Dieciséis

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16

Rachel decidió dar nuestra relación por terminada cuando supo que había tenido una pequeña conversación con Julia. Era sabido que aún la extrañaba y que quería volver con ella. La pelirroja se alejó de mi vida, incluso en el bar, donde decidió renunciar después de tres días de haber roto nuestra relación.

Ni ella ni Jasper se enteraron del sujeto que quiso abusar de mí. No quise recordar esa noche, por lo que opté borrarla de mi memoria, aunque me costara hacerlo. No había noche en que no soñaba con el sujeto sobre mí, con sus manos brutas desprendiendo mi ropa, toqueteándome y besándome a su antojo. Al final, siempre despertaba exaltada y gritando el nombre de Julia.

—Algo me dice que no has pasado una buena noche. —Me dijo Jasper en cuanto entré al local. Las personas aún no tenían el acceso libre al bar, por lo que estaba completamente vacío. —¿Es por Rachel?

—No. —Murmuré. —Me quedé viendo una película durante la noche y no dormí mucho pensando en el maldito asesino. —Reí sin ganas.

—Entonces, asumo que has tenido una maratón de películas de terror durante toda esta semana. —Jasper levantó una de sus cejas, indagando en mi semblante macilento. —Grace, eres mi amiga. Creo que este tiempo me ha hecho saber cuándo estás mal y cuándo no.

—Gracias, Jasper. —Suspiré. —Pero son problemas míos.

—Puedes confiar en mí, lo sabes. —Sonrió el rubio, otorgándome el abrazo que tanto anhelé desde que el sujeto quiso abusar de mí.

Las puertas del bar se abrieron minutos después; las personas no dudaron en aparecer, comprando sus jarras de cerveza, cigarros y shots. A las horas después el local era un caos. Entre el humo de los cigarrillos, la música a todo volumen y los usuarios exigiendo sus compras, yo quería escapar de allí y llorar en un rincón.

Me sentía cansada. Mentalmente agotada. Debía sacarme de la cabeza al sujeto y el temor de volverlo a encontrar. Me armé de valor, lo que más me permitió mi temor, y terminé esa noche como pude.

Pensé en la posibilidad de contarle mi problema a Jasper, pero no podía hacerlo por más que quisiera. Algo me lo impedía. La vergüenza, quizás. O el hecho de que Jasper era hombre. Aunque ciertamente eso no tenía mucho que ver, a Rachel tampoco le mencioné nada. Era problema mío, de mi lengua que no obedecía mis mandatos cerebrales al querer hablar y vomitar mi secreto.

El golpeteo de la puerta me hizo brincar en medio del sueño que tenía. La imagen del sujeto lascivo se esfumó rápidamente cuando, nuevamente, volvía a toquetear mis muslos en mi pesadilla.

Caminé rápido hasta la puerta en cuanto sentí los golpes más fuertes y rápidos en comparación a los primeros. Supuse que era Rachel quien se había atrevido a visitarme después de dos semanas sin saber nada de ella. No quería verla, ni tampoco saber a qué venía. Lo más seguro a que le diera otra oportunidad. No estaba dispuesta a dársela. Sólo quería que se fuera.

—¡Ya voy! —Grité cabreada, abriendo la puerta de golpe. Un par de ojos conocidos me miraban tímidos. Abrí la boca, sorprendida por su presencia en mi hogar. —¿J-julia?

—Hola, Grace. —Sonrió afable. Su mirada se centró en el suelo un tanto cohibida. En sus manos pude divisar dos bolsas de compras. —¿Desayunemos? —Preguntó y volvió a sonreír.

Le invité a que entrara. Le ayudé con las bolsas y a preparar el desayuno. Estaba cambiada. Físicamente estaba distinta. Se había cortado el cabello y hecho una coleta, despejando todo cabello de su rostro. Tal como algún día se lo pedí. Ella, siempre negaba, excusándose con que así le gustaba, largo y suelto. Su semblante lucía brillante y feliz. Supuse que era por algún motivo en particular. Conocía a Julia. Ella no podía evitar esconder sus emociones. Éstas, salían hasta por sus poros.

—¿Qué tal el trabajo? —Me preguntó. Tomó un sorbo de su té y esperó a que le respondiera.

—Bien. —Sonreí. —Gano lo suficiente para mantenerme aquí. —Julia sonrió. Tomó un pedazo de pan y le dio un mordisco. —¿Y tú? Al parecer te ha ido bien en los estudios.

—Sí, la verdad es que acabo de terminar la carrera. —Anunció. Sus ojos brillaron; quería gritar y saltar de la emoción. Pero se contuvo. —El otro mes me gradúo.

Tuve la necesidad de abrazarla y besarle. Supuse que ella también quería que lo hiciera. Su mirada me dictaba mucho de sus deseos en aquel momento. Deseos que, igualmente se albergaban en mi alma. Ansiaba sus besos, su abrazo, su protección. La deseé tanto cuando llegué a casa, asustada y con deseos de gritar a más no poder, que me dormí imaginando que la almohada era ella.

Rehuí nerviosa su mirada y di un sorbo a mi té. Julia dejó salir un suspiro pesado.

—Necesito una respuesta, Grace. —Se atrevió a decir después de un rato, rompiendo el incómodo silencio. —Necesito saber si me quieres en tu vida nuevamente. —Su mirada era insistente y llena de tristeza. Mi corazón se volvía a apretar dentro de mi pecho con tanta fuerza, que creía iba a morir de dolor. —Ha pasado bastante tiempo desde que te fuiste, Grace. Tengo mi dignidad, pero necesito saber si quieres volver conmigo. —Suspiró. —Necesito saber si t-tú me a-amas.

Le miré detenidamente. Quería llorar y abrazarle. Quería decirle que la amaba y que la extrañé todo ese tiempo. Que debí pasar por un susto para darme cuenta que era a ella a quien quería. Quería decirle que nadie igualaba su cariño, su dulzura, sus besos, su dedicación a mí. Nadie, absolutamente nadie era como Julia. Todas las mujeres que podía llegar a conocer, estaban muy lejos de ser e igualarla.

La amaba, y no quería que se fuera de mi lado. Nunca más.

Me abalancé sobre su cuerpo, rodeándola en un abrazo fuerte y colmado de desesperación. Lloré por todos esos días en los que no me di el tiempo de llorar con tantas fuerzas. Lloré como si ello fuese a liberar mi alma atormentada y abatida por la decisión que había tomado al abandonar la casa de mi tía y a mi respectiva novia. Lloré, porque era lo único que podía hacer en esos momentos. Desahogar mis penas, aquellas que carcomían mi alma noche y día.

—Te necesito a mi lado, Julia. —Sollocé. —¡Nunca debí irme de tu lado! ¡Nunca debí dejarte!

—Grace. —Murmuró la muchacha, sosteniendo mi cuerpo entre sus brazos. —Tranquila, Grace.

—Lo siento tanto. —Lloriqueé. —Te amo, cariño. Te amo tanto.

Y por más esfuerzo que hice por contarle el tormento que viví. No pude. Sus besos dulces y tiernos lograron sedarme; cesaron mis lágrimas y gimoteos afligidos para darle paso a los jadeos colmados de placer.

Logró hacerme olvidar el mal rato, remplazando la sensación de los besos lascivos por unos suaves y vehementes. Disfruté cada beso y caricia que me daba con la intención de hacerme gemir y disfrutar su cuerpo

Esa mañana disfruté nuestra nueva relación. Disfruté de Julia y sus encantos femeninos. 

Nine Months || Sebastian Stan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora