Capítulo 25: Súplica

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Se dirigió al ascensor para buscar la sala de espera la cual se encontraba junto a la recepción, aprovechando iría a ver qué quería María, o por qué había actuado así previamente, no era que tuviera muchas ganas, pues no le había gustado la actitud que había tenido con Sofía, pero tenía que hacerlo, quisiera o no.

Al llegar a la sala de espera vio ahí a la familia Abades Tobar, completa, Alejandro enfocado en su teléfono, Camila jugando con el perro de la familia, no tenía idea de cómo los habían dejado pasar con él, y los padres de ella moviendo las piernas impacientes al mismo tiempo que hablaban con una enfermera, María.

– ¡Hola! –Saludó Villa.

– ¡Hola Villaco! –Dijo Cami abrazando de la cintura a Villa.

–Hola nena ¿Cómo estás? –Le alborotó el cabello tiernamente.

–Muy bien Villa, mira, traje a Tobías. –Le mostró el perro. –Dice que hola. –Le agitó la manita a Tobías.

–Hola Toby. –Acarició al perro. – ¿Cómo te dejaron pasar?

–Cami tuvo que llorarle a los guardias. –Interrumpió la Sra. Tovar levantándose de su asiento.

Ella abrazó a Villa con cariño.

–Uf, bien hecho Cami. –Dijo él orgulloso dirigiendo su mirada a Camila.

–Pueden ir a verla, autorizaron que todos estén ahí al mismo tiempo.

–Gracias hijo. –El señor Abades estrechó su mano con la de él, y le dio unas palmadas en la espalda.

– ¿Cómo te va? –Saludó Alejandro.

Él y Villa se habían conocido en el campamento, se habían hecho muy buenos amigos, aunque no había vuelto a verlo hasta que dio con Sofía, y no tenía idea que eran hermanos. Él se había vuelto cómplice de él en cuanto a ella y le ayudaba en todo pues él quería mucho a su hermana, quería verle feliz.

La familia Abades subió a ver a su hija y hermana, Villa se quedó hablando con María.

Cuando por fin se encontraron solos en la estancia se produjo un silencio incómodo, pero Villa rompió el hielo.

– ¿Cuál es tú problema? –Preguntó Villa inquieto.

– ¿Qué te hace pensar que tengo uno?

–Le hablaste en tono feo a Sofía, ni la conoces.

–Mira Juan Pablo, Villa, lo que sea, que no te importe lo que yo haga ¿Va?

–Ah pero sí me importa, porque me afectas a mí, afectas a mi novia, afectas mi relación.

–Seré tan importante...

–No confundas, ya ni siquiera somos amigos después de lo que pasó, así que no quieras revolver las cosas.

–Y ¿Tu novia lo sabe? ¿Sabe que casi me besas? Estoy segura de que no se lo has contado, así de mucho confías en ella.

– ¿Yo? ¿Besarte a ti? Con ella tengo más que suficiente, tú eres la que confundió la amistad pensando que yo quería algo más contigo, cuando nunca fue así.

–Pues si yo le digo que quisiste besarme seguro me creerá, ¿O me equivoco?

–Ella no te creería, nuestra relación es confianza pura.

–Ah, ¿Seguro? Estoy segura de que le dará mucha curiosidad saber cuál era la mentira en la que pensabas el día del accidente. Y me lo creerá todo. –Dijo retándole.

En un solo díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora