12 RECUERDOS

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Cuando ese día llegué a la casa de la señora buscando consuelo, justamente encontré lo contrario.

- Lo siento mucho Amber.

- Señora, no tengo a donde ir excepto aquí,¿me permitiría vivir aquí con usted?

- Si, con unas condiciones

- ¿Qué condiciones?

- El dinero de tu sueldo me lo devolverás y yo te daré cada semana algo para todos los gastos. No tendrás ninguna paga adicional.

- Ese no es el trato que acordamos..

- Es el que realizé cuando viniste con tu padre o lo aceptas o te vas.

- ¿Me quieres tratar como a una rata? Mis padres no permitirían esto ni yo tampoco.

Salgo de la casa corriendo, sin escuchar ni una palabra más de ella. Me siento pisoteada, frustrada, un objeto nuevo que poco a poco los años lo desgastarán. Ahora mismo en lo único en lo que pienso es en negarme a seguir trabajando con la señora. Pienso en salir de aquí, en que si me tragara la tierra o desaparecer sería mejor. Cualquier cosa sería mejor que quedarme, pero no encuentro salida, con el poco dinero que tengo no me daría ni para ir a la casa de mis familiares más cercanos, que vivían a 137 km de distancia. Aunque me sepa mal, me resigno y vuelvo a entrar sigilosamente. Cuando la señora atisva cualquier opción de que yo este dentro, oigo sus zapatos golpear deprisa la tarima y me mira con cara de orgullo.

- ¿Qué vas a seguir las normas?

- Pero, si yo voy a seguir sirviendola debería de pagarme por el trabajo que desempeño (digo de manera tímida).

-¡Ya, pero tendrías que estar aquí todos los días de la semana, dormirás aquí, desayunaras aquí, comerás aquí y cenaras aquí! ¿o no?

- Si señora, pero también lo hacía antes...

-¡No todos los días de la semana, estas a mi cargo y eres mi sirvienta! ¡Vas a seguir mis normas!

- Pero...

- Acompañame a tu habitación

Hasta ese momento no me doy cuenta de que me he pasado de calle, estando absorta en ese mal recuerdo. En ese momento pienso, mejor vivir atada, que morir. Doy media vuelta, giro a la derecha y algo me ciega, es la farola que hay al lado del mercado. Entro y me dirijo donde se encuentran los zapateros. Me acerco al puesto donde siempre cosas como estas estan muy baratas, pero el vendedor no se encuentra allí. En ese instante una persona, me toca el hombro y me giro un poco asustada.

- ¡HOLA!- me dice un chico delgado, con una sonrisa de oreja a oreja.

- Hola- le respondo con una expresión agradable.

- ¿A por que venías?

- A comprar unas suelas para estas zapatillas.

- Acompañame- me hace un gesto para que le siga.

Le acompaño hasta un puesto no muy alejado de los de los zapateros. Es bastante grande y tienen de todo, Cuando paso mi mirada por el apartado de las suelas me quedo alucinada por los precios. En el puesto anterior unas suelas como poco te costaban 20€, si, era el puesto más barato y no me sobraba nada del dinero que me daba la señora.

En este tienen unas igualitas a las que compro siempre a 10€, me quedo anonadada.

Me mira y me comenta:

- ¿Cuales querías?

- Esas que son de 10€.

- De acuerdo, ¿quieres que te las cosa en un momento?

- No hace falta, las coso yo...

Y se mueve a una máquina:

- Con esto lo hago en un periquete

Me descalzo y se las doy. En un instante ya las tiene cosidas. También me quedo asombrada de que el dibujo del hilo, de la suela, es idéntico al de la zapatilla, lo ha apurado al máximo.

- ¿ Has visto que rápido, que bien y que fácil?

- Muchas gracias, ¿ Cuanto es?

- Diez euros.

- ¿Y por coserlas?

- Nada mujer, como te voy a cobrar por eso, si lo he hecho en un pis pas.

- ¿Me puedes dar también 1kg de calabacines, berenjenas, pimientos, un tarro de mermelada y unos cuántos arándanos?

- Si, lo prepara todo y me lo da.

- ¿Cuánto es todo?

- Quince euros

De vuelta a mi cárcel, pienso en lo majo que ha sido ese hombre conmigo. Raro me ha parecido, pero pienso que no siempre todo sale mal. Miro en el bolsillo del dinero, estan los quince euros restantes junto con la foto en blanco y negro con mi familia, recuerdo cuanto los echo de menos. De primeras pienso en devolverselos a la señora, pero luego pienso que puedo guardarmelos yo, y ahorrar para escapar de este infierno, creo que desde que Drake ha llegado a la casa me ha ayudado a ansiar aún más de lo que ansiaba mi libertad. Con este pensamiento estoy más que contenta, entro a la casa con una sonrisa en la cara. Pero cambio mi expresión de alegría de sólo escuchar pasos que imagino que son de la señora.

- ¿Porque has tardado tanto? Mira a que horas son a las que llegas, ya puedes preparar la cena en un periquete y a las 21:00 tener todo listo.

- Las 20:00, perdone señora en nada tengo hecha la cena. Señora ya tengo las suelas cosidas.

- ¿Quien te las ha arreglado?

- Un zapatero.

- Tira las viejas, prepara la mesa y prepara la cena.

Hago lo que me dice y coloco los ingredientes que compré, subo a la habitación y dejo allí la cesta de mimbre. Cuando salgo para ir a preparar la cena, encuentro a Drake vestido con traje y recuerdo lo apuesto que es, me acerco, me choco con el (que torpe soy) y nos besamos. Bajo veloz, preparo la mesa y voy a hacer la cena. Al acabar miro el reloj y marca las 20:30

Cuando la señora alza un grito, me acerco con el primer plato, pisto. Voy sirviendo los platos, sonriendo a Drake el cual esta absorto en la chica a su lado y ni hace un amago de mirarme. Vuelvo a la cocina y escucho risas provenientes de la sala del comedor. Son de la chica con la que esta Drake, dentro de mi arde la llama del enfado, se me escapan las lágrimas y justo la señora me llama para que retire los primeros para llevar los segundos. Contengo la llorera y llevo el bistec con pimientos. Finalmente hago lo mismo con el postre, tarta de manzana y veo que Drake sube con esa chica a su habitación. Me pongo a fregar enfadada con el mundo, por hacerme creer que Drake era algo que realmente no era, respetuoso. Termino de fregar los cacharros y me como un trocito pequeño de tarta a la vez que lloro de la impotencia.
Recojo la mesa, subo a mi habitación y escucho sonidos de Drake y de la chica provenientes de la habitación de Drake. En cuanto entro en mi habitación me tiro a la cama llorando, intentando no hacer ruido. Como he podido ser tan estúpida, cómo he podido creer en él, confiar tanto en él, cómo he podido estar tan ciega. Nunca había estado con ningún hombre, pero si todos son así, no estaré nunca con ninguno más. Recuerdo todos los momentos con él, todos son buenos. Me lleno de rabia y de repente oigo una voz que dice:

- ¿Te das cuenta? Que tonta fuiste.

- Tiene razón señora.

- Siempre la tengo.

EL MISTERIO (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora