(I. Convivencia) I.

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Wild Miracles†  
(Milagros Salvajes)

Si los milagros existen, si ellos los merecen, si ellos los conservan; puede todo terminar muy mal, pueden ser felices. Es el amor, rutina que envicia, salvaje.

  †  

Me despierto y él está mirándome, sus ojos hambrientos y oscurecidos de enojo. Tiene la pequeña bolsa de plástico entre los labios y crispados los dedos de los pies en una posición de ataque que no tarda en alcanzar mi estado de hastío.

En la cama, cálido de sudor y aroma a café que llega desde la mesa, el chico hace que me sienta más acogedor de lo que no me he sentido nunca.

—Tienes esta porquería —me dice, arrancándose bruscamente la bolsa de los labios y rasgándola en el proceso—. ¿Es esta cosa más importante que yo? ¿No soy suficiente?

Lo observo durante todo un minuto, en completo silencio. Agazapado en una esquina, un chico inoportuno, imprudente, desvergonzado y adicto a mí. Nunca pensé que me permitiría enredarme con alguien como él, con apenas dieciocho años y escasos conocimientos de suerte. "Soy un genio", es lo que él piensa, "eso me dijo el profesor."

El hombre lo había engatusado y traído a la ciudad bajo la falsa promesa de que sin ningún tipo de registro de cursado o validado de la primaria y secundaria, lo aceptarían en alguna importante Universidad con una beca, nada más porque es bueno aprendiendo y rápido imitando los aspectos más humanos de los demás, logrando con ello ocultar la fiera libre y salvaje que le gruñe bajo la piel.

Oh chico, yo no deseo nada humano de tu parte.

— ¡Isaa-ac! —pronuncia con ese tonito irritado, fastidiado de mí y mi silencio—. Te lo advierto, señor Tobías, mejor será que no me ignores.

Le sonrío. Me gusta esto, cuando lo llevo despacio a la trampa en la que tiene que dejar a un lado sus modos perfectamente aprendidos y debe enfrentarse a mi mundo creado.

Levanto los brazos y me estiro sobre la cama, tan desnudo como lo está él, como lo estuvo todo el tiempo desde el mismo segundo en el que entró en mi espacio y colisionó con mi cuerpo; me preocupa, realmente, que es un terrible y definitivo Lunes en la noche, y yo debería estar atendiendo situaciones de la realidad y no jugar a contener el caos de un jovencito desafortunado.

—Ah, chico. Nuevamente soy "Señor Tobías" —no me sorprendo de que mi voz se escuche ronca y precisa, es el efecto de todo un día consumiendo, lamiendo y conquistando la piel quimérica del chico; sus pezones rosados, su cadera estrecha y sus dedos largos con la mágica habilidad de edificar rutas en mi superficie—. Pensé que era tu forma de ser un arrogante cuando nos conocimos. Ahora, sin embargo, lo sé.

Sí, puedo verlo claramente en su expresión. Esos ojos verdes brillando y el pecho subiendo y bajando con velocidad.

— ¿Qué es lo que sabes? ¿Qué es lo que tú sabes, Isaac? —grita fuerte, descompuesto, tan fuera de lugar en mi habitación y aún así, tan dominante y reluciente, lleno del valor que le he dado yo sobre mi espacio—. No creo que sepas nada, nada más allá de esta porquería que usas. ¿Por qué no soy suficiente?

De nuevo, preguntando lo mismo. Llevamos tres meses en esta situación, plagandonos mutuamente y convirtiéndonos en enfermos desahuciados cuando estamos juntos. Él me hace sentir como un joven hombre ajeno a sí mismo, de nombre y procedencia extranjera entre una marea de nacionalistas, notoriamente distinto, justamente revelado, sin necesidad de ocultar sus demonios y con problemas masivos de razón.

Wild Miracles | l.s | PARA EDITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora