien —le dijo a Lena entre risas.

—Perdona, rarito. Siento decírtelo, pero yo no pienso lo mismo de ti... ni de éste —dijo señalando a Turs—. No me gustáis, nada.

—Me llamo Turs.

—¿Turs? —exclamó Lena—, ¿qué nombre es ese? ¿El mismo Turs de la marca de pasta de dientes? Tío, ¿qué le hiciste a tus padres? Porque más que un nombre parece una venganza.

Turs la miró perdonándole la vida y sin decir nada se giró y se alejó de allí.

—Lena es así, ¿no? Yo de ti no lo provocaría, porque la próxima vez puede que te de tu merecido y puede también que yo no sea capaz detenerlo. Digamos que mi hermano tiene un temperamento bastante susceptible.

—Quedo avisada —dijo Lena con un suspiro—. Ahora explícanos este misterio.

—No puedo desvelar mucho, solo os diré que os hemos dado el don de entender nuestra lengua. El cómo y de qué manera no os lo puedo decir.

—Tía, estoy flipando —dijo Cris—. ¿Qué raza de seres sois?

—Eso, mi cielo, será un secreto hasta que no lleguemos a mi pueblo, pero no temas, tú y tu amiga estáis a salvo conmigo. Sois mi privilegio y no os pasará nada mientras respetéis nuestras normas —explicó Kher, en un tono tan dulce que a Lena se le antojó hasta empalagoso.

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