Capítulo 6

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¿Desde los cinco años tenía esas pesadillas?, no podía comprenderlo muy bien, pero al menos tenía a mi lado a la persona que aclararía todas mis dudas.

Traté de ponerme cómoda y continué escuchando.

—Mi niña, como sabrás, tu madre murió. Nunca te dije cómo había sido porque no quería afectarte, pero luego de que muriera comenzaste a tener pesadillas horribles sobre lo ocurrido. Todas las noches te levantabas llorando y corrías hasta mi cuarto para dormir conmigo. Pensé que se debía a que estaba reciente, pero continuó por mucho tiempo y decidí llevarte a un psicólogo.

—¡No puedo creerlo!

—El psicólogo me recomendó que no te contara lo ocurrido pues podrías sufrir más traumas. Luego, cuando cumpliste dieciocho años decidí enviarte a Roma para que te relajaras un poco e hicieras una nueva vida; al parecer había funcionado porque las pesadillas se hicieron menos frecuentes y pudiste hacer amigos. En Miami eras una niña muy solitaria, tampoco te gustaba comer, mi mejor decisión fue pagarte los estudios en ese colegio.

—¿Y qué le ocurrió a mi madre realmente?

—Se suicidó. Tu padre la engañó con una mujer del trabajo y luego la abandonó. Ella no pudo soportarlo, después de eso nunca más volvió a ser la misma, pero jamás pensé que sería capaz de quitarse la vida; creo que imaginó que no te faltaría nada porque yo te cuidaría.

—¡Así que mi padre la abandonó! Nos abandonó, abuela, esto es muy duro para mí.

La abracé y lloramos unos minutos. Ahora lo entendía todo, por eso me afectaba tanto el sufrimiento de los demás por amor. No podía permitir que nadie sufriera, no quería ver a alguien más quitándose la vida por culpa de una traición, un abandono o algo más terrible. ¿Había gente que manchaba la hermosura del amor con traiciones como esa? No por mucho tiempo más.

Cuando desperté, había un olor delicioso en el aire. Eran las 7:30 a.m. Me desperecé, tomé mis pantuflas y caminé hasta la cocina. Mona estaba haciendo el desayuno: salchichas, huevos estrellados y pan tostado. Al verme sonrió.

—¿Dormiste bien, mi niña?

—Como un bebé.

Nos sentamos a la mesa y comimos. Al finalizar levanté y lavé los platos, y luego fuimos a la sala a conversar por horas, hasta que sonó mi celular. Se trataba de Jared.

—¡Hola preciosa! cómo estás.

—Muy bien, Mona vino a visitarme por el fin de semana.

—Me alegro, te hacía falta compañía en ese apartamento tan solitario. ¿Quieres almorzar conmigo? Puedes traer a tu abuela también.

—¿Y nos cocinarás a las dos en tu departamento?

—Sí, estoy en el gimnasio con Steve, Emily y Brian, pero tenemos una conversación pendiente, ¿recuerdas?

—Perfectamente, creo que hay que dejarla para el lunes en la noche, ahora solo quiero que Mona pase un lindo fin de semana; por cierto, ¿tú y Brian en el mismo gimnasio?

—Ni me lo recuerdes. Steve y yo estamos a punto de explotar pues es un idiota, pero es el novio de Emily y eso debemos respetarlo.

Está bien si no quieres hablar todavía lo entiendo, pero déjame verte hoy, prometo prepararles una comida deliciosa.

—Lo pensaré y te aviso.

Colgué, Mona se quedó mirándome y se me hizo extraño.

—¿Hablabas con algún chico?

Si hubiese sido asíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora