Capítulo 17

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—¿Su nombre completo es Isabella Marie Hudson Russo? —preguntó el detective.

—Sí.

—¿Vive sola en el edificio Palestine en la calle San Marino?

—Sí.

—¿Tiene usted 30 años de edad?

—No, tengo 21 —dije extrañada por aquella pregunta.

—Limítese a responder solamente sí o no, señorita Hudson —dijo con demasiada tranquilidad.

—¿Tiene usted 30 años?

—No —pensé en insultarlo, esto ya estaba cansándome.

—¿Conoció usted a la señorita Andrea Samuels?

—Solo la vi una vez.

—¿Sí o no?

—Sí.

—¿Está usted de acuerdo con los asesinatos ocurridos hasta ahora?

Pero claro que lo estaba, yo misma los había realizado con gran facilidad, pero no tenía por qué saberlo.

—No —respondí, fría como siempre.

—¿Piensa que el asesino está loco?

¿Loco?, ¡qué falta de respeto con su humilde servidora! Por un momento olvidé que solo asesinaba a personas culpables y quise darle una lección a ese detective, pero debía tranquilizarme o ese aparato me delataría.

—Sí —Debí responder.

—¿En caso de encontrarse en una situación de traición sería capaz de asesinar?

—No.

—¿Le parece satisfactorio que muera este tipo de personas?

—No.

¡Cuándo pensaba terminar con todo esto! Inmediatamente continuó hablando.

—Una más señorita Hudson y habremos terminado. ¿Cree siquiera que alguna de estas muertes podría haber sido justificada?

—No.

El hombre que controlaba la máquina quitó el brazalete de mi mano y el sensor de mi pecho.

Esas preguntas en cualquier otra ocasión me habrían puesto en evidencia sin ningún problema. Me levanté, Stondert me dio la mano y se la estreché.

—Hemos terminado, señorita Hudson, gracias por su colaboración, como siempre.

Rápidamente Stondert dirigió su mirada al hombre que manejaba el polígrafo, buscando respuesta; éste a su vez movió su cabeza en forma negativa, con mirada de decepción. Abrí la puerta para salir y escuché cuando éste le dijo a Stondert.

—¡Es increíble!, es como si estuviera muerta, la máquina no detectó ninguna alteración nerviosa durante todo el interrogatorio.

Salí airosa y me reí por dentro. Louis Stondert estaba acabado.

Corrí al instituto, eran las 8:30 a.m. De nuevo llegaba tarde a mis actividades diarias, esto no podía volver a repetirse. Cuando me senté junto a Emily me miró asombrada.

—Isa, ¿te quedaste dormida? Quién diría que esas cosas podrían pasarte a ti —rió.

—Sí, me quedé dormida y no es gracioso —dije sacando el cuaderno de mi bolsa para copiar.

El profesor Lambert no lo había notado, debía tener buenas referencias sobre mí y decidió pasarlo por alto.

Luego de las clases continué con mis actividades diarias. El detective Stondert no volvió a molestar en toda la semana, al parecer había logrado convencerlo.

Si hubiese sido asíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora