19. "Los preciosos..."

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El cielo estaba azul y brillante. Los rayos del sol, casi al mediodía, eran amables y cálidos. Era una tarde templada que hacia parecer que el frío de unos días atrás había sido un sueño.

LuHan levantó la cara y entrecerró los ojos al mirar al cielo azul.

Pensó que era precioso.

El cielo era precioso. La blancura cegadora que reflejaban las ruinas era preciosa. Las burbujas que salían flotando de las espuma del jabón era preciosa. El pelo mojado de los perros recién lavados era precioso.

Todas las pequeñas cosas que le rodeaban eran preciosas. Una única burbuja flotó y de deslizó con la suave brisa.

"Hey, deja de vaguear," escuchó decir a Tao. "Aún quedan un montón de perros. Sigue distrayéndote así y no habrás lavado ni la mitad antes de que se haya hecho de noche."

Como dándole la razón a Tao por haberle llamado la atención, un perro enjabonado gruño.

"Oops, lo siento."

LuHan volvió a hundir las manos en la espuma y lavó al perro a conciencia con la punta de los dedos. Para el perro era una sensación muy agradable, prueba de ello es que había cerrado los ojos y tenía la boca medio abierta. Ese día era la segunda vez que LuHan se encargaba de lavar a los perros, pero ya había aprendido que éstos podían tener muchas expresiones faciales. También tenían personalidades muy distintas: unos eran vagos, otros diligentes; unos nerviosos, otros muy tranquilos; podían ser afables, impacientes, todo aquello era nuevo para él.

El perro blanco que estaba lavando ahora era una hembra bastante vieja. Era amable e inteligente y le recordaba a la típica anciana sabia que siempre aparece en los cuentos.

"LuHan, tardas mucho con cada perro. ¿Cuánto tardas en lavar uno?" Tao, con el pelo recogido en una coleta y la nariz manchada de jabón, hizo una mueca.

"Los alquilas como mantas, ¿no?" Respondió LuHan. "Entonces tienen que estar bien limpios."

"Un lavado rápido es suficiente. Los clientes tampoco es que estén precisamente limpios los muy capullos, ¿sabes?"

Una parte de un edificio que era un hotel y que estaba casi derruido aún se podía usar como tal. Tao le alquilaba ese espacio a la gente que no tenía donde ir. Alquilaba los perros preparándose para el invierno que se acercaba. Los clientes se pasaban la noche entre varios perros, y así evitaban congelarse hasta morir. A LuHan lo había contratado para lavar esos perros.

"Tao, no creo que esa sea la mejor forma de hablar de tus clientes."

"¿Eh? ¿Qué has dicho?"

"No creo que sea bueno llamar a tus clientes capullos o decir que están sucios."

Tao se restregó el dorso de la mano contra la nariz y estornudó.

"¿Eres mi madre o qué, LuHan?"

"No, me has contratado para lavar tus perros."

"Entonces eso me hace a mi el jefe y a ti el empleado. Y tu trabajo consiste en hacer lo que te digo y tener la boca cerrada."

Tao le quitó el perro de las manos a LuHan y empezó a enjuagarlo con rapidez echándole agua que había cogido del río por encima.

En la parte trasera de las ruinas pasaba un río pequeño y limpio. No mucho después de que LuHan hubiese escapado de No. 6 hasta el Bloque Oeste había estado a punto de morir por la avispa que tenía dentro. Y aunque la mayor parte del tiempo había estado inconsciente y con una fiebre muy alta, recordaba el sabor del agua fría y deliciosa que le habían hecho beber varias veces.

HACIA LAS ESTRELLAS⭐  [HunHan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora