REFLEX [✔#2]

0,16

Ramé

Descifra mi mirada y descubre en mi interior, lo que oculta el corazón. 

DERIAN

¿Por qué yo lograba sentir sin morir? ¿Por qué en mi interior había un poder diferente al de mis padres? ¿Cuál era la razón por la que era único en mi propia especie?

Más de una vez, cuando era niño, creciendo entre reflejos, me pregunté cómo era posible que las emociones y sentimientos fuesen mucho más para mí que para toda mi especie. Fueron preguntas que por más que busqué respuesta; fuese con Idina, mis padres, tíos o mi abuelo, jamás llegó.

Nunca se entendió ni se explicó por qué las tinieblas no se apoderaron de mí ser. Jamás fui como los demás. Y no deseé serlo.

Mi madre sentía más que cualquier humano en la tierra, y con los años logró que una especie de poder que yacía dentro de sí, reluciese cuando ella deseara. Se volvió invencible ante los reflejos y poderosa entre la humanidad. Por la parte de mi padre, sus tinieblas eran las más temidas, su propio fulgor resalió cuando más lo necesitó, porque ellos dos al unirse; no solo habían podido crear caos entre la misma tormenta sino, desatar el propio fuego, el poder, las habilidades que tenían.

Y yo...yo no era la excepción.

Pasé una mano por mi cabello, moviéndome de un lado a otro en la cama, sintiendo el aire fresco que entraba desde el balcón en mi torso desnudo. Estuve hablando con ella por horas, desde las cosas más insignificantes hasta los más serios cuestionamientos sobre la filosófica y demás. Su conocimiento e inteligencia no fue retenida estando oculta en aquella mansión de Cid, fue todo lo contrario; exploró cada detalle de la antigüedad y rebuscó pensamientos para forjarse a sí misma como persona. Sin darse cuenta, hizo vibrar mi corazón de manera extraña, me atrajo involuntariamente, en una especie de conexión que seguí sin comprender.

"Ella...tiente sujeto a su corazón cosas sobrehumanas" me dije a mí mismo, ideando demasiadas teorías; por querer descifrarla, entenderla y descubrir lo que realmente era.

Viendo cómo el sol ya se había apoderado de toda la habitación, me levanté. Sabía que la mayoría en casa estaban despiertos, sin embargo, haber estado hasta tarde con Ayla me dejó en un profundo sueño que hacía años, no disfrutaba.

—Necesito un buen jugo de naranja y dormir hasta que llegue la noche de Zima—dijo Izye en ruso al adentrarse a mi habitación, tirándose al sofá negro que reposaba junto a la ventana. Sin decir nada, busqué una camisa, sintiendo cómo el frío traspasaba mi piel desnuda—. ¿Apenas te acabas de levantar? 

Sonriendo traviesamente, le tiré una almohada.

>>Oh, por los antiguos—cubriendo su rostro con la almohada, permaneció unos segundos en silencio hasta que, lanzándomela de vuelta, lo confirmó: —Te acabas de levantar. Se quedaron hasta tarde... ¿haciendo cosas sucias?—movió las cejas.

—Define sucio.

Soltando un bufido, no dudó en levantarse para terminar de desorganizar mi cama. No entendía por qué sus llegadas tardes y tampoco supe en ese instante qué era lo que tramaba. Años de amistad me impedían desconfiar de ella, pero sabía, en mi interior, que aquellas salidas tenían un significado.

—No hiciste nada—exhaló, apretando las almohadas a su alrededor—, eres un mojigato. Si lo hubiesen hecho, tú no estarías como estás y seguramente la casa estaría hecha cenizas.

— ¿Tú dónde estabas?—evadí sus palabras y aproveché el momento, dándole la oportunidad de que me dijese las cosas ella misma—. Últimamente sales en horas de madrugada y regresas tarde a dormir. ¿Con quién estás saliendo?