Si hubiese sido así

Capítulo 1

Volví a despertar de mi pesadilla recurrente, a esa hora ya no era capaz de volver a dormir: eran las 3:00 a.m. El reloj en la mesa me lo indicaba con esos odiosos números color verde fosforescente. Odiaba ese aparato, pero al mismo tiempo era el único que lograba despertarme en las mañanas para llegar a la universidad.

El mes de septiembre había llegado con su típico olor a nuevo curso, comienzo de clases, hojas de exámenes y profesores detestables.

Mis recuerdos me hacían anhelar aquellos paseos de verano en los que se veía a los niños en las playas construyendo castillos con la arena mientras sus madres trataban de lograr el bronceado perfecto y los padres pescaban el almuerzo. Qué dichosos habían sido los días de verano, perfectos para relajarse y escribir frente al mar o ver una buena película en el cine mientras disfrutabas de unas palomitas y un té helado; en fin, aquellos días habían sido fantásticos, pero lamentablemente era el momento de olvidarlos para volver a mi rutina diaria.

Entré a la ducha, el agua fría era perfecta para terminar con los pocos gramos de cansancio que quedaban en mi cuerpo. Al salir tomé mis Converse rojas, una falda de jean y un suéter algo ajustado, blanco, con algunos adornos. Si los zapatos hablaran, estarían pidiendo a gritos su jubilación, estaban realmente gastados pero eran mis favoritos y me daban «suerte».

Déjame contarte un poco sobre mí: soy la número dos de mi clase, estudio Literatura en el Instituto Windsor; sería la número uno de no ser por Emily, mi mejor amiga, que solo me gana por un punto, lo cual viene siendo el comentario gracioso de la semana de entrega de calificaciones. Los libros, para mí, son el alma del que los escribe, y muchas veces describen la vida perfecta, contraria en muchas ocasiones a la realidad. En mi opinión personal los libros no son parte de mi vida, ellos son mi vida. También diría que mi vida gira en torno a la solidaridad. Cuando se dice que si alguien te golpea debes poner la otra mejilla, ese día debo haber nacido yo. Ayudo a ancianos a cruzar la calle, cargo las bolsas de mis vecinos hasta la entrada de sus departamentos, colaboro en el comité institucional y los domingos soy voluntaria en el refugio de animales. Tal vez creas que una persona así no existe; supongo que de tantas novelas leídas me convertí en uno de mis personajes favoritos, siempre dispuesta a hacer del mundo un mejor lugar. Mis vecinos me adoran y mis compañeros de clases ni hablar; no importa si nos conocemos o no, si puedo ayudarte lo haré con gusto.

Claro, no pienses que soy una chica nerd, adoro las fiestas, salgo todo el tiempo con mis amigas de compras y hasta bebo un poco. Me crié con mi abuela, pues mi madre murió cuando yo tenía apenas cinco años. También sé que mi padre la abandonó, jamás supe si fue antes o después de enfermar, ya que Mona (mi abuela) no habla mucho al respecto, siento que le afecta, así que no la presiono. Pienso que mi padre no la mereció. Todas estas cosas las sé por mi abuela, que es mi apoyo constante y hace la mejor tarta de coco de la ciudad. Heredé sus ojos verdes, al igual que mi madre, y una foto que es lo único que guardo de ella en mi libreta de notas me dice que soy su réplica; piel blanca y cabello rojizo oscuro, liso, a la altura de los hombros. Con 21 años espero pronto escribir un libro que impacte al público; es en lo que he estado trabajando y tengo algunas ideas acumuladas.

Tomé de inmediato mi mochila para guardar los cuadernos y mi portátil, observé el reloj, que ahora marcaba las 5:30 a.m.; se me había ido el tiempo en la ducha y tomando algunas notas para el proyecto de la clase. Comencé a secar mi cabello frente al espejo para salir lo más pronto posible. Cinco minutos después mi celular comenzó a sonar, me acerqué hasta mi mesita de noche para tomarlo.

-Isabella, ¿ya vienes en camino?

Era Emily, de seguro estaba impaciente por ver cómo me había quedado la maqueta del proyecto que hoy entregaríamos juntas al profesor Collins.