Las próximas cuatro semanas fueron un desastre total. "El huracán" Loy atacó cada uno de los rincones de la casa, por dónde pasaba quedaba un reguero de cosas tiradas, quebradas, sucias y arruinadas; no había tranquilidad ni orden a ninguna hora del día, y sólo por la noche cuando se dormía, podía descansar de tal torbellino de incesante búsqueda de entretención y travesuras.
La casa estaba echa un caos y no me daba el tiempo para poder dejarla con el orden acostumbrado. Por suerte estábamos de vacaciones de verano y aún faltaban dos semanas para regresar a clases.
Loy hacía de las suyas cada día. La primera semana, regó su ropa por todo el dormitorio, quejándose de que la ropa era demasiado fea, y que no le gustaba y por tanto no tenía qué ponerse. La sacó de los cajones y la esparció por donde cayera. Fuera de eso descubrió que los cojines de las almohadas estaban rellenos de plumas de ganso y de algún modo logró rajar las fundas y esparcir el relleno por toda la cama mientras saltaba sobre la misma, gritando y riendo, creando una gran lluvia de plumas. A eso hubo que agregar el gran lodazal que formó en el patio con la manguera, y sobre el cual se revolcó para entrar después esparciendo barro por todo el piso de la casa, y el pelotazo que le llegó a la ventana del vecino quebrándole el vidrio mientras Loy jugaba futbol en el antejardín. Pero lo peor de todo fue que se encaramó en los cajones del closet para alcanzar las cajas que guardábamos sobre este, los cajones cedieron ante su peso quebrándose, pero Loy logró llegar al techo del closet sólo para caer junto a este dentro del mismo, pues su peso era demasiado para sostenerlo, y el delgado tablero de madera aglomerada que constituía el techo del mueble se quebró llevándose a mi inquieto novio abajo, con todo lo que allí había, quedando él entre la ropa, las cajas, la madera quebrada y el mueble prácticamente destruido.
Loy quedó con algunos raspillones y hematomas, pero por suerte no fue más allá de eso.
La segunda semana, se le arrancó la pelota a la calle y la recogió una señora de cierta edad que vive a unas casas de aquí, pero con la que nunca hemos hablado, Loy le pidió a gritos que le devolviera la pelota, la señora algo enfadada empezó a llamarle la atención por sus modales, considerando que es un adulto, y sin saber la condición de él, como no se la entregaba y sin entender lo que ella le decía, mi novio comenzó a gritarle: "Vieja fea, vieja fea", la señora hizo un escándalo y no me dejaba explicarle lo que pasaba con él. Amenazó hasta con denunciarnos y sólo después de mucho barullo, logró entender que Loy no estaba bien de la cabeza y por eso hacía todas esas cosas. Se fue no muy convencida con la disculpa, pero al menos le regresó la pelota mientras Loy me hacía un berrinche y nos sacaba la lengua, a ella y a mí, por regañarlo. Al lado de eso los otros desastres fueron menores; sólo comida desparramada por la cocina, objetos quebrados, la cortina que no soportó ser un improvisado columpio, y Loy siendo arañado por un gato callejero que cogió por la cola cuando estando en el patio quiso huir ante la espontanea muestra de afecto que él quiso darle.
Cada nuevo día que pasaba era más agotador para mí, y aunque estaban haciéndole nuevos estudios y exámenes nadie tenía la certeza de cuánto tiempo estaría así o si sería esto permanente.
Era preocupante la situación; cuando entrara a estudiar de nuevo, ya no podría estarlo cuidando todo el día, y él no podría continuar sus estudios así como estaba, pues ni siquiera se acordaba de que sabía leer y escribir. Le había comprado cuentos, pero yo se los leía cada noche, y él no era capaz de reconocer la mayoría de las palabras escritas. No sabía qué más podría hacer; ya no era mi novio, ni mi compañero, era sólo un niño que demandaba atención y cuidados continuamente, algo para lo que yo no estaba preparado.
La tercera semana, y a pesar de las recomendaciones, regaños y llamadas de atención que yo le hacía, él siguió haciendo travesuras. Le hizo dos hoyos a una sabana para disfrazarse de fantasma, y "decoró" el tapiz del sofá con unos plumones, haciéndole caritas por varias partes. Descubrió que en el interior del puf de pera que teníamos había bolitas de poliestireno y no encontró mejor cosa que sacar la funda interior con el relleno y vaciar las bolitas en toda la sala; las esparció por el piso y jugó con ellas. Cuando me acerqué y pude ver el desastre que tenía me dijo:

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Criando A Mi Novio
NouvellesBrandon y Louis son novios y viven juntos desde hace dos años, pero un accidente provoca que Louis pierda la memoria y que crea que tiene sólo cuatro años... La vida de ambos cambiará cuando Brandon tenga que cuidar de su ahora infantil amado y sopo...