Toqué la puerta de la señora River, quien abrió luego de unos segundos. Llevaba puesta una bata de algodón con colores pastel, me miró sonriente y luego, un poco apenada:
—Si un angelito como tú está parado en mi puerta es porque Daniel te pidió que me cuidaras, ¿verdad?
—Sí, señora River, pero no es molestia, además sé que necesita ayuda.
—Como siempre Isa, no sé qué haría sin ti, pero no quiero ser una molestia.
—No se preocupe por nada, para eso estoy.
La seguí a su departamento y de inmediato su gato Julio César se acercó para que lo acariciara. El departamento no era muy diferente al mío, pero ella tenía algunas mascotas: estaba su canario Domingo, el gato que acababa de acariciar y una gata llamada Afrodita. La señora Paula adoraba a sus mascotas y le servían de compañía cuando Daniel salía en viajes de negocio.
—Siéntese en el sillón, señora River —le indiqué—, debe descansar un poco, yo me encargaré de lo que deba hacer.
Tomó asiento y encendió la televisión. Yo comencé a arreglar un poco el departamento, regué sus flores, le serví comida a las mascotas, limpié el piso y le cambié las sábanas a las camas, luego preparé la comida y se la serví: era un puré de papas ligero con vegetales al vapor y un vaso de jugo de manzana. Cuando terminó de comer le di su pastilla y pudo irse a dormir.
—Vendré mañana para recordarle las pastillas —sonreí.
—Isa, ve a descansar, cielo, has hecho demasiado por hoy.
—De nuevo, no se preocupe me gusta ayudar —le dije y fui a mi departamento.
Después de comer un poco de cereal comencé a escribir en mi computador mientras pensaba cómo podía hacer para averiguar más sobre el entrenador Jhonson. Entonces se me ocurrió buscar en internet, siempre era muy útil la información proporcionada.
Había unas cuantas menciones sobre su trabajo ejemplar como entrenador del equipo de fútbol de los Leones del Instituto Windsor, también salía su certificado de matrimonio y uno que otro premio obtenido por el equipo. Cuando estaba a punto de rendirme conseguí algo sobre un juicio donde se le acusaba de abusar sexualmente de una chica en un instituto cercano, de donde lo habían despedido por esas acusaciones. Era algo desconcertante.
Albert Jhonson siempre se había distinguido por su profesionalismo, gracia e ingenio, todos en el instituto lo adoraban pues era un profesor genial, muy comprensivo pero al mismo tiempo exigente. Tenía unos 44 años pero se mantenía en excelente forma, el cabello corto de color castaño oscuro y ojos negros penetrantes, era bien parecido pero muy respetuoso y según se sabía, también era un padre ejemplar y un maravilloso esposo.
Todo ese perfil no concordaba con un abusador de chicas jóvenes. ¿Tendría una doble vida?, si era así, muy pronto lo averiguaría.
Me dormí temprano y en la mañana, después de darle las pastillas a la señora River, me fui al instituto. Al llegar entré a mis clases con total normalidad y no noté que había menos oficiales, hasta que Peter me lo hizo saber.
—Es verdad, no lo había notado —le contesté.
—Sí, pero es genial, ahora solo quisiera que ese idiota sádico de Emory se quedara toda su vida en prisión para que pagara por la muerte de todas esas personas.
—¿En especial de Andrea, verdad?
—Isa, sabes que estoy saliendo con Gabriela, pero no me pidas lo imposible, Andrea siempre va a ser un recuerdo doloroso.
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Si hubiese sido así
Mystery / ThrillerIsabella es una joven y brillante estudiante de Literatura en un instituto universitario. Es una chica moderna, independiente, cuya vida gira en torno a la lectura, sus estudios, su incondicional amistad con Emily -una chica de clase alta un poco lo...