30: Narrado.

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Miré por última vez la pantalla del celular antes de entrar a clase. Estaba esperando un mensaje de Alec, tenía la esperanza de que en cualquier momento sonaría el celular, pero él no se había ni molestado en ver el mensaje.

— Señorita Natalie, ¿sería tan amable de dejar su celular y pasar al salón? Está obstruyendo la entrada — miré detrás de mí y sonreí. Era Miguel.

— Disculpeme — él se rió y pasamos  al salón.

   Durante la clase miré el celular otras dos veces. Era inevitable. Supongo que me acostumbre a los mensajes de Alec. Me hablaba casi diario.

   Cuando terminaron las clases, esperé a Amanda y nos fuimos juntas.

— ¡Deja de mirar el celular, niña! Te vas a matar.

— Disculpa mamá, no lo vuelvo hacer.

— ¿Qué tanto ves en el celular?

— La hora.

— ¿Y tienes que ver la hora casa segundo?

— ¿Sí? — me miró feo — Es que me gusta ver como cambia el número.

— Ya dime, ¿que tanto miras?

— Es que esperaba un mensaje de Alec. Hace días no hablamos.

— ¿Es en serio? ¿Escuché bien? ¿Estás esperando un mensaje de un chico? — sonrió — Jamás creí escuchar eso. Tú, la chica que jamás esperaba un mensaje de nadie, está sufriendo ahora porque su amado Alec no le ha mandado un mensaje.

— No estoy sufriendo. Sólo quiero saber de él. Me preocupa que le haya pasado algo.

— No te preocupes. Si le hubiera pasado algo, Adrián te lo hubiera dicho. Mejor dime, ¿por qué te preocupa tanto? Jamás te había visto así por un chico. A excepción de tu ex. Será que... — me miró a los ojos y sonrió — ¡Te gusta! — gritó. Los que iban en la calle se voltearon a vernos.

— Claro que no. Estás loca.

— Sí, tienes razón. No sólo te gusta. ¡Te estás enamorado de él!

— No, Amanda, eso es ridículo. No me estoy enamorado de nadie. ¿Cómo me voy a enamorar de él si ni siquiera lo conozco?

— Pero sí lo conoces. Por Internet, pero lo conoces.

— Ya, pero aún así es tonto.. No es posible.

— Dime la verdad Nata, puedes confiar en la tía Amanda.

— No me gusta que me digas Nata.

— Te diré así hasta que me digas la verdad.

— Es que no puedo.

— ¿Por qué?

— Ni siquiera sé lo que siento. Si sólo me preocupo por él o me gusta...

— ¿La doctora amor no sabe lo que siente? — negué — Entiendo que estés confundida. Pero no te preocupes, yo te voy a ayudar. Pero primero tenemos que ir de compras — rodé los ojos.

— Todo lo quieres solucionar yendo se compras.

— Claro, es la mejor forma. Así te distraes un rato y más tarde tendrás la mente despejada y podrá pensar con claridad. Anda, sé que te va a ayudar. Vamos — no dejó que le respondiera. Sólo me tomó de la mano y me llevó con ella.

Número equivocadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora