Veinticinco

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25


Viajaré a Londres.

Fue el mensaje que recibí la semana siguiente por parte de Sebastian. Tomé el celular y le deseé un buen viaje. Más él, contestó con otro, mencionando que, si quería hablar con él, podría contactarlo por teléfono.

No presté total atención a su proposición. Dejé el celular a un lado y me levanté. Me detuve frente al espejo y observé mi figura reflejada. Una enorme panza decoraba mi anatomía, redonda y con pinta de querer explotar en cualquier momento. Percibí el movimiento que realizó la bebé y con ello también el hundimiento de mi vientre en cierta zona de mi abdomen. Reí encantada, pidiéndole que volviera a hacerlo. Lo hizo, como si me entendiera realmente.

—Buena chica. —Felicité entre risitas divertidas. Tomé mi polera y la introduje en mi anatomía, viendo que ésta, ya me quedaba corta y apretada. Algo que hace semanas atrás no había sucedido.

No perdí demasiado tiempo en ver qué atuendo me quedaba bien. Ese día iba a tener la visita de mi tía y era ello lo que me despertó con ánimo. Caminé hasta la cocina y preparé todo para recibirla con los brazos abiertos. La mujer no tardó en llegar; una enorme sonrisa decoraba su rostro, seguido de sus ojos brillantes al verme después de un tiempo considerable.

—¿Segura que es solo una niña la que tienes allí? —Inquirió entre risitas.

—Segura. —Reí. —Probablemente sea una bola de piel y carne cuando tenga nueve meses. —Volví a reír. —Por cierto, hoy quisiera salir a comprar ropa y depositar dinero para el local de chocolates. Tengo entendido que durante los próximos meses pueda tenerlo ya en mi poder.

—¡Seguro! —Expresó mi tía, dispuesta a acompañarme.

Los temas que surgieron eran variados. Sin embargo, hubo uno que me remontó años atrás, cuando vivía con ella en su antiguo hogar. Robert, mi primo, se había casado hace dos meses. Escuchar la buena nueva no había causado nada absolutamente extraño, pero si me causó una ligera molestia al volver a escuchar su nombre pues, volví a recordar los malos momento que viví con Julia; Nuestras peleas, su infidelidad, su terquedad y negación al querer camuflar su desliz con mi primo.

Sonreí de igual forma, simulando no estar pensando nada al respecto.

—Me alegro por Rob. Ya era hora. —Reí sin ganas.

—¡Sí! —Exclamó mi tía, con una notable felicidad impresa en su mirada. Sus ojos brillaban ante el orgullo que sentía como madre. —Quizás llegue con un pequeño Jones a casa algún día. —Dijo la mujer, con bastante esperanza en su tono de voz.

Le regalé otra sonrisa y no comenté nada más al respecto. El tema quedó allí, olvidado en el pasado y disuelto entre las personas que circulaban a nuestro alrededor.

El recorrido por el centro comercial me agotó más de lo que creí que lo haría. Encontrar ropa de mi talla era una odisea. Pero, encontré lo necesario y los llevé conmigo. Los pantalones eran los que más necesitaba con urgencia.

El resto, era simple. Depositar dinero y esperar a que los días pasaran rápidos para tener mi local y emprender un nuevo camino. Tenía la necesidad y motivación de poder seguir con el legado que dejó la anciana en mi vida. Era hora de madurar y tener algo con lo cual sustentarme después de que la bebé naciera y se fuera de mi vida junto a sus padres.

Al volver a casa, mi tía aceptó cenar conmigo. Pero cuando se fue, quedé sola nuevamente, rumiando mis pensamientos y extrañando la presencia de quien, en ese momento, se encontraba en Londres.

Nine Months || Sebastian Stan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora