Cap. 3- Yogur de fresa

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Casi dos horas más tarde, Bruce, Alex y Tony continuaban en el taller, ahora solos, concentrados en averiguar todo lo posible sobre el Zenit.

El doctor Banner había tratado de replicar el material metálico que recubría el dispositivo y, ahora, con un microscopio de alta potencia, analizaba el comportamiento de sus subpartículas; mientras, Alex y Tony colaboraban en un enfoque más técnico.

La joven seguía conectada telepáticamente al Zenit, recibía la información y la transmitía decodificada a las holopantallas del multimillonario, que organizaba los datos.

―¿Cómo haces eso exactamente? ―quiso saber Tony, realmente intrigado, acercándose a ella. Le fascinaba lo que estaba viendo. Con un pestañeo, esa chica era capaz de arrebatarle el control de todo el sistema informático del laboratorio―. Si, por ejemplo, deseases apagar a FRIDAY, ¿solo sucedería?

Alex apartó la mirada del Zenit para clavarla en él.

―La tecnopatía no funciona así. No dirijo mis poderes a base de deseos, eso sería magia. ―Sonrió divertida―. Es menos enrevesado de lo que parece. Al conectarme telepáticamente a cualquier dispositivo tecnológico, mi cerebro lo lee como si fuera un libro, lo comprende, sea lo que sea, y a partir de ahí le doy órdenes para que se reajuste según mi interés ―explicó―. Por eso cualquier ingeniería es un juego de niños para mí, igual que la informática.

―Entonces con la ciberpatía también haces lo mismo ―quiso asegurarse él―, te conectas a una red telepáticamente, tu cerebro la desencripta, y puedes hacer lo que te dé la gana con ella ―resumió, comprendiendo el proceso―. Eso te convertiría en la mejor hacker del mundo ―añadió con cierta sorna, pero hablando en serio.

―Tú lo has dicho, no yo ―Alex respondió con un deje altanero―. Pero la ciberpatía es peligrosa, cuando me conecto salgo de mí misma. Mi mente viaja por la red, pero puedo perderme si estoy demasiado tiempo fuera ―intentó explicar.

―¿Y qué pasa con tu cuerpo? ―Banner, que había estado atento a la conversación, no pudo evitar dejarse llevar por su curiosidad científica.

―Depende de la cantidad de tiempo que pase conectada, o de la complejidad de la red. A veces nada, otras solo es un desmayo. ―Exhaló un suspiro―. La última vez que usé la ciberpatía estuve tres semanas en coma ―añadió, casi en un susurro. Todavía recordaba a la perfección la angustia, la frustración que la había invadido al no ser capaz de regresar a su cuerpo.

―¿Cuándo fue eso? ―Tony se acercó más. Estaba en pie, apoyado sobre el filo de la mesa, de cara a Alex, que seguía sentada frente al Zenit―. ¿Hace dos años, tal vez? ―inquirió con evidente suspicacia. Como si ya conociera la respuesta de antemano.

Ella abrió mucho los ojos, pero no dijo nada.

―Lo sabía. ―Tony esbozó una mueca triunfal.

―¿Qué me he perdido? ―En el entrecejo de Banner se había formado una interrogación invisible.

―Recuerdas que durante la crisis de Ultron alguien protegió los códigos de lanzamiento de los misiles nucleares ―explicó el multimillonario―. En aquel momento, creí que había sido JARVIS, pero él no supo explicar cómo llegó ahí. No lo hizo solo, ¿verdad? ―añadió, clavando la mirada en la chica―. Te conectaste a la red y guiaste a JARVIS para crear los cortafuegos.

―¿Lo hiciste? ―Bruce también la miró, intrigado.

Alex asintió de mala gana. Normalmente no tenía reparos en llevarse el mérito correspondiente por su trabajo, es más, le encantaba que la halagasen... ¿a quién no? Pero no en ese caso. Porque era consciente de que su aportación había sido mínima en comparación con lo que de verdad podría haber hecho. Ultron era un robot, pura tecnología, su punto fuerte. Pero ella había preferido no arriesgarse a perder su vida enfrentándose a él, y se había limitado a hackear una red internacional... Como si con eso compensase todo el dolor que podría haber evitado.

Trojan » Steve RogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora