1 LA CASA DE LA TÍA HOPKINGS

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Escucho sonar el despertador y miro el reloj y son las 10:30 del 18 de junio del año 2000. Siempre intentando ser una persona productiva, iba a hacer algunos dibujos para antes de comer, aunque la pereza me invade, cierro mis ojos otra vez y me vuelvo a dormir. Como si hubieran pasado varios minutos, oigo la voz de mi madre gritando mi nombre, acercándose a la ventana de mi habitación y subiendo la persiana que permite que entre la luz del sol en mi habitación. Me incorporo en mi cama percatándome que son las 12:30, me sorprendió que lo que fueron para mí dos minutos, fueron dos horas. Desanimado, me levanto y poso mis pies en el suelo de madera que cruje sutilmente. Llego a considerarme consciente cuando siento que mi madre ya no está en mi habitación. Desganadamente me levanto y hago lo que toda persona normal, me echo agua en la cara para acabar de despertarme mientras bostezo, salgo del lavabo, ando sobre el frío suelo de la cocina, me siento en la fría silla de la cocina, me levanto, me preparo mi taza de café con leche y lo caliento en el microondas. Me hayo absorto en mis pensamientos mientras suena el zumbido del aparato que acaba con un chirriante ding. Me levanto y abro el electrodoméstico y me tomo tranquilamente el café. Ya encontrándome en un estado más consciente y menos somnoliento, me pongo manos a la obra con los dibujos que tenía pensado hacer.

AÑADIR DIBUJOS

Me acabo frustrando porque el dibujo no me resulta tan "precioso", tan "perfecto" como llegué a imaginar en mi cabeza, así que lo destrozo y lo tiro a la papelera. Reitero este procedimiento por un par de horas hasta que entiendo que este no es mi día y me dispongo a comer. La comida que preparó mi padre, ensalada de pasta, resulta refrescante en el paladar, aunque bajo mi punto de vista noto que el punto de coccion está algo pasado. Al acabar de fregar, decido "intentar" echarme la siesta, digo "intentar" porque no soy asiduo de "descuidar" mi tiempo en algo tan absurdo como dormir por la tarde. Me tumbo boca arriba en mi habitación, cierro los ojos e intento dormir un rato, pero mi organismo no consigue recibir el mensaje. Lo vuelvo a intentar y no me es posible, hoy es el día de los intentos fallidos. Realmente sé lo que hoy no va a fallar, la quedada que he concretado con mis amigos, ¿eso cómo se iba a arruinar? Nada más pensar en eso suena mi teléfono al otro lado de la casa perdido, me muevo velozmente por el precioso parqué de la casa hasta llegar al salón y tener la posibilidad de encontrarlo antes de que quién fuera que estuviera llamando colgara. Empiezo a rebuscar entre todos los cojines de los sillones del salón y ahí le encuentro brillando como si de un faro se tratase. No consigo atisbar de quien provenía la llamada, pero contesto:

- ¿Hola?¿Sí?¿Quién es?

- Hola David , soy Clara.

- Hola Clara, que ganas de verte esta tarde.

-Eh si....

- ¿No te acuerdas que habíamos quedado para tomar unos helados?

- No es eso, si que me acordé. Sé que te prometí que iría, lo siento, pero mis padres no pueden asistir a recoger a mi hermano del colegio y llevarle al entrenamiento de fútbol, así que tengo que hacerlo yo. Otro día quedamos.

- De acuerdo, ya hablamos y a ver si nos vemos pronto.

No voy a negar que me sentí un poco decepcionado por la actitud de Clara, después de todo el tiempo que llevábamos sin vernos y con todo el tiempo que nos costó organizarnos todos para poder quedar, que ella no pudiera fue todo un chasco. Aunque me animé a mi mismo pensando que fijo que nadie se desvinculó de su compromiso como lo hizo Clara. Después de varios minutos me empecé a dar cuenta de que yo era el que nadaba a contra corriente y cumplía a rajatabla todos sus compromisos, los demás mandaron un mensaje diciendo que tampoco podían quedar. De tal manera, como no constaba nada en mi agenda de ese día, la hoja del 18 de Junio quedó un espacio en blanco. La misma energía que tenía la invertí en practicar con el piano en mi habitación, aunque he de añadir que aún soy todo un principiante. Lo que más me fascina esque desde el mismo momento que me siento, me acabo enganchando a la textura del piano, a su sonido, es como una droga llena de corcheas, semicorcheas, sostenidos y ligaduras. Cuando me quiero dar cuenta, existe una rendija en la puerta por la que se asoma la cara de mi padre sonriendo. Le devuelvo la sonrisa, dialogamos un periodo corto de tiempo y yo vuelvo a ponerme a ensayar. Me percato de que ya son las 21:00 y que mi madre estaría a punto de llegar, por lo que ayudo a preparar la cena y la mesa a mi padre. Habiéndonos sentado todos a la mesa, empezamos a cenar y el inicio no pinta nada bien:

EL MISTERIO (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora